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Cuando el invierno se apaga y las flores de cerezo se iluminan

Intenté que no se me notara la expresión de sorpresa, pero aquel cambio era tan enorme como el pie de un gigante

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Intenté que no se me notara la expresión de sorpresa, pero aquel cambio era tan enorme como el pie de un gigante. Jin entró en el aula con el cabello a la altura de la nuca y un flequillo que caía en cascada sobre su frente. No había truco: ni un moño bajo o una coleta a ras del cuello. Realmente había cortado su larga melena.

Explicó que necesitaba algo que la hiciera sentir diferente y que Alex le había sugerido menguar la largura de su pelo. Sin embargo, y tras ver el rostro confuso de mi mejor amigo, supe que él no se había referido a un corte tan sumamente brusco.
En cualquier caso, seguía estando preciosa. Con unos labios pequeños pero rollizos, pintados de un suave rosa pastel que le proporcionaban la dulzura propia de una niña. De hecho, su nuevo aspecto le había otorgado la frescura de una mariposa que acaba de adquirir sus alas y anhela echarse a volar.
Sus ojos poseían un brillo especial que no supe identificar. Quizá, y ahora que sé lo ocurrido, se trataba de un fulgor que pedía a gritos convertirse en una llama henchía de vida.

—La primavera trae consigo cambios bonitos, ¿verdad? —dijo Jin, removiendo su corta melena con una impecable sonrisa dibujada en los labios—. Por eso a Asher-chan le gusta tanto. ¿Has visto Tokio en primavera?

Mordí mi labio inferior y sacudí la cabeza para dar una respuesta negativa.

—Los árboles de sakura se convierten en escenario de esta estación. Las flores de cerezo brotan con ternura y visten los árboles de un rosa similar al que pintan mis labios.

Su sonrisa se ensanchó a la par que su ceño se fruncía, como si los engranajes de su cabeza se estuvieran moviendo al ritmo en que maquinaba un plan fantástico. No tardó más que unos segundos en exponer sus pensamientos:

—Me gustaría que algún día vinierais conmigo a Tokio. Es una ciudad muy concurrida, pero yo conozco los mejores lugares y los sitios menos visitados en los que meditar con calma.

Alex la envolvió con brío entre sus brazos y asintió contra el hueco de su cuello. Enredó, al mismo tiempo, sus dedos en el corto pelo de su novia y tiró de él con suavidad, en un gesto de cariño muy íntimo que me hizo querer desaparecer.
A menudo se me olvidaba que eran pareja. Y no era solo por el hecho de que yo estuviera enamorado de Jin. Ellos no solían demostrar amor más allá del amistoso cuando se encontraban conmigo –que era, en realidad, casi siempre–, lo que provocaba que mi mente se enredara y mis pensamientos me llevaran a la conclusión de que yo tenía alguna oportunidad con ella.
No podía estar más equivocado, porque a Jin le gustaba demasiado Alejandro como para sopesar siquiera emparejarse conmigo. Yo era algo así como su hermano… o, quizá, su amigo confidente. La persona con quien compartía algunos de sus secretos. Sin embargo, a ojos de todos, Alex incluido, Jin seguía resultando ser muy reservada. Estaba envuelta en un halo de misterio; era un enigma muy complejo de resolver. Lo único que nos permitía ver, era esa fachada risueña que no la abandonaba nunca.
Ojalá hubiéramos sabido… Ojalá hubiera tenido la confianza suficiente como para pedirnos que la ayudáramos a desenredar todo eso que la acompañaba ahí arriba, en la cabeza.
Los problemas del corazón pueden repararse con el tiempo; los de la cabeza, no obstante, tienden a necesitar de una ayuda externa. Es muy complicado desatar los nudos uno solo.

—Será un placer, Jin —le dije, un tanto cohibido por el apretón que ella y Alex se habían dado—. Siempre he sido bastante aficionado a las cosas japonesas.
—Doy fe de ello —corroboró mi mejor amigo—. Antes de conocerte, no salía de casa porque le gustaba quedarse viendo esas series animadas… ¿cómo se llamaban?
—Anime —respondimos Jin y yo al unísono. Nos sonreímos en silencio, como si fuéramos cómplices de un crimen que solo nos competía a nosotros dos y a nadie más.

Alex no prestó atención a aquello.

—Eso, eso. Anime —afirmó.

Echó un brazo por encima de los hombros de Jin y esperó, paciente, a que sonara la alarma que indicaba el inicio de las clases.

Las vistas desde el corazón de JinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora