TRAS LA DENUNCIA (LUIMELIA)

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Qué se suponía que debía hacer, estaba enfadada, con la sociedad, con un mundo que no la entendía, harta de que la trataran así, de sentirse atropellada, indefensa, de sentirse pisoteada, cansada de tener miedo... Por ser ella, por ser mujer, por ser lesbiana... No merecía los mismos que todos los demás, lo mismo que cualquiera, y no pedía tanto, solo un segundo de paz. Sentía que su vida no dejaba de girar, estaba mareada.

Pero no, parecía que cualquiera podía hacer lo que le diera la gana, mirarla, juzgarla, quemar su negocio, y ahora matarla, porque eso es lo hubiera conseguido ese loco, no acabar con sus ideas o sus libros, no, quería acabar con ellas y no era justo que quedara impune.

Ademas no lo entendía, nunca iba a entenderlo, que amar a un mujer pudiera molestar a otros. Que la vida no iba de eso, de señalar a otros, por pensar, por ver, por sentir diferente... Por no ajustarse estrictamente a esas reglas que ella desconocía quien había escrito, y aun así sentía lástima por todas esas personas que nunca se darían la libertad, la oportunidad, el placer de querer a otro ser humano, así sin más, sin prejuicios, enamorarse de una sonrisa en un día bastante horrible en la barra de un bar, sin importar el cuerpo que habite. Enamorarse para ella, era eso, saltar al vacío y no saber muy bien donde vas a caer, pero sin tratar de detener el impacto, porque sabía que ella la iba a coger. Luisita le había enseñado a mirar con otros ojos lo que antes no podías ver. Se habían acariciado el alma, se habían deseado con miradas mucho antes de llegar si quiera rozarse la piel. Igual si era difícil de entender.

Habían estado a punto de matarla, de quitársela para siempre. Habían estado a punto de perderse la vida que tenían por delante, aunque fuera separadas, de perder el futuro, los sueños que aun estaban por cumplir, algunos con los que aún ni si quiera se habían atrevido a soñar y mucho menos a pronunciar en alto. Ella tenia razón esta vez al menos y los demás estaban equivocados, ese hombre tenia que pagar por lo que había hecho. Y por eso lo había denunciado, sin medir demasiado las consecuencias.

Desde que Marcelino se había marchado de su casa no podía parar de darle vueltas, se preparo un café. Ayer por la tarde lo tenía claro; Ya no le quedaba nada, ya no tenia familia, había perdido su trabajo, ahora su negocio, no había recuperado a Luisita... Le habían quitado tanto, que le habían quitado hasta el miedo. Ya no tenia nada que perder, no le importaba volver a la cárcel, necesitaba quitarse esa sensación de culpa, de haberle fallado. Y no se daba cuenta que volvía a no escuchar, de que se perdía lo único que importaba.

Recíproco, Marcelino, le había dicho que era recíproco. Ella no dudaba que Luisita la quisiera, pero no como ella deseaba, ella anhelaba que la mirara como antes, sacarle esa sonrisa que había fabricado solo para ella, que la buscara, que no pudieran apagarse las ganas que se tenían, sus risas, recuperar ese secreto que era solo de ellas y que el resto de la humanidad desconocía. Como habían dejado que todo eso se esfumara, cuando ellas se habían prometido la vida.

Luisita había sido clara, muchas veces, otras tantas no, con sus idas y venidas. Le había dicho "Tu podrás olvidarlo pero yo no puedo", es que no lo entendía, tan horrible había sido su historia, para que Luisita cerrara la puerta así, sin un resquicio para que ella pudiera abrirla, aunque fuera despacio, poco a poco... Creyó que tenía una posibilidad después de su cita cuando rozó su mano y la sintió temblar. Pero Luisita se lo había repetido en varias ocasiones, aunque, ella se negará a aceptarlo, cuando eligió a Sebastián, cuando le negó que volviera a besarla y ya no lo intento más. Cuando le dijo que no podía ni mirarla y ella simplemente le contesto que las amigas también se miran (también se miran, ellas que habían hecho el amor con la mirada mas veces de las que se permitía recordar). La confundió cuando pareció que iba a besarla en la librería, pero fue eso, un espejismo de sus ganas como todas las que había tenido aquella semana, al día siguiente la había apartado de un plumazo, una vez más. Y La ultima vez sólo hacia unos días en la librería, su tren ya había pasado. Ella la observo apoyada en el marco de la ventana mientras fumaba, pensando que nunca hubiera imaginado que acabarían así... A un par de metros de distancia, y con un océano de dudas, miedos y reproches entre ellas, que las separan cada vez más. Y en ese instante acepto lo inevitable, no se rendía porque no sabia cómo se hacia aquello, pero lo que no habían conseguido los kilómetros, terceros, reproche sin sentido... lo consiguió aquel libro. Ellas no iban a ser animales malheridos. Acepto que Luisita había pasado página, que debía dejarla marchar, para que las dos pudieran tener una vida, aquí acababa la historia de Luisita y Amelia, o eso pensaba.

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⏰ Última actualización: May 24, 2020 ⏰

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