ú n i c o.

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siente los pasos alejarse de la habitación y nana se endereza con algo de dificultad, sentándose en el suelo para mirar a su alrededor.

una vez más estaba ahí, en el piso del cuarto de, la que sabe es su niña, yerim. las paredes moradas brillantes llenas de pequeñas uvas adornaban alrededor, repizas llenas de otros juguetes y un escritorio con algunos cuadernos se podían observar también, sabía que había más juguetes en la cama pero él era el único en el suelo.

soltó un pequeño suspiro y ordenó los lanudos cabellos que le tapaban la vista, comenzando a caminar hacia la puerta. revisó, antes de salir, la hora y el día. si no estaba mal, ni yerim ni sus hermanas regresarían hasta pasadas las 7 de la tarde y apenas iba siendo medio día, así que con paso ligero y vigilando que nadie lo viera salir, se encaminó hacia la habitación de irene, la mayor de las hermanas.

la puerta de su cuarto se encontraba entrejuntada, así que la abrió con cuidado de no hacerla sonar demasiado, entrando rápidamente a aquella habitación verde, llena de puntos negros, que contenía una ventana justo al medio de la habitación, con cortinas rojas y bajo ésta un pequeño escritorio.

miró a su alrededor en busca de lo que deseaba ver, encontrandolo, sorprendentemente, sobre el escritorio y no sobre la repisa más alta de todas, como siempre. se veía tan pulcramente ordenado como siempre que iba a visitarlo y eso le hizo sonreír ligeramente.

y ahí se quedó, por largas horas, observando al muñeco de porcelana que posee la mayor de las hermanas; admirando sus tiernas y finas facciones, su sonrisa congelada pero suave, sus ojos brillantes, su pelo rubio cubierto por aquel gorrito a juego con su blanco y ordenado traje de marinerito.

no estaba seguro del nombre, de hecho si nisiquiera estaba seguro de que irene le hubiera puesto uno, así que él mismo comenzó a llamarlo renjun. le gustaba decirle de esa forma, se sentía mejor que llamarlo muñeco bonito, eso era algo vulgar y un poco incómodo.

había pasado más de medio año desde que conocía a renjun, el muñeco de porcelana que poseía irene y que descubrió un día vagando por las habitaciones vecinas, esperando encontrar más amigos con los que jugar.

desde ese día iba diariamente a la habitación verde de lunares a observar a renjun, esperando que sus cristalinos ojos algún día se voltearan a verlo a él, con el mismo amor y cariño que él lo miraba.

pero nunca sucedió, los ojos de renjun siempre fijos en el mismo lugar, siempre en la misma pose, con las mismas ropas, con el mismo peinado, con el mismo gorro, con la misma quietud, sin un alma y sin corazón, inmóvil, muerto.

nana odiaba sentirse tan débil cada vez que veía a renjun, porque así es como el muñeco sin vida lo hacía sentir, débil y triste, pero prefería mil veces mirarlo a él, que ver al otro muñeco que robaba su esponjoso corazón.

revisando nuevamente la hora, ésta vez en el reloj de la habitación de la hermana mayor, se dió cuenta de que nuevamente había pasado más tiempo del necesario mirando y fantaseando absurdos escenarios que jamás se cumplirían, con renjun, el lindo muñequito de porcelana, por lo que antes de darse cuenta ya eran las 3 y media de la tarde y era hora de ir a deprimirse, incluso más de ser posible, al mirar a su otro amor.

salió de la verde habitación, dejando la puerta tan junta con antes de entrar y se adentró en la siguiente, aquella habitación que jamás mantenía sus puertas cerradas, lo cual, en definitiva, agradecía.

las paredes de un rosa pálido estaban llenas de pósters de, según había escuchado, bandas tontas adolescentes.

la ventana sobre la cabecera de la cama tenía cortinas rojas con kiwis esparcidos por doquier y bajo estas, entre los cojines de la cama, se encontraba él.

doll [norenmin/nominren]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora