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DYLAN:

Cuando me desperté la cabeza me tamborileaba y la boca me sabía a metal.
Miré el reloj colgado en la pared enfrentada a mi: las 4:07 pm.
Mierda, mierda y más mierda. ¿Cuánto tiempo llevaba durmiendo?
Cogí mi teléfono preparado para ver las llamadas perdidas de Ivy y sus mensajes de Whatsapp diciéndome que estaba enfadada y que volviera ya.
Cual fue mi sorpresa al ver que no había nada, ni un mensaje, ni siquiera una llamada.
Me extrañó bastante y un escalofrío me recorrió el cuerpo al pensar que algo le podría haber pasado; deseché la idea al instante cuando recordé que era prácticamente imposible entrar en casa: había un guardia en la puerta y unas cuantas cámaras de seguridad bien repartidas, aparte, John estaba ahí con ella y si algo malo hubiera sucedido me hubiera contactado ¿verdad?

***

Aparqué delante de casa y me quedé en el coche unos minutos, debía prepararme mentalmente para
soportar la que me iba a caer.
Me quité las gafas de sol y suspiré agotado.
Vi mi reflejo en el retrovisor: mandíbula marcada, tez blanca sin apenas imperfecciones, ojos verdosos adornados con ojeras y labios carnosos, rosados.
Era atractivo y lo sabía.
"Pero estas podrido por dentro, has echo daño a la única persona que te ha amado incondicionalmente"
Cállate joder, ¡cállate la maldita boca! — rugí inconscientemente.
"Estás vacío Dylan"
Bajé sin pensármelo dos veces y cerré de un portazo la puerta.
La puta vocecita había vuelto. Después de un par de semanas, mi consciencia había vuelto para joderme la vida otra vez.
Sacudí la cabeza e inhalé dirigiéndome hacia la casa.
Me extrañó demasiado no ver a Owen en la puerta, vigilando.
Mi corazón se paró durante unos segundos que parecieron años.
¿Qué carajos estaba pasando?
Salí corriendo hacia la puerta para descubrir que estaba abierta.
Subí lentamente cada escalón, como si pudiera atrasar a lo que fuera que me iba a enfrentar.
Tuve que sujetarme al pasamanos para evitar caer.
Un pequeño rastro de sangre que antes no había notado bajaba las escaleras hasta llegar a la puerta de la casa.
Me ardían los ojos y sentía que en cualquier momento iba a caer al suelo, me sentía débil, como nunca me había sentido en mi vida.
Siempre había sido un jodido líder, no le temía a nada porque nada podía hacerme daño, era experto en romper y en este momento me habían roto a mi.
Seguí caminando hasta abrir la puerta de la habitación de John.
Caí de rodillas al suelo intentando calmar mi respiración que se había descontrolado.
"Respira Dylan, relájate y respira"
Estaba intentando pensar en otra cosa para distraerme durante un momento, quería evitar lo que se avecinaba: un ataque de ansiedad.
Cerré los ojos y permití a mi imaginación viajar lejos:

Hace un mes, cuando fui con Ivy a la casa de playa que era de su madre, solía visitarla con John para despejarse.
Era un lugar bonito, cálido que emitía paz y daba ganas de follar unas cuantas veces al día.

Estábamos en la playa sentados viendo a un grupo de chicxs jugar con una pelota desgastada.
"Esa mierda esta peor que mi corazón"
Sin darme cuenta me había quedado observando a una de las chicas que estaban allí.
Era más o menos alta y tenía la piel bronceada, como si fuera de caramelo. Su pelo era bastante largo y rizado, de un color castaño oscuro.
El color del bikini que llevaba resaltaba su color de piel y las curvas que tenía: azul eléctrico.
La pelota calló cerca nuestra haciendo que volviera a la realidad y miré a la diosa griega que estaba sentada a mi lado.
Ivy ese día estaba preciosa: llevaba un bañador rojo que se ceñía a su figura, tenía el pelo rebelde: sus mechones rubios ondeaban suavemente con la brisa que había y tenía la mirada... ¿perdida?
Se me encogió el corazón al verla de esa manera por lo que intenté acercarla a mi, a lo que ella respondió pegándome un manotazo y volviendo a la casa.
La seguí con la mirada confundido, ¿WTF bro?
Dejé que pasaran diez minutos antes de encaminarme yo también a la casa de playa.
Cuando llegué fui directo a nuestra habitación para intentar hablar con ella, pero me detuve al notar la puerta entrecerrada y ver a Ivy delante del gran espejo de cuerpo completo mirándose, analizándose.
Su expresión transmitía tristeza.
Me dolía en el alma verla de esa manera así que decidí intervenir.
Entré y me senté en el borde de la cama situada detrás de ella.
No iba a presionarla para hablar, iba a esperar hasta que estuviera mejor para que me explicara el motivo de su cambio de ánimo.
De repente se dio la vuelta lentamente y se dirigió a mi pero sin mirarme a los ojos como hacia siempre.
— Lo siento Dylan — sonaba apagada.
— ¿De que hablas amor? — pregunté confundido.
— De esto — sollozó señalando su cuerpo.
La observé detenidamente esperando que me lo explicara.
— He visto como te has quedado mirando a esa chica Dylan, y no te culpo, créeme que no — cerró los ojos por un momento mientras que se limpiaba las lágrimas con el dorso de la mano — yo no tengo nada de eso, estoy llena de estrías — señaló sus glúteos perfectos y las marcas que había en ellos, eran rallas que surcaban su piel haciéndola aún más bella — no llego a medir siquiera 1.65, joder... Parezco tu puta hermana — gimoteó amargamente.
Me levanté y me situé delante de ella.
Tuve que agachar la cabeza porque como Ivy había mencionado había una diferencia de altura.
Levanté su cara suavemente obligándola a mirarme.
Intentó apartar la mirada.
— Ivy mírame — ordené suavemente.
— Dylan...
— Te lo voy a decir solo una vez Ivy, eres jodidamente perfecta con tus estrías y tu poca altura. Te lo juro que me vuelves loco con tus caderas y tu sonrisa — sonreí mirándola — podría jurarte miles de veces lo normales que son las estrías, a mi me parecen maravillosas, nos recuerdan que somos personas Ivy, personas de carne y hueso.
— Yo...
No permití que terminara.
Pasé mi pulgar lentamente por sus labios perfectos.
Sonreí al notar el escalofrío que había recorrido su cuerpo.
Me incliné hacia Ivy y la besé con suavidad. Ella jadeó sorprendida pero después se dejó llevar. Sentí que un hormigueo me recorría el cuerpo.
Sus labios eran cálidos y suaves.
Pasó su mano por mi pelo atrayéndome más hacia ella.
El beso se tornó más pasional, energético.
Necesitaba más de ella.
Ella necesitaba más de mi.
Bajé mis manos que habían estado sujetando su cara durante este tiempo, se dirigieron a su cuello y  apreté suavemente los pulgares, intentando echarle la cabeza hacia atrás.
Separé nuestras bocas para atacar su cuello, mordiendo y chupando.
Sentía su cuerpo desfallecer.
— Dylan... — me rogó atrayéndome cada vez más y más hacia ella.

Un sonido ensordecedor me sacó de mis pensamientos: un rayo.
Había empezado a llover de manera descontrolada.
Sacudí la cabeza alejando los recuerdos que amenazaban con hacerme llorar.
Me levanté en dirección a la habitación que había estado compartiendo con Ivy.
Estaba casi intacta.
No había indicios de violencia.
Me llamó la atención los trozos de vidrio que habían en el suelo.
Era la taza favorita de Ivy.
Se me encogió el corazón al pensar en que había echo que se rompiera.

Algo malo había pasado.

Y yo iba a descubrir que demonios estaba pasando.

Baia baia, que está pasando aquí?
Solo os digo que esta historia puede ser que se acerque a su final :)
Van a pasar cosas que ni yo me esperaba jeje
Aviso que os agarréis bien fuerte porque aquí nadie es quien parece, y todos esconden secretos.

*A caray, esto si me interesa*

Podéis votar para mostrarme vuestro apoyo y que os está gustando la historia.
Nos leemos 👋🏽

Arís [en edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora