Psicóloga Parte 2

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—Tu padre me ha contado que últimamente has estado estudiando mucho y que has ido varias veces a la biblioteca de la ciudad

Dijo en tono amable, una vez más se encontraba en ese pequeño y cálido lugar, su cuarto solía ser frío y no era nada comparado con ese lugar, las ventanas de su habitación siempre estaban cerradas y las cortinas evitaban que cualquier rayo de luz atravesara por ellas ya que eran de un color azul rey, le daban a su cuarto un aura de oscuridad y tristeza mientras que en el consultorio las cortinas siempre permanecían atadas a los lados de cada ventana y la luz iluminaba a la perfección cada rincón del cuarto.

— ¿Está mal que quiera aprender?

Pregunto en tono defensivo mientras miraba el reloj impaciente, quería ir a visitar a su amada ya que con todo eso del castigo y las clases no había tenido tiempo de hacerlo. Ya había planeado como escaparse de su padre ya que sabía que a cada lado que iba lo vigilaba y una prueba de ello era lo que había dicho la doctora, sabía que alguien lo seguía a la biblioteca y la doctora le acababa de confirmar sus sospechas de que era su padre.

— No, no está mal pero... Todo en exceso es malo.

— No me obsesiona estudias doctora, solo estoy... Estoy...

Se quedó en blanco, ¿qué era lo que hacía? Según pensaba, estaba estudiando informática para ver los archivos de la policía y sacar de ahí los nombres de todos los que mató ella para luego investigarlos.

— ¿Entonces? ¿Qué es lo que haces Will?

— William, no me llame Will, solo ella puede llamarme así

Contesto con el ceño fruncido, odiaba que lo llamaran Will, solo ella podía llamarlo de esa manera. La primera vez que "hablo" con la doctora le dijo que no quería que lo llamara Will y ella aún no lo había entendido, le molestaba, y bastante.

— Perdón, olvide que...

— Pues no lo haga, solo Jess puede llamarme así, si usted lo dice me causa náuseas así que evite olvidarlo

— Bien, está bien William no volverá a pasar

Volvió a hablar tratando de calmarlo, él solo bufo y se recostó con los brazos cruzados en el sillón café donde se encontraba sentado. Ella soltó un suspiro, había tratado ya con varios pacientes así pero Will era todo un caso especial ya que no hablaba mucho a ella le era difícil entender lo que le pasaba, lo único que sabía o había deducido era que su problema giraba en torno a una chica la cual si bien pudo haberse mudado a otra ciudad pudiese también estar muerta.

— ¿Quieres hablar de ella? ¿Por qué no me cuentas qué fue lo que pasó? ¿Por qué siempre hablas de ella en pasado? ¿Se mudó de aquí?

— Usted no merece saber

Fue lo único que dijo, logrando que ella frunciera el ceño confundida, ¿a qué se refería?

— ¿A qué te refieres William? ¿Por qué no puedo saber de ella? ¿Ella no te permite que hables?

— No, ella no...

Sonrió, era una sonrisa distinta a la que siempre tenía, su mirada se perdió por un momento y luego comenzó a reír como un demente causando que la doctora se alarmara.

— Usted piensa que estoy loco y ella es solo un producto de mi imaginación, ¿no es así?

— En ningún momento dije eso William.

— No pero su mirada lo dijo todo

Volvió a hablar pero esta vez de manera más seria, la miro atento, ella parecía asustada por su actitud. Hasta él mismo se había asustado por aquel repentino cambio de ánimo que tuvo.

— Esa mirada... Seguro a ella la miraban así, doctora ¿qué tanto le importan sus pacientes? Es más, ¿por qué decidió ser psicóloga? ¿No le disgusta tratar con locos? ¿No piensa que un día de estos usted también perderá la razón?

— Me gusta mi trabajo, y mis pacientes son mi prioridad, no te mentiré hay veces en los que creo que he perdido la razón tal como tú dices pero se arregla con una siesta y un poco de café.

— Claro, pero debe haber algo que le disguste, no hay persona que ame por completo su trabajo. No me diga que es lo que le disgusta solo piénselo.

Ella lo miró pensativa, era cierto, le disgustaba algo de su trabajo y no eran sus pacientes, era otra cosa que en particular no soportaba, su jefe, ella era una persona paciente y tranquila pero su jefe hacia que ella perdiera todo eso, era un completo patán, esperaba por una oportunidad para joderte la existencia y tratar de manosearte.

William volvió a mirar el reloj colgante de la pared, faltaban 10 minutos para que la sesión terminara y aunque eso parecía poco tiempo él ya estaba desesperado por irse de ese lugar.

— Ya nos desviamos del tema, mi principal preocupación eres tú, así que sigamos hablando de ti y de Jess.

— Jessica, su nombre es Jessica, evite decirle Jess, no me gusta

— Perdona, no sabía. Bueno que tal si me cuentas algo, lo que sea... Sé que no merezco saber pero si hay algo que me puedas decir dímelo.

— Íbamos a practicar boxeo casi todos los días, ella me metió en eso gracias a que vio mis golpes...

Se quedó un momento en silencio, recordando los momentos pasados, los momentos en que la vio sonreír, y los momentos en que su ceño se fruncía y sus labios formaban una mueca por el enojo que le provocaban los demás.

— No era muy sociable, una vez me dijo que... Me dijo " te soporto a ti Will, a ellos no, a los 5 segundos que me hablan quiero golpearlos o gritarles que se larguen" me alegra que me dejara entrar a su mundo pero también me entristece

— ¿Por qué?

— De no ser por mi ella... Fue mi culpa, yo debí detenerla, pude haberlo hecho pero... Yo soy el responsable de que ella muriera

Muerte, esa palabra captó toda la atención de la doctora, así que esa chica tan especial había muerto, bueno ahora sabía un poco más y sabía que métodos utilizar en ese tipo de casos en el que el paciente se aferraba a una persona fallecida, aunque por alguna razón sentía un mal presentimiento de esa situación, algo no le gustaba.

— Las personas no nos dejan realmente William, ellas se quedan en nuestros corazones y en nuestros recuerdos, sin embargo debes saber que aferrarte a ella solo te está lastimando.

— Usted no entiende

— Claro que lo hago yo...

— No, no lo hace y no trate de comparar su perdida con la mía, ¡su esposo fue asesinado por qué se lo merecía! No compare la muerte de mi Jess con la de ese bastardo

— ¡William!

— No se meta en esto, usted no tiene ningún derecho a decirme que puede herirme y que no, Jessica jamás me ha hecho daño y jamás lo hará así que ¡púdrase!

Se levantó furioso de aquel sillón y camino directo a la salida, azotando la puerta salió de ahí para luego correr hasta el cementerio.

Ella suspiró, el único avance y se había salido de control, tendría que pensar en maneras mucho más delicadas para tratar el tema de esa tal Jessica, al menos había obtenido algo de información con la cual trabajar pero aun así le preocupaba que el en algún momento perdiera la razón por completo.

Cartas de Will (Segunda parte de "Los ángeles se convierten en demonios")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora