CAPITULO 5

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A pesar de que Sandy se negó a que Dorothy le comprara nada, fue tanta su insistencia que al final terminó con un vestido escotado y entallado rojo de Prada, unos tacones de vértigo y una cartera a juego que le sentaban de maravilla.
—Pareces una actriz de Hollywood, Sandy, estás radiante… —le dijo su madre en cuanto acabó de vestirse.
—Todavía no sé ni cómo he terminado embutiéndome en este vestido. ¡Al final Gary Scott se ha salido con la suya! —refunfuñó mientras se retocaba el maquillaje frente al espejo.
Su madre sonrió encantada y, admirada del porte divino de su hija, luego repuso:
—Deja de quejarte, Sandy. ¿No ves lo afortunada que eres con que tu jefe se salga con la suya y te compre un vestido tan bonito? Oye ¿pero no será que le gustas? Porque esto de que se gaste ese dineral no es normal…
Sandy se quedó rígida, con la barra de labios en la mano y replicó:
—Lo ha hecho para humillarme, bien claro que me dejó que visto de trapillo… Y que conste que si me pongo este vestido es por Dorothy que lo eligió con mucha ilusión para que lo luzca esta noche, si no de qué iba yo a darle el gusto a ese orangután…
—Un orangután que te ha pagado un vestido carísimo y al que yo creo que le gustas…
Sandy resopló nerviosa y le rogó a su madre:
—No sigas, mamá, porque no hay nada de nada. Es mi jefe, no le soporto, él a mí menos y si sigo ahí es por la adorable de Dorothy…
—Vale, vale… Está bien. Punto en boca, sobre tu jefe. Aunque le estamos muy agradecidos porque si no es por él… Dime tú de qué íbamos a comer…
El padre de Sandy desde que la fábrica en la que trabajaba había cerrado hacía un año, no había encontrado ningún otro empleo.
La madre era recepcionista en un consultorio médico, pero su sueldo apenas daba para pagar la hipoteca del apartamento en el que vivían, la luz, el agua y el teléfono, así que gracias al sueldo de Sandy podían hacer la compra y pagar los gastos de la escuela de sus dos hermanos pequeños.
—Puedo encontrar trabajo en otra parte, no le debo nada a ese cretino… —aseguró Sandy acabándose de retocar los labios.
—Ese hombre será todo lo cretino que tú quieras pero te paga con generosidad, en ningún otro lugar iban a remunerarte como lo hace él.
Sandy guardó su barra de labios en la cartera y le aclaró a su madre:
—Créeme que no está pagado aguantarle. Es controlador, autoritario, arrogante, obsesivo… Entiendo que tiene devoción por su abuela, pero se pasa veinte pueblos protegiéndola… Teme a cada instante que le pase algo, tiene sobre ella una hipervigilancia y cuidado que me tiene completamente desquiciada…
—Es que es todo lo que tiene, Sandy. Ese chico está muy solo…—Es un tío triunfador, tiene que tener a miles de mujeres suspirando por él, está solo porque quiere… O mejor dicho porque nadie le aguanta… —matizó soltando una carcajada.
Sin embargo, la madre puso una cara de pena y le pidió a Sandy:
—Ten un poco más de empatía, hija. Y paciencia, también. Pienso que ese chico está muy herido, pero es buena persona. El cariño que tiene a su abuela, lo bien que te paga, esas cosas solo hablan bien de él… Así que sé un poco más compasiva con él, ¿vale, cielo? —dijo poniéndose detrás de Sandy que estaba frente al espejo, y echando la melena preciosa de su hija hacia atrás.
Entonces, Sandy se volvió y le confesó a su madre…—No sé si debo contar esto, porque Dorothy me dijo que no se lo había revelado a nadie más que a mí. Pero creo que debes saberlo… Además, tú siempre lo sabes todo.
—Soy una madre, las madres lo sabemos todo de nuestros hijos con solo mirarlos a los ojos. Y yo sé que a pesar de que dices que ese chico es un horror, ves algo en él que respetas profundamente…—Su dolor, mamá… Tal vez sea eso... Verás… El otro día me contó su abuela que no solo perdió a su madre muy pronto, sino que su padre murió en unas circunstancias muy trágicas. Luego, le sucedió algo con una pareja, perdió al hijo que esperaban, abortó sin consultarle, y le abandonó de una forma muy humillante para casarse con otro.
La madre se llevó las manos a la cabeza y, muy conmovida con la historia, musitó:
—Pero cuánto ha sufrido ese muchacho… Nadie merece pasar por tanto dolor…
—Pero es tan fuerte, mamá… Se juró a sí mismo que jamás nadie volvería a ningunearle y montó su imperio…—Es un gran tipo, es digno de admiración, Sandy.
Sandy respiró hondo y reconoció:
—Sí, sí que lo es. Pero tenemos una incompatibilidad de caracteres tremenda…
—Tú padre y yo también la teníamos y míranos… ¡Llevamos toda la vida juntos, superando cada prueba que nos ha puesto la vida!
—Pero tú te llevas genial con papá…
—Uy tenías que habernos visto al principio, volaban los platos. Cómo no sería que a los quince días de relación me dije a mí misma: ¿de verdad quiero esto para el resto de mi vida? Pero nos queremos tanto, Sandy, y los dos somos tan apasionados, que bueno, al final todo fue una cuestión de ajuste, de saber ceder y de quererse y respetarse… —concluyó la madre encogiéndose de hombros.
—Me siento muy orgullosa de vosotros, mamá, pero yo jamás tendré nada con Gary Scott ni con nadie… Ahora mismo estoy centrada en mi trabajo y en mis estudios, y desde luego si llegara a tener un romance con alguien sería con cualquiera menos con mi jefe, que encima me odia.—No creo que te odie y tampoco creo que sea bueno cerrarse al amor. Hay que vivir hija, no todo es obligación… Estudiar y trabajar duro está muy bien, pero también hay que divertirse y disfrutar de las cosas bonitas de la vida. Como este baile de hoy, ¿me prometes que te vas a divertir?
Sandy dio un beso en la mejilla a su hija y luego le dijo:
—Está bien, mamá.
—¡Esa es mi chica! —exclamó la madre con orgullo, justo cuando llamaban al timbre del portal.
—¡Ya están aquí! —dijo Sandy nerviosa.
—Venga, cariño. Tranquila que todo va a salir bien…Sandy se despidió de su madre y luego de su padre y sus hermanos que estaban viendo un partido de fútbol en el salón y salió de casa deseando que las palabras de su madre fueran ciertas y que todo saliera bien por esa noche.
Porque con Gary Scott nunca se sabía…
Tomó el ascensor, donde se miró en el espejo por enésima vez para comprobar que su atuendo estaba impecable y luego se dirigió al portal donde estaba esperándole el mismísimo Gary Scott vestido de esmoquin…Está buenísimo, pensó, de hecho es el tío más bueno que he visto en mi vida, qué pena que sea tan puñetero y que encima sea mi jefe…
Lo que Sandy no sabía era que a Gary, en cuanto la vio con ese vestido rojo maravilloso que le marcaba bien las curvas, toda la sangre se le fue de inmediato a la entrepierna.
Qué mala suerte la mía, que la mujer más bonita y sexy de San Diego, sea la que más me toca las pelotas. No podía ser otra, pensó mientras Sandy ya estaba a su lado desprendiendo un aroma a rosas frescas que le puso más duro todavía.
—Buenas noches, señorita Peters. Ya era hora de verte vestida de verdad… —dijo ofreciéndole su brazo y pensando que él lo que más deseaba era verla desnuda, completamente desnuda y recorrer su cuerpo entero con la lengua.¿Ya vas a empezar? ¿Por qué no hacemos una tregua? Aunque solo sea por esta noche…
Gary no pudo evitar mirar la boca roja de esa chica que deseó besar hasta el infinito, hasta que no pudiera más y le suplicara que la penetrara por todas partes.
Pero ¿qué coño de pensamientos lujuriosos eran esos?, pensó Gary apartándolos de un plumazo de su mente, al menos de momento, y respondiendo a la chica, aunque solo fuera para dejar de pensar en guarrerías infinitas con ella:
—Está bien… Acepto. Si quieres tregua, tendrás tregua…

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