Cuerpos celestes

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Alba anda revolucionada porque le han dicho que esta tarde van a hacer un plan especial y no para de preguntar tratando de averiguar todos los detalles. Así que el día empieza con mucho movimiento y quizá demasiada energía, por lo que a Aitana no le da tiempo a pensar mientras Alba tira de su mano tratando de guiarla hacia el baño para que le haga unas trenzas.

Luis sonríe y coge de las manos de Aitana la taza que a duras penas le ha dejado terminar la niña. Tanto entusiasmo les hace llegar rápido al colegio porque Alba cree fielmente que el tiempo pasará más rápido cuanto más veloces sean. Así que la mañana se le hace interminablemente larga.

Casi tanto como a Luis y Aitana, cada uno en su puesto de trabajo. Aitana tiene que admitir que está algo espesa y que le cuesta concentrarse en la reunión en la que lleva ya encerrada más de tres horas.

No es fácil. Nunca lo será. Pero no puede estancarse porque le gusta la nueva Aitana en la que se está convirtiendo. 

Han comprado entradas para una proyección del planetario en una hora. Luis espera que Alba no pase miedo y pueda ver la película. Las pocas veces que han ido al cine ha acabado llorando y agobiada, razón por la cual el cine casero de los viernes en su cama es la mejor opción y la que menos disgustos les trae a todos.

Luis y Aitana caminan de la mano despacio mientras Alba inspecciona cada rincón de las salas de exposiciones. A veces se queda embobada viendo un vídeo de cómo giran los planetas alrededor del sol, en otras ocasiones se entretiene mirando las alarmas de incendios. Sin embargo, en su mirada ilusionada se nota que está disfrutando de la tarde. 

De vez en cuando les llama la atención y les hace preguntas, o pide a su padre que la coja en brazos para poder ver mejor algo que no está a su altura. Aitana les observa solo unos pasos más atrás relajada. Alba es una fuente de paz y estar en su compañía siempre dulcifica el momento. 

- Mira, Aiti-se gira entre los brazos de su padre para hacer que se acerque a ellos y enseñarle que las estrellas pueden ser de distintos colores. 

Luis sonríe mientras Alba le va señalando las imágenes a una Aitana que la escucha atenta y con una media sonrisa en la cara. Aún siente cómo escalofrío le recorre cuando recuerda cómo, en esa fecha hace ya dos años, Aitana se rompió entre sus brazos confesándole que el dolor que sentía en ocasiones era tan insoportable que le costaba respirar. 

Supone el dolor sigue ahí, en alguna parte de su mirada brillante y su sonrisa. Cree que aparte, de sus ojos, es lo más le gusta. Y hubo una época en la que sonreía tan poco que incluso le parecía una especie de estrella fugaz, de reflejo tan rápido, que a veces dudaba de haberla visto. Pero ahí estaba, cada vez menos cara de ver.

Desde entonces solo quiere capturarla. Tatuársela en la retina para que nunca se le olvide, para que siga iluminando su vida.

Aitana le acaricia la espalda. Él se gira hacia ella y le sonríe haciendo que Aitana lo haga aún más.

Así. No te muevas. Click. Para el archivo de su memoria.

Entrar en esa sala, le pone un poco nerviosa, así que Alba se agarra con fuerza a una mano de Luis y otra de Aitana. Alza la mirada y se encuentra con un par de sonrisas que le transmiten la suficiente seguridad como para avanzar a su lado. 

Aitana indica las butacas que les corresponden y Alba teme que ese sitio sea una especie de cine. Mira alrededor desde su butaca con sus piernas en horizontal, que ni siquiera puede balancear, y de repente echa mucho de menos no tener a Fipi con ella. Luis repara en el ceño fruncido de su hija y alarga el brazo para hacerle cosquillas en la tripa.

- Nena, ¿te sientas aquí conmigo?- propone dándose un par de palmadas en las piernas, a lo que Alba asiente con la cabeza enseguida alargando los brazos para que pueda sentarla sobre ellas.

Canción Desesperada (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora