Capítulo único.

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"Mi pequeña rubia de ojos azules y olor a canela, espero encontrarte en otra vida para amarte con la libertad que no pudimos, como te lo mereces

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"Mi pequeña rubia de ojos azules y olor a canela, espero encontrarte en otra vida para amarte con la libertad que no pudimos, como te lo mereces.

Esto hubiera sido otra historia si no hubiéramos entregado nuestros corazones por la libertad de los muros, pero quizás no te hubiera conocido tampoco.

Mi pequeña rubia con olor a canela, tan determinada y soñadora, tus ojos me han atrapado completamente pero no te pude amar, te prometo que hasta que me muera lucharé por mantener esa sonrisa en ese esbelto rostro.

Nanaba, si lees esto, lucha por tus sueños, conmigo o no, sigue adelante, porque mientras tú sonrías yo me mantendré con vida, aunque no esté a tu lado.

Mi pequeña, tienes completamente mi corazón, esto solo será otra historia, pero en otra vida te amaré y jamás te soltaré la mano".

Te lo dedica un rubio con buen olfato.

Nanaba arrugó fuertemente contra su pecho la carta del que solía ser su capitán y pareja, aunque solo era un secreto de ambos, ya que las relaciones de subordinado y superior estaban prohibidas.

Luego de que se refugiaron en el castillo Utgard al caer la noche, fueron atacados por sorpresa por los titanes. Debido a que los soldados sospechosos no portaban equipo de maniobras tridimensionales, junto a su escuadrón fueron los únicos capaces de enfrentarse a ellos.

Presenció la muerte de sus amigos en carne propia, todo había pasado tan lento para ella, que Henning y Lynne fueran aplastados por piedras y que Gelgar se quedará sin gas y cuchillas al igual que ella, no pudo salvar a ninguno y se culpaba por ello, había sido un milagro que aún estuviera viva.

No constaba que al volver al cuartel le dieran la innombrable noticia de que su amado capitán murió en la misión, aún no daba crédito a eso, la persona que más amaba se apartó de su lado y todos sus amigos también, en tan poco tiempo, fue una noticia tan difícil de digerir.

Por pedido del comandante comenzó a recoger en una caja las pertenencias de su capitán, al estar en las penumbras en plena noche y la oficina ser solo alumbrada por unas tenues velas, se dio el lujo de llorar y sacar a flor de piel todo lo que no pudo en ese día.

Al abrir uno de los cajones del escritorio encontró una carta dentro de un sobre, en ella se encontraba una perfecta tipografía hecha con pluma y tinta, esa letra era tan conocida para ella, le pertenecía a su amado.

Temblorosamente y tragando el nudo en la garganta leyó el exterior de la carta, "Mi pequeña rubia con olor a canela" era el apodo que él utilizaba cariñosamente para dirigirse a ella.

―Mike... Te amo.

 Te amo

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"Canela". [ Mikenana One-shot]. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora