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El forense se llamaba Jules King. Era un hombre negro, joven y tan delgado que algunos apodaban “fideo”, pero sólo cuando estaban fuera del trabajo. Dentro de la oficina, era tan sólo King, y Dylan prefería llamarlo así siempre.
Dylan llegó hasta el sórdido subsuelo donde King trabajaba. Puede que se haya dedicado a analizar crímenes, todos ellos muchas veces atroces, pero el hecho de estar todo el día a solas entre cadáveres, tocándolos y buscando rastros de quién sabe qué en ellos, le parecía bastante más desagradable.
- ¡Así que el señor Blake nos ha dignado una visita!- dijo King. Vestía con la bata de médico que le habían conferido sus estudios, y llevaba debajo una camisa rosada.
Dylan se le acercó, y se estrecharon la mano.
- ¿Alguna noticia del Sátiro, hermano?- inquirió King.
- Bueno, hay una vieja que dice haberlo visto, pero tengo mis dudas.
- Tú siempre tienes tus dudas.
- Por eso soy bueno en lo que hago. – respondió Dylan. – Y dime, ¿algo nuevo? Dime que sí, por favor, estoy harto de intentar seguir pistas que no conducen a ninguna parte.
- Siento decir que… te haré feliz por un momento. – dijo King.
Dylan miró hacia arriba, como agradeciendo a algún Dios por oír sus plegarias.
- ¡Por fin! – exclamó. - ¿Y qué has hallado?
- Acompáñame. –dijo el forense.
Dylan Blake siguió a Jules por la galería, hasta llegar al sitio donde realizaba el “trabajo sucio”. Consistía en una habitación de paredes tenebrosamente blancas, con estanterías llenas de sustancias que parecerían propias del laboratorio de un científico loco. En medio de la habitación, había una camilla con un cadáver rancio. Dylan miró al muerto, con la cara pálida, los ojos vidriosos, aspecto entre insípido y desagradable.
- Pensar que ésta sería la última imagen del poderoso Palm. – masculló el detective.
- Desde luego que sí. Y vaya qué tipo, hermano. Era un crack. – apuntó King.
- ¿Un crack?
- ¿Has visto el auto que tenía?
- Estudié ese auto millones de veces. Era un…
- Bentley.
- El Flying Spur 2014. – añadió Dylan.
- Yo me compraré ese auto.
- Seguro que sí. Ahora vamos al grano, ¿qué tienes que decirme?
Jules King se dirigió a uno de los tubos de ensayo, que contenía un líquido blancuzco.
- ¿Sabes qué es esto? – preguntó King.
- Ni puta idea. Dímelo tú, ya que eres el experto.
- Amoníaco.
- Creí que era incoloro.
- La verdad es que sí. Pero si se le mezcla con blanqueador, se hace un gas letal para el que lo aspire. Encontré rastros de esto en el ministro. Y para cerciorarme, revisé a los otros “pacientes”.
- ¿Y?
- Tenían lo mismo en sus pulmones. ¿Recuerdas que te dije que, según los disparos, no se tenía muy clara la hora de muerte? Ahora llegamos a algo: no murieron por eso, los baleó una vez que ha estaban muertos. Lo que me pregunto es cómo sobrevivió ese tipo. ¿Será un fantasma?
- No. – replicó el detective. – Usó una máscara anti gas.
- No debe ser muy usual ver por la calle un hombre con máscara anti gas.
- No creo que la usara para salir a la calle, King. Pero no veo otra opción.
- No pareces estar dichoso.
- Lo estoy. – aseguró Dylan, pero seguía circunspecto. – Lo estoy. Es un avance, pero como es lógico, conduce a más preguntas. Siempre es así, hasta que llegamos a la respuesta definitiva. – hablaba más para sí que para el forense, pero Jules lo oyó con paciencia. Dylan se dirigió hacia King. – Gracias, amigo. Se lo diré a Smith.
- Desde luego.
Dylan caminó hacia la salida, pensativo. De no estar en nada, de pronto, empiezan a surgir las respuestas. Respuestas al principio que tampoco conducen a nada, pero de eso se trata. De hallarles el sentido.
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Agentes de Prueba
Misterio / SuspensoDylan Blake es agente de policía, de la brigada de homicidios, NY; donde tienen un caso bastante difícil. Una día, recibe una sorpresa: lo llaman de FBI, le ofrecen un puesto, el que tendrá que ganarse, ya que hay otro candidato, un tal J. Dixon. L...