28. Río

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Eres como la corriente

Que me haces fluir

Que me haces flotar

Eres como el agua

Que sana heridas y llega al mar

Un río verde

Que trae sueños en su corriente

Un río hogar

LUIS

Hay días que te levantas y dices "hoy es un buen día"

Hay días que te levantas y sólo sabes sonreír.

Hay días que te sientes como el arrullo de una corriente serena y agradable en un río.

Hay días entre tantas nubes grises y corrientes adversas en un río, al fin ves el sol destellar entre nubes blancas que se reflejan en el agua, y es como todo, no es que el cielo esté más azúl, ni el agua más clara, sino es lo que tus ojos quieren y desean ver y yo hoy todo lo quería ver verde esperanza, como sus ojos que me hacen flotar.

Soy como el agua del río y por el camino me dejo llevar al final. Era cierto que llevaba más de dos años levantándome con negatividad, viendo gris más gris en el cielo aunque hiciese un perfecto sol, pero supongo que todo estaba nublado por mis recuerdos, mis culpas, mis preocupaciones, que no es que hubieran desaparecido o que olvidase, sino que empezaba a convivir con ellas y querer mirar hacia delante, porque tenía un motivo, un rayito de luz en mi vida guiándome.

¿Y cómo no seguir ese rayito de luz? Aitana era todos los destellos de sol que pudiera imaginar, era como la corriente de un río que me lleva a cumplir buenos sueños, a crear recuerdos y desear crear más momentos, porque de lo bueno siempre quieres más. Aitana era la alegría, la luz en todo lo que hace, como cuando estira mi camiseta Lila que esconde en su bolso, su media sonrisa entrecerrando sus labios entre sus dientes, cuando giña un ojo a mi abuelo en su intento de guardar otro amor dulce que comparten, o cuando se dirige a la zona del conductor y hace ojitos para ser la chofer aunque no sepa el destino, pero ¿qué más da? Lo importante es con quien haces el camino, y así me encontraba, en mi coche, con Aitana al volante y mi abuelo de copiloto cantando "Viva nuestro conductor" como si volviese a tener ocho años y fuera el día más feliz del mes porque nos llevasen de excursión.

Me sentía así, como un niño, ignorando la seriedad real de que mi abuelo conociese la naturaleza de la relación entre Aitana y yo, que había pasado de "algo" a "juntos", un avance, pero uno muy reciente que no sabía cómo catalogar si llegado el caso mi madre hiciera un tercer grado de la situación, que realmente haría pero a través de sus miradas y mi padre necesitaría traducción, es decir el que sentencia y sintetiza lo que mi madre piense, y lo debía temer, pero hasta que no indique a Aitana parar en ese pedazo de terreno en la esquina anterior a la Rúa Hórreo, donde me crié, donde mi padre ya ha abierto la puerta y está a la espera con un cigarro en la mano, que desde hace años sólo saborea pero no enciende.

-Bueno pues aparcado-dice Aitana sonriente-¿A que soy buena conductora Don Arquímedes?-inquiere para realzar el hecho de que se ha sabido orientar estupendamente y seguir las indicaciones antes de salir de la finca para llegar hasta aquí casi sin ayuda.

-Estupendamente, mejor que este cabezón-dice mi abuelo.

Yo sonrío, le encanta llamarme así para picarme y con Aitana eso se intensifica, diría que juntos me martirizan, pero lo cierto es que me encanta cómo se compenetran, sin embargo sin queja no hay juego.

En Los Mapas De Tu PielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora