Genetics

35. Desde las alturas

Pablo

Nos encontrábamos patrullando nada más ni nada menos que la Torre Eiffel cuando una brisa hizo que Némesis se estremeciera. Me quité mi chaqueta y la coloqué sobre sus hombros para luego mirar a la imponente Torre frente a nosotros.

-No es así como imaginé visitar la Torre Eiffel contigo- murmuro observando la degradación de la misma, las plantas a nuestro alrededor habían crecido fuera de sus respectivos senderos sin nadie allí para podarlas. Némesis me sonrie y se ajusta la chaqueta sobre sus hombros para poder liberar sus manos.

¿Imaginaste estar aquí conmigo? Me pregunta.

Oh, mierda. Pienso. Realmente había dicho eso en voz alta. Me rasco la cabeza y reprimo el impulso de salir corriendo fuera del alcance de su mirada.

-Si, quiero decir, eres mi amiga más cercana y a mi familia no le gusta viajar...

Némesis se acercó y posó su mano sobre mi boca para callarme. La observé un momento y ella me observó de vuelta antes de sonreir.

Juguemos a las carreras. Señaliza. Este era un juego que solíamos jugar en la Base antes de la Guerra. Nuestro jefe de escuadrón quería evaluar nuestras capacidades por lo que nos hacía competir para ver cuál de los dos era más rápido.

-Okay- acepto apartando su mano de mi boca, para percatarme de que está helada. La froto entre mis manos para darle calor- ¿No tienes frío?

Némesis asiente. Juguemos y entremos en calor. Propone y mira hacia la base de la torre.

-A la entrada- adivino. Némesis asiente y levanta tres dedos- tres, dos, uno...

Corro lo más rápido que puedo y llego justo a la vez que Némesis se teletransporta, chocando contra ella contra el metal de la estructura. Se hubiera golpeado la cabeza, sin embargo había sido rápido para colocar mi mano detrás de la misma a modo de almohada. Ella se ríe contra mi cuello y mira hacia arriba. Su mano señala en la misma dirección.

-Yo tendría que ir por las escaleras- le digo con una sonrisa, era agradable la calidez de su aliento contra mi piel- eso no es muy justo.

¿Te estás acobardando, gallina? Me dice, la sonrisa traviesa no desaparecía de su rostro y no podía evitar imitarla.

-Eso nunca- declaro- tres, dos, uno...

Corrí con todas mis fuerzas, sin embargo era inevitable que ella me sobrepasara. Némesis había llegado al menos tres segundos antes para cuando llegué a la cima, mi expresión derrotada. La veo bailar en la cima de la estructura en festejo por su victoria, la ciudad de París extendiéndose a nuestro alrededor.

Némesis se detiene y me observa, no había notado que la estaba mirando fijamente. Por un instante, parece que somos las únicas personas en el mundo. Solo ella, yo y el viento, en la cima del universo.

-Ganaste- le digo- aunque creo que merezco puntos de reconocimiento, algunos escalones estaban bastante deteriorados.

¿Cómo puedo compensarte? Me pregunta, acercándose. Un escalofrío me recorre de pies a cabeza, aunque no estoy seguro de que sea por el frío.

-¿Ahora mismo? Quizás con un abrazo. Te di mi abrigo y hace mucho frío aquí arriba.

Némesis ríe y nos guía hasta la baranda, desde donde podemos ver toda la ciudad. La miro un instante, dubitativo y ella desliza mis manos alrededor de su cintura hasta su espalda, donde mi chaqueta sobre sus hombros las mantiene ocultas y abrigadas. Recargo mi espalda contra la baranda y ella se deja caer contra mí, su cabeza en mi pecho.

-Es una vista hermosa- murmuro. Némesis simplemente asiente, quizás muy cómoda y cálida como para usar sus manos.

Desde allí era mas fácil vigilar la ciudad y, debo admitir que por un momento, me imaginé que eramos dos adolescentes normales visitando París, ¿Era muy difícil de creer?

Quizás no. Quizás no había nada anormal en la forma en que su cuerpo me daba toda la calidez que necesitaba, o como sus dedos se movían muy sutilmente sobre la tela de mi espalda y como el tiempo parecía desaparecer allí arriba y descubrir que, si fuera por mí, podría quedarme así toda la vida.

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