Mujeres Murcielago

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Suyan ve un rio frente a ella, es el paso entre la cordura y la fantasía, que ha este punto ya estaba completamente quebrada, y no con unicornios ni hadas, sino una cruel realidad de entidades malvadas y oscuras, sin embargo este nuevo mundo le da una posibilidad, algo que no puede desperdiciar, un chance de salvar una vida. El riesgo es lo de menos cuando piensas en salvar a alguien a quien amas.

La oscuridad de la noche la rodea, el único sonido que se escucha es del agua del rio chocando contra las rocas, la luz de la luna alumbra todo este paisaje, las praderas y el rio.

Pero el bosque, los arboles hacen que la luz no llegue al suelo, arboles inmensos, que tal como nubes opacan la luz de la luna. Sin embargo, Suyan tiene el collar que le dio la entidad de la cueva, la luz que emite este artefacto que solo puede ser vista por ella, le da la ayuda necesaria para saber dónde pisar, hay un puente que conecta ambos parajes. Entre las praderas y el rio.

Es un puente de madera algo viejo, pero cumple su trabajo, Suyan lo cruza, sin embargo, a 3 pasos de camino siente como si estuviera cargando un peso extra, a 10 pasos, el peso aumenta y a medio camino ya no puede avanzar. Desde que comenzó a caminar por el puente, sintió un frio en la espalda, y tuvo el temor de mirar hacia atrás, por ello a pesar del peso, ella solo seguía adelante, ignorando lo que estuviera atrás de ella. Sin embargo a este punto de sentir como si 6 costales de papas estuvieran en su espalda no tenía opción de corroborar que sucedía atrás de ella.

Al voltear ve un montón de niños, 4 de ellos montados en su espalda, 1 en cada pierna sujetándola sin pisar el suelo poniendo todo su peso en sus piernas y espalda. Todos con los ojos negros y color casi transparente pero distinguible.

─ ¡Que quieren mocosos! ¡Lárguense carajo! - Gritó Suyan con fuerza, ya que sabía que no eran niños de carne y hueso, probablemente sean almas en pena. Niños que murieron entre las praderas ya sea por accidentes o cayeron al rio por alguno de sus juegos fuera de supervisión.

Suyan siempre supo de eso, ella recordaba que en su infancia había un niño, que se creía muy valiente , hacía acciones desafiantes para probar su hombría, y que en una de sus proezas quiso lanzarse al rio el cual estaba con fuertes corrientes.

No se supo más del niño, esto era tan común en estas tierras, que los padres se limitaban a poner tumbas vacías solo en honor. Y no era de sorprender que muchas de estas almitas penaran por los lugares donde ni saben que murieron.

El grito de Suyan asustó a 3 niños, pero los de las piernas y uno en la espalda no la soltaban.

─Llévanos hermanita porfa, queremos cruzar el rio. ─ el niño de la espalda repetía esta frase mientras que Suyan aligerada por el peso seguía su camino.

"Dicen que las almas no pueden cruzar puentes, parece que el mito era real" ─ dijo en su mente Suyan.

Ya a pocos pasos de cruzar el puente, el peso de sus piernas aumento de golpe, el de su espalda también. El frio de su espalda se hizo atroz, y todos sus sentidos se erizaron, como si no comprendieran que es lo que deben sentir. Después de esto un grito atroz en su oído con un fuerte dolor de cabeza.

¡AYUDAME A ENCONTRAR MI CUERPO!

¡MAMÁ, ¡MAMÁ SALVAMÉ, POR FAVOR!

¡AYUDAME A ENCONTRAR MI CUERPO!

¡NO PUEDO RESPIRAR POR FAVOR MAMÁ HAZ ALGO!

Los niños empezaron a gritar, poner más peso en su cuerpo, jalarle los pelos, morderle y arañarle.

Suyan entendió que llevarlos fue un error, ellos no querían cruzar el rio, ellos querían llevársela a ella.

Se desplomó en el puente, que se movía de un lugar a otro por las fuertes corrientes de viento y agua, sentía como si hubiera un derrumbe de barro en su cuerpo, una parálisis.

Se asustó, si esto seguía así la gravedad y las fuertes corrientes moverían el puente y a ella lo suficiente como para que se caiga por un borde.

Los gritos de los niños no paraban, los golpes, arañazos y mordeduras se sentían como si fueran reales, a pesar que su cabello no se jalaba, y su piel no sangraba.

Suyan cerró los ojos y empezó a orar:

Padre nuestro, que estás en el cielo,

santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal.

Mientras oraba sentía como las almas, se alejaban de su cuerpo, pero se resistían, no querían dejarla. Ella repitió la oración. Las almas se sentían distantes, y ella recuperaba el control de su cuerpo. Una última ves ella oro. Y con ello pudo ponerse de pie y cruzar el puente.

Respiró hondo, no miró hacia atrás, un dicho de su difunta abuela fue que luego de un encuentro, nunca mires hacia atrás, es como darle la invitación al muerto.

Siguió adelante, y ya dentro del bosque fúnebre, trataba de enfocarse en lo que escuchaba, solo necesitaba las primeras pistas de su objetivo. El distinguido aleteo que la entidad le mencionó. La luz del collar le daba una buena vista, pero tal cual linterna en el bosque, no es que alumbrara todo por completo. Los arboles delante de ella y vegetación en general, evitaban que mire más allá de lo que podría ver en una llanura plana.

Unas pisadas se escuchan, con un sonido como si un perro mordiera carne. Cautelosamente Suyan se acerca a la zona de donde provenía el sonido, siendo obviamente cuidadosa con cada pisada de no pisar ninguna rama o algo que delatara su posición. Apunta el collar para alumbrar, Y en una zona entre unos árboles con algo de vegetación divisa la espalda desnuda de una mujer. Rápidamente se oculta tras un árbol cerca de ella. Su corazón late muy rápido, toma su collar y asoma la cabeza de nuevo a esa zona, con la ayuda del collar ve la escalofriante escena.

Unas mujeres desnudas, con alas en vez de brazos, y unos pies que parecían garras, todas de espalda, comiendo pobre zorro. Suyan, se sorprendió al punto de quedar en shock. Pensó que ya su mente estaba lo suficientemente abierta como para soportar lo que vería, pero esta escena bizarra sacada de un cuento del infierno, hizo que cada célula de su cuerpo le gritara. - ¡Huye! -.

Instintivamente su cuerpo dio un paso hacia atrás, un paso que le costaría muy caro pues piso algunas ramas, causando un ruido minúsculo que en un momento cualquiera sería omitido como si nunca hubiese existido. Pero por las altas horas de la madrugada y la soledad del pasaje. Eso fue suficiente para que las abominables criaturas volteen hacia ella. Suyan pudo ver sus ojos y rostro que estaban cubiertos de la sangre del animal. Rápidamente se agachó, tratando de ocultarse lo más pronto posible. -"¿Me vieron?"- Se preguntaba mientras yacía acurrucada detrás del árbol entre los arbustos. Se llenó de valor, y asomó la cabeza una vez más por donde estaba esa zona, ayudándose del collar para poder divisar lo que fuera a ver.

Pero se habían ido, las criaturas desaparecieron demasiado rápido. Antes que Suyan fuera a pensar en que había ocurrido, un sonido distante de un aleteo, se escuchó.

Suyan se alivió, su corazón sintió paz. Significaba que las criaturas ya estaban volando lejos.

"¿Las habré asustado?"- Pensó, mientras miraba solo al pobre zorro desgarrado.

Fue entonces, cuando empezó a temblar, recordó la pista de la entidad. "El hecho que escuches que el aleteo este lejano a ti. Eso solo significa, que la criatura está cerca".

 Miró al cielo y ahí las vio. 2 de ellas en las copas de los arboles mirándola fijamente y una en el cielo volando.



SuyanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora