Capítulo Siete.

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   La clase de biología ya había comenzado. Yo me sentía cansada. Muy cansada. Pero ahí estaba, tratando de no dormirme.

   «Efecto secundario del condenado, muy condenado, superhipermegarecontra condenado insomnio de mierda.», pensé.

   Crucé los brazos en la mesa y apoye la cabeza. Mis ojos se estaban cerrando. Sentí que tocaban mi brazo con algo puntiagudo: un lápiz.

Pss, oye. No Manchester, ¿estás dormida? —preguntó Alan por lo bajo. Levanté la cabeza en su dirección.

¿No Manchester? —pregunté con incredulidad.

Cosas Mexicanas, tú no entenderías.

Que Fino.

¿Fino? —preguntó con la misma incredulidad que yo hace un rato.

Cosas Venezolanas, tú no entenderías —usé sus palabras en su contra. Volví a recostar mi cabeza en mis brazos, sabiendo que tenía la victoria.

Touché.

   Cuando Alan dejó de molestarme, tocaron la puerta del salón. Yo no me moleste en levantar la cabeza.

   Escuche como la profesora habría la puerta. La profesora y quién-quiera-que-sea intercambiaron unas cuantas palabras. Pero no presté atención. Total, no era mi problema. Se escucharon unos pasos adentrándose en el salón.

   Supongo que quién-quiera-que-sea se sentó mucho más atrás que yo. Verán, no estoy sentada al frente, pero tampoco de última, estoy en el medio. Aunque no pasé toda mi vida en Venezuela, se cosas, y también... he visto cosas. Y una de esas cosas que sé, es que los que se sientan al frente, los profesores los están molestando todo el tiempo, pidiéndole favores y también son objetivos perfectos para las bolitas de papel. Y los del medio, como yo, sobrevivimos. Aunque sean consejos de liceos(secundarias) venezolanos, también aplica aquí, un poco.

—¡Señorita Stevens! —bramó la profesora Darcy. Alcé la cabeza rápidamente, con un poco de vergüenza. Aunque yo no estaba dormida.

—¿Sí, señorita Darcy? —pregunté.

—¿Acaso usted estaba durmiendo en mi clase?

—Por supuesto que no, señorita. Estaba descansando la vista. Porque tengo una horrible jaqueca. Pero nada grave, no se preocupe.

—Si es cierto lo que dice, ¿Que fue lo que dije anteriormente? —piensa Amelia, piensa. Tú puedes.

—Ah... usted... usted... dijo que —en ése momento, mi mente se iluminó — ¡Usted estaba hablando del código genético!

—Eso es correcto, pero dígame, ¿Que es el código genético? —hora de activar mi modo nerd, adjetivo que no me gusta para nada, si se me permite el comentario.

—El código genético es el conjunto de reglas que define cómo se traduce una secuencia de nucleótidos en el ARN a una secuencia de aminoácidos en una proteína. Este código es común en todos los seres vivos, lo cual demuestra que ha tenido un origen único y es universal, al menos en el concepto de nuestro planeta. —sonreí al ver la cara impresionada de la profesora. Bien hecho memoria. Hiciste un gran trabajo.

—Impresionante, señorita Stevens, cómo siempre. Hice mal al dudar de usted.

—Así es, señorita Darcy. Espero que no se repita —bien jugado Amelia, bien jugado. Alan se acercó a mí oído y susurró:

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