Ronda se había sorprendido de mis palabras. Su corazón latiendo y el aroma de su piel uniéndose a la transpiración que comenzó a emanar de ella eran una señal obvia, pero me sorprendió percibir algo distinto: Miedo.
Si iba a querer un término se lo daría, mostrándome exactamente como era, de todas formas no la vería nunca más y no me importaba.
Trata de mover sus brazos, pero siguen aprisionados por mis manos en las muñecas.
— Me estas asustando — susurra.
Trato de tranquilizarla con suaves besos en su cuello, bajando la intensidad de mi encuentro con su boca, su respiración se controla cambiando a un ritmo bajo mientras inspecciono la unión con su oreja y siento su pelo sobre mi nariz. Mi cuerpo encarcela el suyo dejándola encerrada entre mi cuerpo y la muralla, puedo sentir su pecho grande y erguido acariciándome la piel y ella el bulto que había despertado con sus anteriores caricias.
— Deberías tener miedo de un animal salvaje Ronda — le respondo en un susurro — Pero más te vale no hacer ruido si no quieres que deje de ser dulce contigo.
— Velkan.
— Shhh — le ordeno que se calle mientras bajo por su cuello hasta el inicio de su pecho.
Parece más relajada y dejo de tomar sus brazos, ahora mis manos se encuentran en aquellos dos senos sobre su camisa color crema ,abriendo con cuidado aquel nudo de cinta blanca en el centro de ambos. La tela se abre dejándome ver esa estampa de piel con aquellos pechos más grandes que cualquier manzana que pudiera comer. La poca luz en la habitación hace que brille la punta rosada de ellos, erectos, duros y redondos como dos botones de rosas. Los toco entre mis dedos cual pinzas sintiendo esa suave piel enrojecida mientras siento un suspiro de parte de su dueña.
— ¿Es el frío o yo quien te tiene así? — le consulto jugando con esos capullos en mis dedos.
— Mmmm ¿acaso hace frío? — me responde buscando mantener una voz baja pero que denota que ha comenzado a gustarle el juego.
Mi lengua se posa en uno de ellos degustando el sabor de su piel, lamiendo el redondo botón naciente de uno de ellos, mientras el otros lo amaso con cuidado jugando con aquella punta entre mis dedos. La cabeza de Ronda se apoya en la muralla sin poder salir del pequeño espacio en que se encuentra aprisionada, no parece importarle puesto que no pone resistencia y deja que la desvista dejando la tela color crema tirada en el suelo. Su cuerpo emana transpiración y su boca deja escapar suaves suaves suspiros sueltos. Todo esto hace que mi cabeza se libere de pensamientos y problemas; generando que mi cuerpo despierte a cada requerimiento que me puede ofrecer Ronda.
Tomo su enredado y negro pelo entre mis manos asustando a su dueña cuando la llevo hasta la cama. Me quito el resto de mi ropa mostrando lo que le parecía interesarle en ese momento.
— ¿Esto quieres verdad?— le hablo con calma.
Sus ojos no apartan la mirada de la parte inferior de mi ombligo, se ha levantado por la fricción con su cuerpo y el deleite que he tenido con sus senos.