Despertó con la garganta irritada, tal vez por tanto gemir la noche anterior o por dormir descubierto, lo cierto es que a duras penas podía hablar. El desayuno con su abuelo fue austero, un vaso de avena con manzanas y almendras, el camino a la universidad fue más agotador de lo que normalmente era gracias al dolor de sus caderas que le obligaba a caminar a paso lento. Como cada mañana el tren estaba abarrotado, llegó tarde porque una calle estaba cerrada y no pudo entrar a su primera clase, historia del arte. En la cafetería no había sándwiches que no fueran light libres de gluten y asquerosamente saludables. Así que todo pintaba terriblemente mal para él ese día.
Con dos barritas de cereal, que eran lo único que quedaba en la máquina dispensadora, se sentó en las escaleras de la entrada de su facultad a esperar su segunda clase, alzó el volumen de sus cascos para disfrutar de Rammstein como Dios manda y abrió su primera barrita.
No sabía qué era, pero desde hace un buen rato sentía la mirada de varias personas sobre él, no era extraño que la gente se sentara en las escaleras de su facultad, así que no era eso, pero parecía que toda persona que cruzaba por ahí tenía que interrumpir, por fuerza mayor, sus importantes actividades en los teléfonos para mirarlo por unos breves segundos.
Los siguientes minutos estuvo dibujando algo abstracto en su cuaderno solo para pasar el rato hasta que los alumnos empezaron a salir del edificio, supo entonces que era hora de entrar a su siguiente clase. Al entrar a la facultad la misma sensación de ser observado se repitió nuevamente, se sentía como esas chicas de películas americanas donde todo el mundo se apartaba de su camino.
Apresuró sus pasos hasta el taller de dibujo que tenía en ese momento y se sentó delante del todo porque era una de sus clases favoritas. Minutos después sus demás compañeros llegaron para llenar los espacios vacíos. A pesar de ser normal los murmullos y conversaciones antes de la llegada de la profesora, sintió que todos los comentarios se dirigían hacia él ¿Podía ser eso posible?
Su móvil vibró en su bolsillo, aprovechando la demora de la docente, el rubio se dió la libertad de sacarlo. Era un mensaje de Otabek y una notificación de verificación de Simon Says que seguramente le daba los créditos.
"Tenemos que hablar Plisetsky"
Era todo lo que decía el mensaje.
Cuando salía de la facultad sintió su camiseta siendo tirada hacia un lado con tanta fuerza que el mundo se tornó borroso por unos segundos. Poco después se vio siendo arrastrado por detrás del edificio hacia donde estaba uno de los caminos menos transitados de esa zona.
— ¿Qué demonios? — Logró liberarse del fuerte agarre de su atacante justo debajo de las escaleras de emergencia de la facultad de artes. Ese lugar solía ser utilizado por las parejas para cosas indecorosas debido a la sensación de intimidad que lograba dar.
Cuando levantó la mirada se encontró con los ojos furiosos de Otabek que casi parecía resoplar como un toro. Lo empujó con fuerza contra el muro de hormigón para luego estampar su puño en la barbilla del rubio. El golpe fue más que sorpresivo, su cabeza rebotó duramente contra la pared y el dolor agudo se extendió por toda su mandíbula.
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Simon Says [OtaYuri]
Misterio / Suspenso"Simon dice que entres" Yuri Plisetsky tiene tres meses para conseguir suficiente dinero para la operación de su abuelo y se aferra a una leyenda urbana llamada Simon Says, una aplicación que solo unos pocos pueden encontrar... pero una vez que la...