XII

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En la cena el silencio era abrumador. Roy mantenía una postura cordial y hablaba con la reina sobre las financias de Escocia mientras Livia picaba el pavo seco de su plato como si no quisiera probar bocado. Tiberius tenía las ansias de salir corriendo hacia el establo para que los cuatro pudieran hablar sobre lo que pasaría luego después de la disputa entre su hermana y el escocés. Además, cada vez que Roy hablaba, recordaba que él había estado con Christopher a solas en el bosque y la curiosidad de saber que había pasado entre ellos le daba una molestia en el pecho que le hacía temblar las manos y electrificaba su corazón.

-Tiberius- su madre se dirigió a él-, ¿dónde estuviste esta tarde?

El pánico pudo haberle ahogado. Cada vez que la reina preguntaba algo era porque ya sabia la respuesta. El miedo de que se hubiera enterado de sus escapadas al bosque con un sirviente le hizo aflojar el agarre de su cubierto y cayó con un estruendo sobre el plato. Miró a su madre con la mejor cara de inocencia que pudo e ignoró la pesada mirada de su hermana sobre él al otro lado de la mesa.

-¿Yo, madre?

-Sí, querido. Tenías práctica de esgrima pero me informó tu maestro que lo dejaste plantado. Eso no es muy responsable, Tiberius. Que vayas a ser rey no te da derecho a faltar el respeto a tus cortesanos.- Tiberius sintió su pierna comenzar a rebotar bajo la mesa por el nerviosismo.

-Madre, no lo regañes frente al invitado. Avergüenzas al pequeño rey- Livia intentó sonar simpática.

-Sir Roy comprenderá que una madre tiene que saber los movimientos de su hijo. Y una reina tiene que estar en contestante evaluación para con el futuro sucesor.

-Su majestad, comprendo a la perfección- celebró Roy-. Pero temo que esta vez el regaño ha de ser para mí. Hemos ido los tres a caminar por la pradera. Quería comprobar por mí mismo si los campos aquí son tan verdes como en Escocia.

-¿Y lo son?- su madre alzó una ceja, interesada.

-Oh, su majestad, son exquisitos. Me ha dado hasta deseos de pintar el bello atardecer que tuvimos este día.

-Sería encantador que nos deleite con un talento como el suyo, si es posible. Mi hija podría ser su musa.

-Temo que he sido demasiado egocéntrico- rió-. No gozo del talento del arte, pero sí de un ojo crítico para reconocerlo- miró a Livia.

-Mi hija, sin embargo, es diestra en eso. Lo heredó de su padre, que en paz descanse ¿No es así, Livia?

-Debo de ser modesta, madre, y no hacer uso de la grandeza para definir mis obras.- Livia tomó un trago de vino y evadió la mirada de Roy sobre la suya.

-Tonterías- su madre le restó importancia con un movimiento de mano delicado-. Mañana por la tarde los quiero a ambos en los rosedales. En cuanto a Tiberius, me gustaría una conversación contigo mañana después de mi reunión con el capitán.

-Por supuesto, madre.

Tiberius agradeció que la conversación se desviara de nuevo, esta vez, al arte que difería entre ambas naciones. Pudo perderse entre el alivio de haber sido salvado por Roy, y entre el agotamiento que el miedo le había producido al pensar en que su madre había descubierto a Christopher como su pequeño secreto que podía usar para manipularlo. Si él se convertía en un peón que la reina pudiera usar para lastimarlo, Ty jamás se lo perdonaría.

Tenia que empezar a ser más meticuloso en sus horarios, en manejar mejor las escapadas al bosque sin descuidar sus lecciones para que su madre no comenzara a sospechar nada. Y cuando tuviera el primer espacio abierto suficiente, ocultaria a Christopher hasta que todo esto terminara. No volveria a dejarlo solo, no permitiría que se aleje de su lado donde él pudiera cuidarlo.

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