70 - LA TRAMPA

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Mientras avanzamos por los túneles, me doy cuenta de que a Kael se le ve preocupado por lo que decido acercarme a él.

—¿Algún problema? —pregunto una vez llego a su altura.

—No es nada —responde quitándole importancia.

—Vamos, Kael. Te conozco de sobras —contesto divertida —. ¿Tiene esto algo que ver con el hecho de que no le hayas hecho ningún caso a Christen?

Él me mira sorprendido, pero enseguida sacude la cabeza divertido.

—No puedo con vos, majestad.

—Nunca has podido —comento divertida —. Y ahora, ¿por qué no le esperas para hablar con ella?

—No puedo. Debo cuidar de la princesa Fiona.

—No te preocupes por eso. Estamos nosotros, ¿recuerdas?

Él asiente con una gran sonrisa y se hace a un lado para dejarnos pasar.

—¿Por qué lo has hecho, mamá?

Miro a Fiona alucinada. ¿Acaso ella...? Esto es lo que me faltaba para que vuelva a haber malos rollos entre hermanas.

—¿Querías que se quedara a tu lado? —pregunto con tristeza. Ella asiente. —Lo siento mucho, hija mía. Pero deberías saber que hay más hombres en el mundo aparte de él.

—Por supuesto que lo sé —responde en el mismo tono —, pero esa es una lección que nunca aprende el corazón.

Me entristece ver así a mi pequeña. Es la primera vez que se le rompe el corazón y ha tenido que ser, precisamente, con Kael. Tengo que hacer algo para animarle.

—¿Sabes? —digo pasando mi brazo por sus hombros —. No deberías preocuparte por eso. Si Kael no ha sabido ver lo maravillosa que eres en todos estos años es porque no merece la pena. ¿No te parece?

—Eso es fácil de decir, mamá.

—Lo sé. Y entiendo que sea difícil para ti, pero ten confianza. No sé, tal vez tu hermana se decida y se quede con el lobito. A mi me gusta más para ella. ¿A ti no?

—Sí —responde con una triste sonrisa —, pero eso no me anima. No me gusta ser segundo plato de nadie. O en su caso, tercero, si tenemos en cuenta que siempre ha estado enamorado de ti.

Una carcajada se me escapa. Por lo menos ha heredado mi orgullo, lo que estoy segura le hará las cosas más fáciles.

—Vamos a hacer una cosa —le propongo —. Cuando todo esto termine, daremos una gran fiesta en la mansión e invitaremos a muchos chicos. Seguro que allí encuentras al adecuado para ti.

—¿En serio? ¿Una fiesta? ¿Y podré vestirme de princesa? —pregunta emocionada.

—Por supuesto que sí, cariño —respondo dándole un beso en la frente —. No olvides que tú eres una princesa.

Ella me dedica una sonrisa que me ilumina el alma. Suspiro aliviada. Parece ser que no me ha costado tanto ayudar a mi pequeña con sus problemas sentimentales. Eso me anima y me hace darme cuenta de que no soy tan mala madre.

—No lo entiendo. Si tanto te gusta, ¿por qué no usas la magia para que se fije en ti?

Las dos nos volvemos sorprendidas al escuchar la voz del clon, que parece ser que ha estado escuchando toda la conversación.

—¿Magia? —le respondo de mala manera —. Eso va en contra de lo que supone ser un ser de luz. No puedes obligar a nadie a hacer nada en contra de su voluntad.

DC XII:LA REINA DEL MUNDO √Donde viven las historias. Descúbrelo ahora