❇ La subjetividad del amor perdido y esas cosas ❇
Solo recuerdo que los días posteriores a la noticia, fui incapaz de derramar una sola lágrima. No se debía, en absoluto, al hecho de no sentir la muerte de Jin, sino todo lo contrario: para mí era como si aquello no hubiera acontecido.
No podía estar muerta.
Jin seguía viva, seguía sonriendo y seguía pidiendo disculpas por retrasarse en las quedadas. Su ceño seguía frunciéndose cuando pensaba algo con profundidad y su expresión continuaba crispándose cuando algo no le gustaba demasiado: como aquella vez que había probado los guisantes en mi casa y había hecho una mueca de disgusto acompañado de un escupitajo en la servilleta. “La textura es horrible, Asher-chan. No sé cómo te puede gustar esto”, me había dicho entre risas. Alejandro la había secundado casi sin pestañear.—Ella no ha muerto —dije en voz alta. Todos se giraron a mirarme y Alex me agarró con fuerza del brazo y tiró de mí para alejarme de allí.
Sus ojos me juzgaron en silencio.
—¿Qué? —le pregunté con sequedad.
—Es su funeral, Ash. ¿Qué crees que estás haciendo? —me regañó—. Sus padres están ahí. Su familia entera está ahí.
—Tokio iba a ser la ciudad de los sueños. Tokio iba a ser de colores —respondí. Sentí mi corazón palpitar con fuerza contra mi pecho, pero ni rastro de las lágrimas saladas que deberían haber rodado por mis mejillas—. Tokio iba a ser su oportunidad de mostrarnos sus lugares secretos.Alex suspiró con tristeza y me atrajo hacia sí para darme un abrazo.
—Ella jamás quiso hacer eso, Ash. Estaba más jodida de lo que tú y yo alcanzaremos a comprender algún día —me explicó con tranquilidad. Su voz, quebrada, trataba de ser fuerte por ambos—. Era misteriosa y no le gustaba mostrarse como de verdad se sentía. Ella nunca nos ha dejado entender eso. No es nuestra culpa.
Culpa.
Culpabilidad. Eso era.
Me sentía responsable de su muerte. Si hubiera hecho algo más, si hubiera preguntado aquella vez que dejó entrever lo solitario y triste que se hallaba su corazón, si hubiera intervenido… Había demasiados “y si”, pero ya no había modo alguno de resolverlos como me habría gustado.
Tragué saliva con fuerza antes de sentir cómo mi corazón se rompía en mil pedazos. Pude escuchar el crack de los cristales que lo componían al caer al suelo para, después, convertirse en ceniza, polvo de miedo y aflicción.
Mis ojos, acuosos, comenzaron a derramar gotas de agua, cascadas interminables que bañaban una laguna repleta de recuerdos que en su día fueron hermosos, pero que, en aquel momento, tenían un sabor amargo. La amargura de no saber; la amargura de haber actuado con total normalidad frente a Jin, como si ella hubiera podido resistir aquella situación de “normalidad” durante unos cuantos años más; la amargura de vivir; la amargura de morir.
La muerte era, para ella, una nueva aventura.
De pronto, la voz de Alex resonó con fuerza en mi cabeza.—Prometimos llevarla a la playa. Si no puede ser en cuerpo presente, será en nuestra memoria. Venga, Ash, sé que te gustaba —confesó. Mi llanto enmudeció y mis lágrimas se convirtieron en piedra. Pensaba que mis sentimientos habían estado ocultos todo el tiempo, lejos de verse expuestos—. Hazlo por ella, no por mí. Ash, ella te quería a ti más de lo que me quiso a mí. Pero supongo que fui su elección porque sabía que, de algún modo, tú acabarías por descubrir sus intenciones. Y eso la aterrorizaba.
Contuve la respiración. Los brazos de Alex todavía rodeaban mi cuerpo.
“Te quería a ti más de lo que me quiso a mí”. Esa frase sonó a una verdad dolorosa. Dolor que debió de sentir Alex al conocer aquello y fingir alegría; dolor que se instaló en el corazón de Jin hasta que detuvo su latido; dolor que yo sufrí al no conocer la realidad.—Cuando no estabas presente, tú eras el tema principal de conversación. Y, cuando estábamos los tres, ella parecía hablarnos a los dos, pero solo te miraba a ti —dijo mi amigo con pesar. Parecía que cada palabra pronunciada era un latigazo que se daba a sí mismo en la espalda. Una tortura—. Eras tú. Pero, precisamente por eso, por ser tú, ella no podía estar contigo. Así que, Asher, vamos a llevarla a la playa. Es verano.
Asentí en silencio.
—La llevaremos a la playa —susurré.
Te lo prometo, Hikaru-Jin Minami. Irás a la playa.
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Las vistas desde el corazón de Jin
NouvellesDe pronto, una fina -pero larga- hebra de cabello color carbón cayó sobre el río, tal como una flor del árbol de sakura, que abandona su hogar para jugar, traviesa, en pleno invierno. El tono silencioso de su voz: "Asher-chan, ¿te he hecho esperar m...