Parte 2

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—De acuerdo Señor Caetano. Allí estaré, muchas gracias. Bye.

El señor Caetano es un hombre de algunos sesenta y cinco años de edad de los cuales tiene diez con nosotros. Es un señor responsable y recto, se le conoce por siempre vestir con traje formal en casi cualquier evento; su cabello blanco y corto estilo militar, casi siempre su cara bien rasurada luce impecable, alto y su cuerpo formado en actividades físicas en especial natación y boxeo.

¡Caramba! me preocupa la invitación que le hice a la joven Ayla.

¡Oh!.. Recuerdo que no he contestado el mensaje de Zoé, ¡pero qué bueno lo de la reunión! ahora tengo una excusa para no salir con ella. En estos últimos meses hemos estado tratando de separarnos, ella sospecha que me enteré que se ha estado viendo de manera esporádica con uno de los suplidores de la compañía. Un jovencito coqueto de algunos veinte o veinticinco años de edad, hijo de un almacenista que ha acumulado fortuna con esfuerzo y mucho trabajo.


Zoé tiene veintisiete años, es abogada, muy inteligente; su cabellera hasta la espalda, terminada en un corte en "V" o pico, cuando lo lleva suelto. Como la palabra indica consiste en cortar la forma del largo en punta, marcando el largo del pico y el largo de la zona delantera unimos en diagonal estos dos puntos, primero a un lado y luego al otro. Ya no estoy en ella y ella solo se mantiene a mi lado por ciertos privilegios. Además de inteligente es una mujer muy ardiente.

Cuando la conocí, ya llevábamos más de tres meses cruzando miradas, ella pasaba por el frente de mi oficina, porque el departamento legal queda cerca, todas las mañana pasaba tongoneando sus caderas, con sus largas piernas cubiertas por unas medias negras o a veces crema, todo dependía de su estado ánimo y o el estilo que le apetecía llevar en el momento. El hecho es que utilizaba sus ojos galanos, su boca entre abierta tintado con su labial de un rojo tenue casi natural; bastante provocador.

Un día en que todo se habían ido, solo quedamos en la oficina los miembros de la seguridad y yo, o eso fue lo que pensé... me quede porque tenía algunos cheques que firmar y estaba atrasado con un gran cumulo de trabajo.

— ¡Tu... aquí a esta hora! No creí que los jefes trabajaran horas extras.

—Pensé que solo yo quedaba en la oficina, ya son las siete de la noche, ¿no crees que es muy tarde?

— ¡Si! ¿No sabias que con frecuencia algunos empleados nos quedamos hasta tarde, Querido?—. Me dijo con unos gestos coquetos tongoneando la cabeza y entre cerrando los ojos.

—Sé que puede suceder, pero... nunca pensé que los del departamento legal le sucediera así.

—Ya olvidemos el temita, que si te quedas o si no te quedas, tú eres el dueño de esta empresa, además tienes una hermosa habitación con todos los lujos. Por si tienes que quedarte hasta tarde.

— ¡Tu estas muy bien informada! Zue...

—Zoé —me dice corrigiéndome con autoridad— ¡ni te has preocupado por saber los nombres de tus empleados!

Llevaba un vestido corto pero formal, esta vez sin medias; tenía amarrado el cabello con un lazo rojo, este armonizaba con sus zapatos, su cabello formaba una cola la cual recorría su provocador cuello y caía en su hombro derecho, deslizándose hasta reposar en su pecho, ¡quizás por ser fin de semana! Note que el frio del aire acondicionado de la oficina la estaba torturando, el corto vestido no era suficiente para abrigarla. Me puse en pies, tomé mi traje del colgador, me acerque a ella con mucha precaución y le ofrecí la chaqueta para abrigarla. La tomó con rapidez, la ayudé a colocarse las mangas hasta verla más acurrucadita, me sentí tranquilo, realizado en mi labores de galante caballero. Ella permaneció impertérrita alcanzado solo a decir.

Ayla y sus 69 Enigmas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora