Le molestó que me bajara del coche de un brinco, a pesar de que nos habíamos pasado todo el trayecto besándonos. Una parte de mí no quería llegar a casa, la parte que le pertenecía a Alec; pero otra parte, más grande y poderosa, fiel a mis orígenes, se moría de ganas por regresar. Normalmente, mi condición de hermana no estaba reñida con mi condición de, ¿novia en funciones?, de Alec, así que no tenía incompatibilidades horarias con las que andar haciendo malabares.
No era así esa mañana, pero yo sabía que Alec lo entendía. Por mucho que me encantara estar con él y que no quisiera que su cumpleaños se terminara nunca, lo cierto es que tenía un deber que cumplir, igual que un derecho que ejercer: debía estar con mi familia, y podía estar con mi hermano en su última tarde en casa, antes de que su vida diera un giro de 180 grados.
Lo cual no impedía que mi chico no fuera a tomarme el pelo.
-¿Qué pasa? ¿Has quedado con el otro y llegas tarde?-acusó, sacando los brazos del coche por el hueco de la ventanilla y colgando medio cuerpo por fuera. Me giré para mirarlo, y Alec me puso ojos de corderito degollado. Estaba guapísimo: el pelo alborotado, los labios un poco sonrosados de mis besos y mordiscos, los ojos brillantes por la sesión de sexo matutino.
-¿Quién dice que el otro no eres tú?-acusé, riéndome. Alec hizo un mohín, pero no pudo evitar esbozar una sonrisa. Su humor no podía ser mejor: se había despertado conmigo sentada a horcajadas sobre él, acogiéndole dentro de mí, sonriéndole y moviéndome, aprovechando esa costumbre tan fascinante de los hombres de despertarse con una erección. Ya que habíamos tocado el tema de que siempre le había apetecido que le despertaran con un polvo, no se me ocurría mejor manera que iniciar los dieciocho tachando de su lista de deseos otra fantasía.
A lo que teníamos que añadirle, por supuesto, que me había pasado la noche demostrándole que no había otro como él en mi vida. Ningún otro podría haber conseguido que me sentara a ver porno con él, ni tampoco le habría permitido tocarme mientras lo hacía, ni habría terminado metiéndose entre mis piernas con el sonido de gemidos de personas que yo conocía llenando la habitación. Ninguno convertía el sexo en algo sagrado, puro y precioso, algo que yo quisiera inmortalizar no por el morbo, sino porque las cosas hermosas deberían durar para siempre, poder capturarse en un momento al que volver cuando tu alma necesitara un lugar cálido en el que reconfortarse.
Debería decir que me sorprendió que al comentárselo después de hacerlo, cuando las endorfinas del sexo hacían que mi cerebro trabajara sin ningún tipo de inhibición, él reaccionara asombrándose, pero ya conocía a Alec lo suficiente como para saber de qué manera se minusvaloraba. Ojalá pudiera verse a través de mis ojos, aunque sólo fuera un minuto: con esos preciados sesenta segundos le bastaría para descubrir el potencial que había en su interior.
-Vaya, sí que he desatado a la viciosa que llevas dentro-se había reído, acariciándome la cabeza y besándome el pecho, tumbado como estaba sobre mí, sin agobiarme lo más mínimo, aunque pesara más que yo. Yo me había limitado a negar con la cabeza.
-No es por el morbo. Me gusta cuando lo hacemos. Odio que nadie pueda vernos cuando tenemos sexo, si los momentos más preciosos de mi vida son cuando estoy dentro de ti. Es cuando mejor me siento-le acaricié los brazos bajo su atenta mirada-. Hacemos el amor y tenemos que escondernos; no creo que la belleza deba ser tabú, sino algo que celebrar. Y lo que hacemos juntos es muy hermoso.
Alec me había mirado la boca, como hacía cuando le decía algo bonito de lo que no se creía digno, y después me besó despacio los labios. Pensé que diría algo del tipo "para tu cumpleaños, te regalaré una cámara de vídeo", pero se limitó a besarme y besarme y besarme hasta que me quedé sin aliento.
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B o m b ó n (Sabrae II)
RomanceHay dos cosas con las que Sabrae no contaba y que le han dado la vuelta a su vida completamente: La primera, que Alec le pidiera salir. Y la segunda, que ella le dijera que no. Aunque ambos tienen clara una cosa: están enamorados el uno del otro. Y...