64 - PERVERSIÓN

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Drogo

—Todo recto.

Me vuelvo con mala cara a Alicia, quien me empuja con la espada.

—¿Es eso necesario?

—Por supuesto. No me fío de ti.

Suspiro. Está claro que me va a ser más complicado de lo que yo pensaba acabar con ella. Tengo que conseguir que suelte la espada, pero, visto lo visto, no parece por la labor. Me da la impresión de que me va a estar amenazando con ella todo el rato y eso me preocupa. No quiero tener sexo con ella. Es repugnante de verdad.

—Abre esa puerta.

Le hago caso a regañadientes y, al abrirla, abro los ojos como platos. En el centro hay una mesa con grilletes, esposas colgando del techo, látigos, hierros de marcar al fuego... ¡Esto es una auténtica cueva del sado!

—¿Esto es lo que te va? —pregunto volviéndome hacia ella con cara rara.

—¿Acaso esperabas otra cosa? —responde orgullosa —. El sexo es poder y a mi el poder me encanta. El sexo es mucho más placentero cuando te dominan. O cuando dominas...

Dice esto último relamiéndose y un escalofrío recorre mi espalda. ¿Dónde me he metido? Me da la impresión de que no me va a ser nada fácil salir de aquí.

—Ahora vas a ser un chico bueno y te vas a desnudar para mí.

El tono meloso que utiliza me asusta todavía más. Esta zorra pretende que sea su juguete y yo no paso por ahí.

—¿Por qué debería hacerte caso? —pregunto en tono serio.

—Porque yo tengo la espada y aquí soy la que mando. Vas a hacer todo lo que yo te pida y lo vas a hacer sin protestar o tus hijos sufrirán una horrible tortura. Dime, Drogo, ¿es eso lo que quieres para ellos?

Le dirijo una mirada de odio que a ella parece excitarle aún más. ¿Pero con qué clase de pervertida me he ido a encontrar? Y mira que he hecho cosas raras en mi vida, pero esto... Siempre he sido yo el dominador y no el dominado. Este es un papel que no me va.

—No era esto a lo que yo había accedido —le digo completamente serio provocando en ella una carcajada.

—¿Qué esperabas? ¿Que me derritiera en tus brazos? Lo siento, pero a mí esas cursiladas no me van. Ahora desnúdate. Soy yo quien tiene la sartén por el mango. No lo olvides.

Suspiro resignado. No me queda otra que obedecerle y esperar mi oportunidad. Si tan sólo pudiera usar la magia... Pero Fiona me ha advertido que no lo haga. Yo uso magia blanca, por lo que se notaría demasiado dentro del castillo. Es por eso que tengo que limitarme a utilizar mi fuerza y mi agilidad vampíricas. 

—Vamos. ¿A qué estás esperando? No tenemos todo el día —me apremia empujándome con la punta de la espada.

Nuevamente le miro con odio. Por desgracia, no me queda otra que aceptar.

Muy despacio empiezo a desnudarme bajo la obscena mirada de Alicia, quien no para de relamerse y mojarse los labios. Está caliente como una perra, lo que me produce un gran asco.

Cuando me quito la última prenda, ella sonríe satisfecha.

—No sabes cuanto he soñado con este momento —comenta acercándose a mí —. Ahora vamos. Lo que te tengo preparado te va a gustar.

Me empuja con la punta de la espada y yo voy retrocediendo de espaldas hasta que pego con la pared. En ese momento y sin que yo pueda hacer nada, mis brazos se levantan y mis muñecas quedan atrapadas por unos grilletes. 

DC XII:LA REINA DEL MUNDO √Donde viven las historias. Descúbrelo ahora