Cuando la lince había abierto los ojos, la elfa y la azor habían respirado aliviadas. La felina se sentía algo entumecida, aunque también confortable, recostada sobre las piernas de su hermana. Se hubiera quedado allí holgazaneando un rato más, pero no estaban en una situación en la que pudieran perder mucho tiempo.
–¿Cuánto ha pasado?
–Más de tres horas– había respondido la elfa.
–Vamos. Me despejaré mientras seguimos.
Su hermana la había mirado reticente, pero era cierto que no tenían tiempo que perder. Así que, aunque algo mareada, la felina se había puesto en pie y se había dispuesto a reanudar su huida.
–Hay trampas. Déjame llevarte un trozo– la había detenido Goldmi.
Había usado Flotar, cogiendo a la felina, de mayor tamaño que la propia elfa, y hundiendo por un momento la cabeza en el pelaje de ésta, lamentando no poder dejarla descansar.
–Sí que has puesto trampas...– había apreciado la lince, sorprendida.
–Hay más al otro lado...– había confesado la arquera, un tanto avergonzada por, quizás, haberse sobrepasado un poco.
–Ja, ja. Espero que las detenga un rato. Vamos.
Se había puesto a caminar, al principio algo titubeante. Pero, poco a poco, su paso se había hecho más firme, y no había tardado en decirle a su hermana que subiera sobre ella, pero ésta se había negado hasta que de verdad estuvo totalmente recuperada. Sólo entonces, habían vuelto a retomar la velocidad de crucero, alejándose de nuevo de sus perseguidoras.
Las cazarrecompensas se veían bastante molestas por el tiempo perdido en atravesar tantas trampas, aunque era mucho menor al que habían perdido sus presas. Habían tenido que ir activándolas y esperando a que su poder se agotara. Sólo las últimas las habían simplemente atravesado.
–Unas dos horas– apreció la rastreadora, una vez sobrepasada la zona de trampas.
La arachne asintió, furiosa. Sin mediar palabra, reanudó la marcha, seguida por su socia.
Era fácil perder la noción del tiempo atrapadas en un túnel sin acceso a la luz del sol, o sin la presencia de las estrellas. Y tampoco importaba demasiado cuántas horas llevaban, tan sólo el cansancio, la distancia a sus perseguidoras, y si había una salida.
Y para quien sí tenía el cielo sobre sus alas, el tiempo se le hacía eterno, temiendo a cada instante por sus hermanas. Había estado buscando la salida del túnel, pero hasta ahora no había encontrado nada que lo pareciera. Lo único de lo que estaba segura era que habían recorrido varios cientos de kilómetros bajo tierra.
Además, habían perdido varias horas en diferentes bifurcaciones que llevaban a túneles sin salida, y hubieran sido atrapadas si la diferencia de velocidad no les hubiera permitido ganar tiempo con respecto a sus perseguidoras.
Por su parte, las cazarrecompensas sólo necesitaban un momento para estudiar las huellas, para saber por dónde habían ido y venido, y hacia dónde tenían que ir. Estaban animadas, pues era evidente que la distancia estaba disminuyendo, todo lo contrario que las perseguidas.
Ambas hermanas estaban preocupadas porque las alcanzaran, y por el hecho de que el resto de caminos habían llevado a túneles bloqueados por una razón u otra, lo que les hacía temerse que también fuera así con el que estaban siguiendo. Sin embargo, no podían detenerse.
De hecho, cuando se encontraron con un escarabajo negro de nivel 61, lo atacaron con una Trampa de Viento y, rápidamente, lo sobrepasaron. Cuando esté se liberó, intentó seguirlas, pero pronto lo dejaron atrás.
No tuvieron tanta suerte las dos cazarrecompensas, que se vieron obligadas a enfrentarse al enorme insecto, luchando éste desesperadamente por su vida. No obstante, la experiencia y diferencia de nivel era abismal, y apenas las detuvo un par de minutos.
–Es una pena dejarlo. La coraza puede venderse a buen precio– se dijo la rastreadora, acostumbrada a aprovechar cualquier oportunidad. Por desgracia, en aquella ocasión no podía permitirse detener su persecución.
–Estamos subiendo– anunció esperanzada la felina.
Aunque con suavidad, el terreno se estaba inclinado ligeramente hacia arriba. Goldmi podía ahora sentir la aún débil conexión con las plantas de la superficie hacerse, poco a poco, más y más fuerte. De hecho, incluso algunas raíces se asomaban por el techo del túnel.
No hacía mucho que habían vuelto de otra bifurcación sin salida, así que la novedad era una necesitada inyección de moral a su decaído ánimo. Sin embargo, pronto se encontraron sus esperanzas rotas. Piedras y rocas bloqueaban el camino, y ya no había donde volver.
Se miraron, preocupadas y asustadas. Estaban atrapadas, y en cualquier momento las alcanzarían.
–Es peligroso, pero quizás...– empezó a decir la arquea druida.
Pero, en ese momento, fueron interrumpidas por dos llegadas indeseadas.
–Nos has hecho perseguirte durante demasiado tiempo. Será mejor que te entregues, o tendrá que ser por las malas– la amenazó la arachne, visiblemente impaciente.
Hubiera atacado directamente, pero la recompensa era por la elfa viva, aunque no era algo que ésta supiera.
–¿Por qué nos perseguís?– preguntó Goldmi, que se temía la respuesta.
–No sé que les has hecho a los de Engenak, pero han ofrecido una bonita suma a tu cabeza. Ahora, entrégate– exigió la arachne, dando un paso al frente, mientras la mujer-zarigüeya estaba al acecho justo atrás.
–No os acerquéis más, o será muy peligroso para todos– amenazó la elfa, empuñando el arco.
–Ja, ja. ¿Qué puede hacer alguien de tu nivel contra nosotras? Vamos socia, es hora de acabar esto.
Cada una por un lado, se acercaron despacio hacia elfa y lince. La arachne empuñaba una lanza, además de haber un gran número de arañas que se estaban expandiendo, algunas de ellas venenosas, aunque pronto entendieron que no podían atravesar el Anillo de Viento, ni Barrera Ciclónica. Pero eso no era un impedimento para las dos cazarrecompensas.
–Métete en mi sombra. Será menos peligroso si sólo estoy yo– le pidió Goldmi a su hermana.
Y, mientras la nerviosa azor sobrevolaba la zona extremadamente preocupada, la lince desapareció, algo que causó sorpresa en sus enemigas. Extremaron las precauciones, temiendo que pudiera aparecer en cualquier momento tras ellas. Si bien no era una gran amenaza, un ataque por sorpresa siempre era peligroso.
Pero no por ello dejaron de avanzar, de acercarse con cuidado a su presa.
–No hay trampas– susurró la rastreadora.
Se extrañaron un poco de tres flechas que se clavaron a su alrededor, hasta que el maná salió de ellas para activar una Trampa de Viento. Y pronto le siguieron otras tres, creando una Trampa de Luz.
Eran trampas más débiles que los Abismos, y apenas tardaron unos segundos en deshacerse de ellas y encarar a su presa, que parecía no tener la forma de enfrentarse a ellas.
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Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druida
ФэнтезиCuando muere de una grave enfermedad, aún recuerda a sus amigos de un MMORPG que jugó años atrás, y a un NPC que ha permanecido en su corazón desde entonces. Pero cuando vuelve a abrir los ojos, se encuentra en la solitaria plaza que había sido el i...