Nanase se encontraba totalmente enderezado, sentado en el frío suelo en comparación con su ardiente cuerpo. Una de sus manos le servía de apoyo, mientras la otra sujetaba aquel rojo cabello, controlando que no se pasara de la raya, pues su boca no era la cosa más segura precisamente, por mucho que dijera de saber cómo se hacía. A pesar de ello, su mirada no podía abandonar aquella imagen, una imagen que estaba lejos de haber pasado alguna vez por su mente, pero que sin duda no negaría que le excitara. Su boca, entreabierta, daba paso a una lengua, que seguía cada uno de los movimientos de la habilidosa ajena, preguntándose si algún día podría hacerle aquel trabajo al escualo. Pero… ¿desde cuándo se había preocupado por eso?
“Ya veo… esto son las cosas de parejas a las que se refería Rin…”
El pelirrojo se entretenía lamiendo la longitud de su miembro, que, aunque virgen, estaba realmente tenso. Y parecía bastante bueno en ello, por muy simple que fuera su técnica: comenzaba desde la base, subiendo despacio sin retirar la lengua ni un solo segundo, y en cuanto llegaba a su extremo, apretaba la zona más sensible de toda su virilidad, haciéndole soltar un agudo gemido. Sus manos presionaban la parte más baja, masajeando con los dedos aquella zona, buscando mantener el ritmo del proceso. Por su parte, Nanase no era capaz de aguantar los gemidos que se empujaban en su garganta, por lo que retiró la mano de su cabello, llevándola a su propia boca e hincó los dientes a su dedo índice, aunque aquello no cambiara demasiado la situación, pues los jadeos se escapaban sorteando cualquier obstáculo que tratara de impedírselo.
Aquellos ojos carmesí se deslizaron hasta el rostro de Haruka, un rostro completamente encendido, y acalorado. Además, los ojos ajenos no dejaban de tornarse cada vez que su lengua llegaba al glande, algo que hacía que Rin sintiera unas ganas indescriptibles de hacerle gemir más y más fuerte.
-Mírate Haru… -la lengua de Matsuoka abandonó aquel juguete- … estás totalmente hipnotizado… -el dedo índice del anunciante no dejaba de acariciar el extremo de su miembro.
-C-Cállate… ah… - la mirada azul suplicaba, suplicaba que cambiara aquel travieso dedo por sus labios, que acabara por fin con aquella presión que no hacía más que crecer, pero, irónicamente, deseaba que aquello durara más de lo esperado- ¿Cuántas… cuántas veces has hecho esto?
-Es la primera vez… tsk… no voy comiéndole la polla a la gente así sin más ¿sabes? –sus ojos carmesí reusaron el contacto, aunque fue suficiente para Haruka, ya preguntaría después, al fin y al cabo, si hablaba, no podía finalizar aquella felación.
-También es mi primera vez… -su voz temblaba tanto como lo hacía su cuerpo.
-¿No me digas? –una risa sarcástica recorrió los oídos ajenos- pensaba que eras un Play Boy, Haru chan…
-Cierra la boca… y no me llames así, sabes que me molesta… -la mano del ojiazul había vuelto a apresar algunos rojos mechones, obligándole a prestar atención a aquel “problemilla”- ...y acaba de una vez con esto… -el escualo sonrió, mostrando sus afilados dientes de una forma burlona, abriendo la boca y clavando la mirada en la azul ajena, cubriendo la sierra con los labios y rodeando el extremo, comenzando a bajar por su longitud. No necesitaba preguntarse cómo marchaba aquello, pues el rostro de Nanase habla por sí solo, por no mencionar los agudos gemidos que se escurrían entre sus apretados labios.
Aquel movimiento de ascensor aumentaba de velocidad hasta el punto en el que el pelirrojo sentía alguna que otra arcada, pero sin cesarlo, pues valía la pena por la simple imagen que le estaba brindando el delfín, retorciendo los dedos de su mano sobre su cabello, y rindiéndose, dejando que tanto los sonidos como un fino hilo de saliva brotaran de sus labios, invitando al que realizaba la labor a hacer aquellos movimientos más intensos, acompañándolos con insistentes succiones, algo que el moreno no se esperaba en absoluto, pero a lo que obviamente no hizo ascos.