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Erizada, así tenía la piel. El frío era mucho, no podía recoger mis dedos, casi  no los sentía, tenía los labios rojos y congelados. Pero solo esperaba una cosa. Recostarme en el césped y con todos mis sentidos apreciar eso que casi nadie aprecia; la naturaleza. Era tan hermosa, tan equipada de toda clase de cosas. Me encantaba y disfrutaba mucho de estar a solas con ella. Entonces estando allí entre toda esa gente que transitaba, me pregunte ¿por qué no les es relevante?.. Quizás sea porque sus cabezas están vacías o tal vez sólo guardan allí lo mejor conocido como basura humana, pero estaban tan llenos que de ésto, ni cuenta se daban. En cuanto pude lo hice, me recosté allí, en la comodidad que la naturaleza me brindaba; luego sentí el piquete de una hormiga y pensé- Vaya que soy tonta, me vine a recostar donde están las hormigas- Y en el intento de levantarme de allí me resbalé a causa del rocío que quedaba  como rastro de la lluvia que había caído hace no mucho; me levanté de nuevo con la cara roja y el ceño fruncido.  Era tarde, me marché de muy mal humor por mi torpeza. No había disfrutado de aquel instante a solas y me culpaba. Para mi "sorpresa" al entrar a casa mi padre me daba un sermón de quién manda y de quién era yo, pues había llegado tarde como días antes. No dije nada, suficiente mal humor tenía por mi torpeza. Aun así mientras subía refunfuñaba. Abrí la puerta de mi cuarto y sin más me eché sobre la cama y sin darme cuenta me quedé dormida. El sol pegó contra mi cara, abrí los ojos y salté de la cama, era tarde, debía ir a estudiar.  Hice lo que usualmente hacia todas las mañanas antes de ir a la escuela. Al bajar me despedí de mi madre quien besó dulcemente mi frente y me empalagó de su amor-¡cómo amo a esta mujer!-Pensé. Mi padre ya se había marchado  y no tenía hermanos de quienes despedirme; salí de casa agitada. Buenos días señorita Anabel-escuché al empujar la puerta y entrar al salón de clases, era mi maestro de lenguaje; pasé de corrido después de mirar por un instante el rostro de mi maestro. No quería llegar tarde, menos a clase de lenguaje. ¡Oh! qué delicia-pensaba mientras el maestro  leía "Táctica y estrategia" de Mario Benedetti. Pisaba exactamente cuatro baldosas, se devolvía al lugar donde había iniciado y pisaba las mismas baldosas de nuevo, esto hasta que terminó de leer. Era un hombre muy intelectual  y era tal su pasión por lo que enseñaba que me extasiaba en sus clases -Pamm..Pamm-  Sonó el timbré, no supe más; salí corriendo. A paso rápido llegué aquél lugar que me encantaba tanto. Tenía un pequeño puente donde unas enredaderas lo rodeaban dominantemente; debajo de este pasaba un riachuelo muy encantador que, casi parecía cantar mientras descendía. Había flores y arboles por doquier. Me gustaba lanzar piedritas al riachuelo y ver como saltaban dos o tres veces. Estaba pisando las hojas secas que tanto disfrutaba pisar y, sentir ese crujir, cuando... sentí que no estaba sola y que me estaban observando. Miré atrás y, entre unos árboles vi la silueta de un hombre alto, corrí por mi mochila pero tropecé, lo que no era raro de mí, me había raspado las rodillas y cuando levanté mi rostro para seguir corriendo, aquel hombre que estaba entre aquellos árboles, ahora estaba justo frente a  mí. Y mientras mis rodillas  sangraban, mi cara palidecía. Era un hombre alto de espalda ancha, cabello oscuro, labios rojos y ojos marrones y brillantes, pero lo  raro era que, su piel tenía un tono verdoso ¡era verde! Sin mencionar que en varias zonas de su cuerpo tenía hojas y  se notaba la sangre de color verde que fluía por sus venas. Iba a esquivarlo para proseguir en la huida, cuando sentí que tomó mi brazo y me dijo-Espera, tienes sangre-quería seguir corriendo pero aquel hombre no me soltaba y después de todo yo no era una mujer muy grande o pesada, fácilmente pudo sostenerme. Aquel hombre verdoso, después de agacharse frente a mí  sopló sobre mis rodillas y las heridas que habían en estas fueron desvaneciéndose. Nunca hablé -Ya está listo, puedes irte-me dijo, lo miré a los ojos un instante y corrí como nunca antes había corrido. Esta vez no se me hizo tarde. Llegué agitada, pálida y sudorosa, saludé a grito mientras subía a mi cuarto. No sabía qué había sucedido. Me desvestí y fui a tomar un baño; estando allí, bajo la ducha, mientras las gotas de agua se deslizaban por mi cuerpo, pensaba en lo que acababa de suceder ¿era real? ¿estaba loca? ¿era posible? Eran unas de las preguntas que atacaban mi mente. Miré mis rodillas, no había rastro de que una herida hubiese estado allí. Salí del baño, me cambié y bajé a cenar, pero no podía dejar de pensar en lo que había sucedido. Deseé buenas noche a  mis padres, en cambio besé a mi madre en la frente, subí a mi cuarto e intenté dormir, pero fue una noche larga. Pasaron 5 días cuando decidí un tanto curiosa volver aquel lugar, después de todo aquel lugar me encantaba. Cuando llegué aquel lugar, al que yo cariñosamente llamaba "El placer de los sentidos", miré cuidadosamente todo, no había rastro alguno de que aquel hombre verde estuviese allí. Me dirigí al puente, me quité los zapatos  y  bajé al riachuelo. Estaba recogiendo piedras cuando escuché –Hasta que volviste. Parece que te gusta mucho este lugar- Me giré rápidamente y debido a la mucosidad de la superficie de las piedras del riachuelo resbalé y caí mojándome toda. En un parpadear aquel hombre estaba frente a mí, me tomó en sus brazos y me sacó de allí. Ese día hablé con él. Tuve una buena charla con aquel  hombre, que me hizo sentir cómoda y raramente confiada .Pude saber infinidad de cosas acerca de este peculiar ser, quién me respondió acerca de todo lo que se me pudo venir a la cabeza. Pero, irremediablemente algo más tarde sucedió. Ya no lo veía como antes, no era un hombre raro para mí, era todo menos eso, y terminé  por verle con ojos de amor. Poco después no volvió, después de estar yendo todos los días. Y  justo dos semanas después volví a verle. Teniéndole ya de frente, sentí como mi cuerpo se ponía viscoso, se pegaba al suelo, era difícil hacer algún movimiento; mientras tanto solo pensaba en cuan dichosa estaba de verle de nuevo; ese rostro singular a mi vista. No supe qué decirle; mientras, mi mente estaba inundada de pensamientos hacia él. No pude resistirme a sus jugosos y aperitivos labios. Y mientras le envolvía en mis gestos de cariño que salen inevitablemente cuando le tengo cerca, me acerque a su boca, con esas ansias de sentir ese jugoso néctar que guarda entre sus labios. Después de eso se marchó y nunca más volví a verle. Es aún el tiempo que sigo pensando en él  y en si esto fue real o todo fue solamente creación de mi mente ,en busca del amor, en aquel lugar que tanto me encantaba; el placer de los sentidos.


El placer de los sentidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora