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Abracé mis piernas, entrelazando las manos a la altura de los tobillos; la barbilla apoyada sobre mis rodillas, mientras observaba por la ventana. El sol entraba, la luz tan cálida rodeaba la habitación, podía oír la risa de mamá que llegaba desde la cocina. A penas había despertado, eran las dos de la tarde, y solo pude descansar tres horas. Era un hábito que me había obligado a generar cuando me di cuenta que las risas, el día, alejaban las pesadillas, sin embargo, mi familia no se podía enterar, los preocuparía por algo que era imposible de explicarles. Debido a eso, solía rotar los horarios, descansaba una o dos horas por la mañana, un par más por la tarde, durante la noche, dejaba las luces encendidas de mi recámara, y esperaba que todo volviera a repetirse.

No me arrepentía, jamás lo haría.

Suspiré sonoramente debido al cansancio.

<<Ya está, sigue adelante>>

Salí de la cama una vez más, mis ojos abandonaron la bonita vista del campo cubierto de aquellas hermosas flores amarillas, la primavera se había convertido en mi estación favorita desde hacía mucho tiempo. Luego de cambiarme la ropa de dormir por una camiseta blanca, y uno pantaloncillos azules, bajé las escaleras descalza, mientras llevaba mi cabello para atrás, como estaba demasiado corto, solía colocarme algunas horquillas para que no me molestara tanto.

En el momento en que llegué a la cocina, encontré a mi madre. La observé desde el marco de la puerta, me daba la espalda, y movía el trasero al ritmo de la música que se oía desde su celular. Era la mujer más hermosa, y buena que había conocido en toda mi vida, era perfecta, como mi padre, como mi hermano menor. Había tenido la mejor familia del mundo. Tragué el nudo en mi garganta, y avancé hasta ella.

-Te quiero, mamá-susurré, abrazándole por detrás. Ella se giró al instante, aun cuando mis brazos la apretaban, y quedó frente a mí. Aquellos ojos cafés me observaron con tanto amor que quise llorar otra vez. Ya habían pasado más de dos años desde que todo había comenzado, solo me quedaban seis más, ese fue el tiempo que había comprado el dinero. No iba a malgastar esa oportunidad, cada hora era preciada.

-Yo también, mi amor-murmuró, besando mi mejilla, para luego colocar su mano detrás de mi cabeza, para acariciarme. Los sábados, como papá trabajaba hasta tarde el día anterior, solíamos cambiar la rutina, dejábamos de lado el horario, desde desayunar a la once de la mañana, o cenar a las seis de la tarde.

-¿Papá duerme?-pregunté contra su pecho. Cerré los ojos, y sonreí.

-Sí, luego de bañarme me voy a la sala a mirar una película.

-¿Noah te dejará? Está todo el día conectado a los videojuegos.

-Por supuesto que sí, ya le avisé con mi autoridad de mala mamá-bromeó mientras me apartaba, pero al escuchar esas palabras, volví a abrazarla con fuerza.

-No, no, eres la mejor mamá del mundo.

Soltó una carcajada, llevando sus pequeñas manos a mis hombros para moverme unos centímetros, y volver a mirarla.

-Eres una chica loca.

-Pero siempre seré tu bebé, ¿verdad?-murmuré, hice un puchero, para que pensara que estaba bromeando, ya que mis ojos volvían a empañarse nuevamente. Sabía que el día de hoy no sería de los fáciles de atravesar si estaba tan sensible.

El infierno de Lilith| 2 | Completa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora