—Corre, Hoba, no quieras seguir bajo la lluvia— gritó YoonGi a su novio mientras ambos corrían bajo las inmensas gotas que se estrellaban una tras otra contra el pavimento.
—Pero me encanta la lluvia, hyung— respondió, alzando su rostro y recibiendo el regalo del cielo.
Los dos jóvenes no detenían sus pasos por nada del mundo. Supuestamente iban en busca de un refugio, pero su verdadero deseo se centraba en reír, gritar con alegría y saltar bajo la lluvia; fenómeno que justo ese día había llegado a bendecir a la ciudad de Seúl luego de que una inusual ola de calor la golpeara.
—No choques con nadie, hyung, o nos meterás en problemas— persuadió HoSeok unos cuantos metros detrás de Gi, quien apenas volteó y sonrió con suficiencia.
—Al carajo con todos. Nada me preocupa ahora mismo— vociferó el mayor con entusiasmo antes de detenerse y encarar a su pareja—. Dime, Hoba. ¿No te sientes pleno? Porque yo sí; es más, es como si todas mis preocupaciones y mis motivos para deprimirme se hubiesen esfumado.
—Nunca te vi así de feliz.
—Es porque estoy corriendo a tu lado.
Las personas que pasaban a sus costados no le prestaban atención al par empapado que se posaban en medio de todos, simplemente seguían sus caminos bajo sus impermeables y sombrillas mientras que otros se cubrían torpemente con maletines, carpetas o libros.
—Yoonie, yo también me siento libre. Creo que nunca regresaré a casa si solo contigo tengo la oportunidad de vivir esta emoción.
YoonGi sonrió con ternura y colocó sus manos en las mejillas del menor, acercándose poco a poco para consumar el contacto que sus labios solían disfrutar; sin embargo, Ho interpuso su dedo índice en medio de las dos bocas, pausando el acto.
—¿Qué ocurre, Hoba?
—Estamos en público— manifestó como si fuera lo más obvio. Y es que, no se trataba de que a ellos no les gustara darse demostraciones de cariño frente a los demás, sino que los pensamientos clásicos radicados en la gran mayoría de la población coreana los obligaba a reservarse su relación en lo privado; esto si no querían ser señalados o maltratados por los demás.
El mayor se alejó con pesar, pues en ese caso sí debía limitarse y no causar un revuelo entre el gentío que pasaba con expresiones neutras.
—Vamos, bebé— Gi invitó a Hope, en el proceso agarrando su mano y emprendiendo de nuevo la marcha hacia un punto desconocido.
Volvieron a correr.
HoSeok observó la espalda de su hyung y sonrió sintiéndose protegido, pues aquel chico de tez en suma blanca siempre había sido su escudo en las adversidades, siempre lo había puesto tras de sí para evitar que recibiera las malas energías y cualquier impacto negativo. Por otro lado, YoonGi reafirmó su agarre en la mano del menor y casi lloró de nostalgia al rememorar todas las ocasiones en las que aquel bailarín fue su apoyo. Cuando más se quería rendir, tirar todo por la borda y perder todo sentido de existencia, su querido Hoba lo levantaba y le daba el aliento para que su cabeza no bajara.
Jung HoSeok era el pilar de Min YoonGi.
Min YoonGi era el escudo de Jung HoSeok.
Así de fácil era. Nadie podía cambiar esos aspectos por más que intentaran separarlos, pues sus almas hasta después de la muerte estarían conectadas.
—Al parque, Yoonie— avisó Ho cuando el sitio mencionado hubo aparecido en su campo de visión.
El aludido asintió antes de que cruzaran la calle y entraran al lugar atestado de senderos arborizados, bancas de madera, una que otra fuente y un inmenso lago. Era una zona que para los niños representaba juego y aventura mientras que para los enamorados era el ambiente perfecto para desbordarse en romanticismo.
—¿No habrá algún sitio en el podamos sentarnos sin lluvia?— dijo Min al tiempo que buscaba con la mirada un asiento protegido de las gotas.
—¿Qué importa eso? Igual ya estamos lo suficientemente mojados como para que nos dé una buena gripa.
Ambos jóvenes rieron ante aquella lógica y se limitaron a tomar asiento en una banca situada bajo un espeso árbol conocido como ceiba. Estando allí descansaron sus espaldas y estiraron sus piernas sin perder la cercanía que compartían.
—Quién diría que serías capaz de disfrutar de la lluvia cuando reiteradas veces huiste de las bromas acuáticas de Kook y Tae porque no te gusta el agua— Ho mencionó divertido.
—Sabes que es diferente cuando estoy contigo. Por ti hago cosas que incluso no acostumbro— Gi admitió sin pena alguna, tomando la mano izquierda del menor y entrelazándola con la suya.
—Vaya. ¿Ese es mi efecto en ti? Sí que te traigo bobo.
—Más de lo que imaginas.
YoonGi acarició el cabello mojado de Ho, echándolo hacia atrás y descubriéndole la frente. Esa pequeña acción le recordaba cuando tenía ocho años y su mamá le hacía peinados raros en la hora del baño, solo que ahora era él quien jugaba con el pelo ajeno.
HoSeok tocó el rostro del mayor, delineando cada una de las facciones y deteniéndose en cada rasgo, tomando el tiempo necesario para apreciarlos y memorizarlos más de lo que ya los conocía. Aquel joven rapero le parecía la creación más hermosa. Su Yoonie no era un amargado o un busca pleitos como muchos lo catalogaban; en cambio, era todo un romántico, un chico que, una vez enamorado, caía a los pies de quien le generara ese sentimiento. Un algodón de azúcar; solía decirle para que el pálido se sonrojara.
—Lo amo, hyung— susurró el bailarín, acercando sus labios a los contrarios.
—Te amo más, HoSeoki— coincidió Gi, dándole a su novio lo que este buscaba: un delicado pero significativo tacto entre sus labios.
Fue un beso casto, donde sus belfos presionados entre sí de una manera suave, dieron la imagen de pureza. Y es que la relación de Min y Jung gozaba precisamente de ello: de suavidad, de amor genuino e incondicional. No eran tóxicos; por el contrario, siempre respetaron su espacio y supieron llevar las riendas de su noviazgo sin que de ella se desprendieran vibras negativas y atosigantes.
Nadie los podía parar cuando se aliaban en pro de un objetivo. Se convertían en uno solo y luchaban por ello.
YoonGi era el amor de la vida de HoSeok, así como HoSeok lo era de YoonGi.
—Nos acabamos de besar en público— anotó el menor con una expresión sorprendida.
—Y no tengo ni una pizca de miedo.
—Mucho menos yo.
—Hoba, seamos libres— pidió Min a la vez que resguardaba las manos de Jung entre las suyas—. Enfrentemos el mundo y demostremos que la felicidad no solo tiene un camino, que no es limitada y que todos somos merecedores de ella.
Nunca se abandonaban cuando de luchar se trataba.
—Acepto, hyung— accedió Ho con su voz un tanto quebrada por compartir aquel momento con Gi; incluso sus pequeñas lágrimas se mezclaban con las gotas que caían del cielo, pero para el mayor era fácil diferenciar cuáles eran producto de las emociones de su pequeño.
Vaya que se conocían demasiado.
—Entonces cuento contigo, Hope. Podemos vivir felizmente. Los dos.
Un último beso se efectuó como sello de la promesa. Fue como la firma para que el acuerdo rigiera y, sin quererlo, sus almas volaran tranquilas y con la certeza de haber recibido un amor bilateral de pareja, un amor de familia. En menos palabras, haber sido estimados con sentimiento vehemente más allá de sus ideologías u orientación sexual.
YoonGi y HoSeok se fueron felices y conscientes de su unión mientras que, en una funeraria ubicada a unos cuantos metros del parque, las familias Jung y Min lloraban desconsolados frente a los ataúdes de sus hijos, quienes, víctimas de un crimen de odio e intolerancia, habían fallecido juntos y ahora, de esa misma forma, eran llevados a su última morada en el mundo terrenal.
En Seúl, después de varias horas de lluvia, escampó.
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Rain on us [OS YoonSeok]
FanfictionYoonGi y HoSeok por fin se sintieron libres. Corrieron y rieron mientras que, ajenos a ellos, las personas caminaban con sus sombrillas refugiándose de la lluvia, lo cual, a los jóvenes, no les importaba. Al son de las inmensas gotas movieron sus p...