IV

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Esa noche Colt no podía dormir, sólo miraba atentamente el espejo que estaba frente a él y cómo su persona sujetaba aquellos revólvers.

Pensaba en la etiqueta de shérif que le había asignado el pueblo y cómo esa tarde Bull le había enseñado a disparar, no era bueno como Bull le había contado. Y es que no podía creer que él en algún momento podía disparar dos armas al mismo tiempo cuando aún no podia quedarse de pie disparando una.

-Muy bien, Colt -decía hacía su reflejo-, concéntrate.

Tomó el arma con ambas manos, una sujetando el gatillo y la otra en la empuñadura. Separó sus pies para lograr una buena postura, empujó el martillo hacia atrás y fingió disparar al espejo, haciendo el sonido de la bala.

Bajó el arma, miró hacia su puerta, rogando que nadie entrara y comenzó a disparar varias veces al espejo.

-¡Alto ahí, rufian! -dijo, apuntando a su reflejo-. Soy el shérif de este pueblo y quedas bajo mi poder.

Siguió un rato disparabdo al rededor de su cuarto, en ocasiones saltaba o se tiraba al piso, dejando que su fantasía lo invadiera. No fue hasta que escuchó cómo su ventana fue rota que tomó consciencia de sí, provocando que se asustara y tirara el arma, pensando en el sermón que le daría su madre.

No fue que el miedo se transformó en pánico cuando vio una pequeña piedra en el piso, tomó el arma y empezó a acercarse a su ventana. Asomó la cabeza, controlando su impulso por temblar y miró hacia abajo, pero para su sorpresa no había indicios de nadie. Se extrañó, pues era obvio que no podía ser su imaginación, ¡su ventana estaba rota!

-¡Hola!

Escuchó una voz con un fuerte acento hablar por encima de él, volteó hacia arriba y vio a lo que parecía ser una persona levitando, su cabello morado estaba cuidadosamente estilizado y su piel parecía ser de un tono lila, estaba de cabeza y tenía una gran sonrisa en el rostro. Colt estaba a punto de gritar, pero el hombre cubrió sus labios con su mano que estaba anormalmente fría.

-Tranquilo, no te voy a hacer daño -dijo, algo divertido-. ¿Acaso tampoco me recuerdas?

Colt le vio con los ojos tan abiertos como le era posible, llenos de una mezcla de miedo y confusión, y negó con la cabeza lentamente. En ese momento, la expresión de júbilo que estaba sobre la cara de aquél hombre, se transformó en una consternada. Retiró su mano de la boca ajena.

-¿No me recuerdas, cariño? -preguntó, girándose hasta que sus pies apuntaron nuevamente al suelo-. Soy yo, Mortis.

-Perdón, no tengo idea de quién seas... O qué seas.

-¡Soy tu novio, cariño! -afirmó, en su rostro una expresión de incredulidad-. Ese golpe sí que debió ser fuerte -dijo, preocupado.

-No -frunció el ceño y negó con la cabeza-, nadie me habló de ti.

-Ah, ¿sabes? Sería mejor si me dejas entrar, podríamos charlar a gusto -comentó-. Esto de flotar igual me cansa.

-Ya rompiste mi ventana, ¿qué te detiene de entrar? -respondió, claramente indignado-. ¿Cómo se supone que le explique esto a Pam?

-Sí... digamos que eso fue un error. No debí lanzarla tan fuerte -dijo, refiriéndose a la piedra mientras soltaba una risilla-. Colt, cariño, soy un vampiro -su tono de voz cambió a uno más serio-, no puedo entrar si no me dejas.

-Ya veo... si eres un vampiro, ¿por qué debería dejarte entrar? -enfundó sus pistolas nuevamente.

-Para que aclare tus dudas, amor mío, ¿para qué más? Ya te dije que no te haré daño.

Colt dudó por unos momentos, pero finalmente le dio permiso para entrar y Mortis lo hizo, cruzando la rota ventana y sentándose a la orilla de la cama del pelirrojo, palmeando un sitio a su lado para indicarle al contrario que se sentara. Colt caminó lentamente y miró al de cabello morado, dubitativo, hasta que por fin decidió sentarse.

-Bien -estaba nervioso, sus manos colocadas sobre cada rodilla-, ahora dime, si eres mi novio, ¿por qué nadie me habló de ti?

-¡Ah! Eso es fácil -sonrió y colocó una mano fría sobre el hombro del pelirrojo-, tu madre jamás aprobaría nuestra relación. Ella es una mujer dulce, pero también es severa -se acercó peligrosamente al oído de Colt, casi susurrándole-. Claro que ni tú ni yo dejaríamos que eso detuviera nuestro amor -repentinamente se alejó, pero ahora su brazo estaba rodeándole los hombros al menor.

-¿Ah, sí? -la voz de Colt era trémula y sus mejillas estaban ligeramente sonrosadas-. ¿Por qué no lo permitiría?

-¡Creí que sólo había sido tu memoria la afectada, pero aparentemente también se dañaron tus ojos! -colocó su mano sobre la cálida mejilla del pelirrojo-. Colt, amor, ambos somos hombres... Además, claro, de que soy un vampiro -acunó con una mano el rostro del pelirrojo y sobó cuidadosamente con su pulgar el pómulo ajeno.

Conforme el contacto físico incrementaba, Colt se sentía más cómodo en presencia de aquél ser, incluso inclinándose hacia el tacto.

-¿Qué solíamos hacer como pareja? -preguntó Colt, su tono de voz ahora más suave y relajado, sus ojos curiosos viendo a su interlocutor.

-Verás -comenzó Mortis-, salíamos de noche, no por mí, porque uso mi sombrero y capa cuando hay sol, sino porque te gustaba ver las estrellas y yo adoro ver el reflejo de ellas en tus ojos -acarició el cabello del menor mientras sonreía cálidamente-; también solíamos ir al autocine, me gustaba llevarte a comer, te escribía cartas. Siempre me ha gustado tratarte como a un rey.

Colt imaginó cada una de las escenas y no pudo evitar sonreír, una sensación de calidez le acogió, pero sentía que algo no encajaba en el cuadro que había pintado Mortis. Jamás imaginó que su madre sería el tipo de mujer que le prohibiría ver a alguien. El mayor simplemente quedó en silencio, esperando quizá a que el pelirrojo procesara lo que le había dicho mientras sus dedos se entrelazaban con el suave cabello ajeno.

-Oye, ¿Mortis? -preguntó, queriendo asegurarse de que había memorizado correctamente el nombre; ya que su interlocutor asintió, Colt continuó-. Escucha, no es por ser grosero, pero te quiero pedir que te vayas -se levantó de la cama-, es algo difícil de asimilar, todo esto -hizo un ademán con las manos, intentando representar el enredo de su mente-. Creo que necesito estar a solas.

-Oh, claro, claro, no hay problema -sonrió y se puso de pie-. No debí ser tan impulsivo, pero necesitaba verte -se acercó al pelirrojo con parsimonia y acarició con el dorso de su mano su mejilla-. ¿Puedo besarte?

Colt se dejó llevar por el momento y asintió, cerrando los ojos para posteriormente sentir una ligera presión sobre sus labios que se desvaneció tan rápido como se hizo presente. Nuevamente abrió los ojos y Mortis ya se había encaminado a la ventana, despidiéndose para después salir por ella.

Se recostó en la cama, viendo al techo e intentando asimilar todo lo que le habían dicho, desde que despertó sin siquiera conocerse a sí mismo. Esa noche, Colt no pudo dormir.

Muchas gracias por las 100 lecturas y todos los votos, los llevo a todos en el riñon izquierdo<33

Cegado por una Dalia Negra. [Hiatus] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora