Naruto
No podía dormir, y la culpa era de esa increíble cena. ¿Empacho?, ¡no!, diablos. Mi estómago estaba lleno, pero no iba a reventar y, aunque así fuera, ni loco iba a dejar salir de él nada de lo que había metido dentro. Soy un hombre grande y tengo que alimentar este cuerpo, pero tampoco me volvía loco comiendo, como me había pasado antes. No podía parar. Todo, absolutamente todo estaba increíble. No sabía que era un goloso hasta que no pude resistirme a comer dos porciones de ese estupendo arroz con leche. Uf, mañana tendría sesión doble en el gimnasio de la estación, solo para quemar toda la ingesta de esta noche. Pero lo mejor no había sido la comida, no, había sido ella. Me asombraba lo fácil que era charlar con Hinata de cualquier cosa. Sabía mantener mi atención y cuando era yo el que hablaba, escuchaba como si realmente le interesara todo lo que salía de mi boca. Era inteligente, despierta, ingeniosa y la sonrisa no abandonaba su cara, como si se negara a que el pesimismo llegara a tocarla. Iba a ser difícil tenerla en casa y no intentar que las cosas avanzaran a mi favor. Al principio, he de reconocer, me llamó la atención lo bien que llenaba ese soso uniforme de enfermera. No lo voy a negar, tengo sangre italiana corriendo por mis venas y me tira un buen culo. Unas caderas con sus curvas, una delantera aceptable, un rostro bonito y estoy perdido. Hinata tenía todo eso. Y a medida que la iba conociendo, más me gustaba y más convencido estaba de que tenía que conseguirla. El problema era su novio, o ex novio, o lo que fuera Kiba en ese momento y, sobre todo, lo preparada que estuviese Hinata para meterse en una relación. No, ella aún no estaba lista, necesitaba tiempo. Tiempo para decidir qué iba a hacer con Kiba, tiempo para sanar su corazón dañado, tiempo para sentirse de nuevo a salvo. Podía entender eso, respetaría su espacio mientras ella hacía su trabajo, pero maldita la gracia que me iba a hacer. Soy un hombre de acción, cuando la adrenalina corre por mis venas pierdo la calma y actúo, y soy de los que se mueve rápido, quizás demasiado, pero eso no puedo evitarlo, es deformación profesional. Si no me muevo a la velocidad del rayo, el fuego me alcanza.
En fin, al menos el insomnio me había servido de algo. Había trazado un plan en mi cabeza. Iba a estar allí para Hinata, le daría el respaldo que necesitara y no la presionaría. No, nunca me ha gustado aprovecharme de la debilidad de otros. Y con Hinata no quería tener la duda de si me elegía para curar sus heridas. No, quería ser elegido sin ninguna coacción, por mí mismo, por lo que valgo, no por aparecer en el momento adecuado. No soy ese tipo de oportunista.
Escuché la alarma del despertador sonar y como un resorte me precipité sobre el botón de apagado. No sabía cómo ni cuándo me había dormido, pero el caso es que al final lo había hecho. Normalmente me despierto uno o dos minutos antes de que suene la alarma, pero ese día no fue así. Me quedé quieto unos segundos, intentando descubrir pasos o cualquier otra pista de que había despertado a Hinata, pero no escuché nada. Así que me levanté, me duché con rapidez, me vestí y bajé a desayunar. Eso de tener una cafetera que se programa es una bendición. Sobre todo para la gente que no le gusta perder el tiempo, como a mí. Me serví una taza y, al echar la leche, vi una fuente tapada en la nevera. No pude evitar sonreír. Hinata. Ella decía que solía cocinar para dos días, porque no tenía mucho tiempo para hacerlo, pero le gustaba comer “rico”, aunque fuese recalentado. Y es lo que seguramente había hecho, había dejado comida o cena lista. No quise resistir la tentación de coger un poco y llevármelo a la estación, y no para dar envidia a los compañeros, sino para saborear lo que sabía a ciencia cierta que era una comida sabrosa. Evité esa “oscura” tentación y me terminé mindesayuno. Pero mientras lo hacía, mis pensamientos volvieron a Hinata otra vez y le escribí una nota. “Si me necesitas, estoy a una llamada. PD. Si no contesto, es que estoy con algo caliente entre manos. Naruto.”
Quité la lona de encima de mi chica y activé la puerta del garaje. Suavemente la empujé y la arranqué fuera. Su ronroneo recorrió mi cuerpo como una caricia excitante y alcé la cabeza. Sí, sol, buena temperatura y mi Harley. Hoy iba a ser un buen día.