XVIII. Tremenda Jauría

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- Baby, son las siete y media, voy a salir a dar un paseo, ¿quieres venir conmigo? - Susurró Natalia mientras intentaba que Alba se despertara después de estirar la mano por encima de su cuerpo para apagar la alarma.

Hacía días que se podía salir a hacer deporte pero los primeros días por el miedo del boom ni siquiera se planteron salir y después la lluvia había hecho el resto.

Alba se limitó a revolverse entre las sábanas y pegarse más aún al cuerpo de Natalia.

- Cada vez que dormimos juntas perdemos la mañana. - Suspiró la morena al ver que Alba cada vez se pegaba de manera menos inocente y aún sin abrir los ojos empezaba a hacerle cosquillas en el cuello con los labios.

- A mí esto me parece aprovecharla.- Rió la rubia abriendo los ojos para darle un pellizco a la otra en el pezón izquierdo.

- Joder, te voy a tener que vetar la entrada a esta cama.- Bufó Natalia dejándose caer sobre la boca de Alba.

Se besaron, no voy a decir hasta cansarse porque eso nunca pasaba, y a regañadientes terminaron por levantarse y separarse para asearse y cambiarse de ropa.

Llevaban días en los que parecía que se conocían desde hace años, como si la vuelta, poco a poco, de esa nueva normalidad, las hiciera dejar a un lado las inseguridades y miedos que aún tenían, como si los meses atrás en los que prácticamente se rehuían y se saludaban para después correr a encerrarse en sus respectivas habitaciones no existieran.

- Alba Reche, en chándal eres un sí rotundo.- Piropeó la morena cuando la vió aparecer con un conjunto de sudadera pantalón a juego que no le había visto en los dos meses de cuarentena que se habían tirado las dos vestidas como hubieran elegido la ropa a ciegas.

- ¿Sólo en chándal?

- Eres un sí en todo siempre, cualquier día me tiro al suelo para que me pisotees.

- Cómo te gusta regalarme los oídos.- Rodó los ojos la rubia.- Y no te hagas de menos, que sabes que no me gustan esos comentarios.- Le dió la espalda esperando a que fuera tras ella.

Caminaron sin alejarse demasiado, aprovechando la calma inusual de las calles.

- Tú vas andando y yo voy a tener que echar a correr.- Se quejó Alba provocando las carcajadas de la otra.

- Pero si voy despacito.- Sonrió la morena encogiéndose de hombros.

- Irás despacito, pero tú das dos zancadas y apareces en Pamplona ¿sabes? Yo tengo que ir trotando.- Seguía protestando la rubia, consiguiendo que a la otra le diera la risa floja.

Sin previo aviso Natalia echó a correr por el par de calles que quedaban hasta llegar de nuevo al piso, escondiéndose a esperar a Alba en la primera esquina que encontró, provocando el infarto de la rubia al tirar de su brazo.

- Y tú tan natural, tan como siempre.- Canturreó la canción que se había colado en su cabeza días atrás, mientras sujetaba las muñecas de la ilicitana para evitar que le partiese la cara por el susto.- Sonríes y vas sin detenerte y yo tan solaaa.- Exageró.- Esperando que vuelvas por mí.- Sonrió.

Consiguió que Alba se calmara, olvidando lo que acababa de pasar para centrarse en la morena despeinada por la carrera que tenía delante, cantándole a un palmo de la cara en un susurro, haciendo que tuviera escalofríos por estar sintiéndola tan íntima a diez metros de casa en plena calle que ahora más que calle era caos.

- Tan de verdad, ya no hay complejos.- Se encogió de hombros.- En tu mirada veo un reflejo tan limpio, tan sano, tan tú.- Se acercó un poco más exagerando los gestos de la cara, que a pesar de llevar mascarilla y ocultar su boca, sus cejas bailaban al compás de cada verso, utilizando la propia mano de Alba para señalar su pecho.

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