Capítulo 54.

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Las cosas no podían ir mejor, todo iba más que perfecto y eso que solamente era el tercer día desde que habíamos llegado a la mansión. Mi relación con el señor James seguía en la cordialidad y no me podía quejar, luego de la conversación que tuvimos el día anterior preferí que lo mejor sería seguir de esa manera con él. Y aunque no pensaba contarle nada de lo que me dijo a Castiel, podía sentir algo de tensión en el anciano cada vez que me veía con este y pensaba que quizás se me iría la lengua. No entendía porque temía tanto que su nieto supiera eso, pero algo muy en el fondo de mí tampoco quería descubrirlo.

Natalie parecía estar encariñándose mucho conmigo y aunque a mí no me gustaban los niños en absoluto, me resultaba una niña tan tierna que solo me entraba ganas de achucharla hasta dejarla sin respiración. Pero eso sí, el lugar que tenía para Castiel en su corazoncito nadie podría ocuparlo porque, todo había que decirlo, esa niña amaba a su hermano por sobre todas las cosas del mundo y me resultaba algo desconcertante ver como cuando empezaba a ponerse demasiado pesada con Castiel, él la intentaba alejar de su lado o echarla sin sonar muy cruel, como si huyera del cariño que su hermana quería darle a todas horas.

La mansión o castillo, como quisieran llamarlo, no parecía tan grande después de darme una vuelta por los alrededores e inspeccionarlo todo por mi cuenta con lujo de detalles. Realmente disfruté de ese paseo ya que el sol que entraba por los cientos de ventanales y ese calor intenso junto al aire acondicionado al tope que había siempre puesto, era una mezcla de sensaciones magnificas mientras andaba por los pasillos recorriéndolos con paciencia.

Me podría acostumbrar a todo esto, podría, pero no quería. Porque como siempre se dice: "Todo lo bueno se acaba, así que disfrútalo mientras puedas".

—No tengo muchas películas, te aviso de antemano —me dijo Castiel con su portátil en una mano y con un bol de palomitas en la otra, llegando a donde yo estaba tumbada en el colchón y sentándose a mi lado.

Sonreí incorporándome y cogiendo las palomitas que me tendía, dejándolas a un lado sobre el colchón.

—Podemos buscar alguna pirata —dije como solución apoyándome en mis codos por detrás.

Giró su rostro hacia mí y me miró levantando una ceja con una sonrisa contenida.

Estaba tan guapo ese día, en realidad todos los días lo estaba, pero alguna razón que aún no era capaz de entender ese día estaba más especial... y mágico. Sobre todo al ver su pelo húmedo todo revuelto después de haber venido de bañarnos otra vez en esa piscina climatizada que me había enamorado.

—Eso es ilegal —dijo con un chispa de diversión en los ojos y yo abrí la boca sin poder creérmelo.

—A buenas horas te preocupas tú por las ilegalidades —dije con burla y Castiel al oírme decir eso soltó una carcajada y me sacó la lengua con guasa.

—Cállate, anda —dijo con una amplia sonrisa en los labios volviendo a enfocar su atención en el portátil, levantando la pantalla y encendiéndolo.

La claridad del sol de las cinco de la tarde entraba por las ventanas haciendo que los rayos se manifestaran sobre el colchón y parte de nuestras piernas.

Había descubierto lo mucho que me encantaba estar con Castiel de estas maneras, fácilmente podría tirarme el resto de mi vida así con él, sin padres ni obligaciones. Pero más que nada lo que más me gustaba era darme cuenta que desde que llegamos Castiel no había dejado de sonreír ni un segundo, se le veía feliz y mi corazón ya no podía aguantar tanta alegría por verlo de esa manera y más por saber que yo era la causante.

Me miré las uñas distraída mientras Castiel seguía entrando en páginas buscando películas y películas en su portátil de Apple del año noventa y nueve, bueno, quizás estaba exagerando, pero se veía realmente viejo ese ordenador. ¿Por qué no le había pedido a su familia que le compraran otro?

Un perfecto verano © (Completa, en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora