Prólogo.La chica que se encontraba en un convento, con las vestiduras habituales del lugar. Cubierta por completo, ocultando su cabello tras el velo del uniforme. Aunque lo hacía gustosa, había que admitir que el uniforme de una monja era caluroso y abrigado. No dejaba ni un pedazo de piel asomarse, pero, ¿Para qué debería verse?
Empezó a rezar nuevamente, arrodillada en la gran catedral, disculpándose con el señor por el pequeño momento de pensamiento pecaminosos que cruzaron su mente. Inevitablemente comenzó a recordar cómo inició todo.
Era una de las hermanas ascendentes que se encontraba ansiosa de entregarse completamente al culto, a estás alturas. Según sabía, solo una última prueba le faltaba para poder subir y convertirse por completo en una monja.
En su mente pasaban sus oraciones, tareas, sus buenos actos, su cordialidad y su fé sin cesar. Los años que llevaba allí encerrada, cómo había renunciado a cualquier deseo mundano, carnal y pecaminoso, dejando su corazón, mente, alma y espíritu al señor todo poderoso.
Por petición de sus padres, los cuales ya no sabían que hacer con una adolescente tan rebelde, había entrado en ese hábito a la fuerza que, aunque en un inicio le parecía mojigato, tedioso e interminable, termino absorbiendo por completo su alma, haciendo que a estás alturas se encontrará lista para entregarse por completo al señor y cumplir con sus tareas.
En su tiempo, ella resultaba ser muy irrespetuosa, rebelde, indecorosa. Pero, venga, era una adolescente, hasta donde se sabía, eso es común a tal edad. No es fácil dejar su país natal para ir a otro totalmente distinto, dejando atrás a sus amigos y lugar de confort.Pero todo sucede por algo.
Fueron años de duro esfuerzo, muchas veces les hizo la vida imposible a las monjas, buscando ser expulsados, ya que por lo menos no se encontraba sola en todo esto.
Su mejor amigo de la infancia la acompañaba en cada fechoría, pues, los padres de él, siguiendo el ejemplo de los de ella, le internaron para convertirse en padre o sacerdote, debido a que esté era idéntico a Monique, si se hablase de malas conductas.
Las bromas tan interminables, cómo los intentos de escaparse de ese lugar que en algún momento vio como cárcel. Que ahora se convertía en su nuevo y eterno hogar.
Al terminar de rezar, se despidió con una sonrisa cálida y amorosa del padre todo poderoso, para levantarse y volver su camino a los jardines, acto que se vió interrumpido con la llegada de una de las Monjas mayores, la hermana Zafiro.
—Oh, Pequeña Hermana Monique, la estaba buscando con ansias. Hasta consideré que se habría escapado cómo los viejos tiempos.
—Dijo la hermana mientras se acercaba extasiada a ella, parecía cansada y acalorada. Seguro había caminado por todos lados buscándole, le hizo recordar con gracia las muchas veces que ésta la había buscado tras haberse fugado un centenar de veces.—— Tranquila, Hermana Zafiro, esas cosas no volverán a suceder. Aunque no lo crea todavía, si he madurado y entregado completamente al hábito.
—Comentó divertida la pequeña francesa, que se encontraba divertida ante tal situación y recuerdos. Con elegancia y sutileza, se acercó hasta la hermana mayor, para entrelazar sus brazos y salir de la gran catedral a pasos lentos y suaves.—Es que nunca se sabe, pequeña novicia. En algún momento antes de entregarnos al hábito, todos podemos dudar o tener miedo.
—Dijo más relajada y con voz temple la hermana Zafiro. Tal vez ella misma recordando su momento antes de entregarse al hábito.—— ¿Para qué me buscaba con tantas prisas, querida Hermana Zafiro? —Preguntó con gracia mientras observaba con total paz y plenitud el camino por el cual iban. El cual era guiado por la hermana mayor, parecía ir rumbo a la torre templaria, lo cual la extrañó. Allá no podía ir una novicia como ella, a no ser que ya fuese a ser dictada su última y mayor tarea.—
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꧁ M σ и ι q υ ε꧂
Short Story꧁M σ и ι q υ ε꧂ Sinner. Conocido en español como pecador, aunque eso es relativo. Biblia. Conocida como la que lleva la palabra del señor en sus páginas. Pero venga, es sólo para mantener a la sociedad domada. La realidad misma es relativa, toda...