Prologo

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El invierno azotaba con ráfagas heladas a la ciudad de Nueva York donde se sentía el auge de la guerra, los recursos escaseaban, la desolación era notable.

De día la ciudad tomaba vida, las plazas se llenaban, decenas de comerciantes que vendían toda clase de artículos: fruta, pescado fresco, pieles, especias, objetos de metal... Entre el público circulaban titiriteros y magos. También las putas y ladrones aprovechaban para ejercer su profesión, las calles no eran seguras, la ley era inexistente, el robo y a los asesinatos eran tan comunes como el día y la noche, tan cierto como el amanecer.

Al atardecer y salir la luna empezaba el suspenso que antecede al caos. Los comerciantes velozmente se dirigían a casa, las madres encerraban a sus hijos, se trancaban puertas y ventanas, la ciudad se tornaba en silencio pero no por mucho tiempo, si prestas atención puedes llegar oír a toda la ciudad en un perfecta sinfonía de caos, el relinchar de los caballos de un carromato a toda velocidad por llegar a casa y el sonido del choque de este, a lo lejos se veía una luz, eran las corralejas de pelea donde se reunía toda la muchedumbre de la ciudad para ver a varios hombres masacrarse entre sí, siete entraban y solo uno sobrevivía. Tal caos tenía cierta hermosura y complejidad, la otra cara de la moneda, la otra parte de la humanidad, su lado salvaje en su máximo esplendor

Todo esto fue interrumpido por una luz desorbitadamente grande en el cielo y un sonido que irrumpió hasta en el rincón más oscuro. El sonido se hacía más fuerte en la bahía, se trataban de trompetas y anunciaban la llegada del ¡Circo! Pero no cualquier circo, es el famoso Circo del Sol.

Miles de personas picados de curiosidad entraban para descubrir un mundo de maravillas, trapecistas, magos, nigromantes, payasos, encrucijadas, actos y el misterio de este.

El circo del solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora