Capítulo único

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La piel de Mina era realmente suave bajo sus dedos. Y el aliento de Katsuki quedó atrapado en su garganta cuando ella tomó sus muñecas y dirigió sus manos hacia su pecho desnudo, instando al rubio a que tocara aquellos senos redondos.

Katsuki los tomó en sus manos y los apretó suavemente. Eran tan suaves.

Sus dedos pulgares acariciaron los pezones que eran de un tono rosado más oscuro y sus oídos cosquillearon ante el gemido.

—Katsu... —gimió la chica. Y Katsuki sintió que no podía decir nada.

Se inclinó más sobre Mina y comenzó a dar suaves besos en su cuello.

Era extraño, Katsuki nunca pensó que sería suave en ningún ámbito, pero el simple hecho de tocar a Mina sentía que requería esa suavidad, a pesar de saber con claridad que la chica era fuerte.

Tanto, que podía aplastarte la cabeza con las piernas.

—Bésame más, Kats. Hazlo —El rubio suspiró, sintiendo su pecho encogido y acercó sus labios a su boca.

Los labios de Mina eran suaves en los suyos.

.

Ring. Ring. Ring.

Katsuki abrió los ojos ante su alarma y maldijo.

Otra vez el maldito sueño.

Había comenzado a soñar con Mina desde hacía unas semanas, pero todos habían sido sueños tranquilos, suaves, besándola y acariciando su alborotado cabello rosa.

Pero desde que tuvo aquel percance con ella en el entrenamiento, había comenzado a soñarla desnuda.

La molestia en sus pantalones era obvia, y Katsuki tenía que encargarse de eso ahora, antes de ir a los baños comunes. Masturbarse no habría sido un problema, lo había hecho antes, pero ahora solo podía tener imágenes de Mina en su cabeza por más que intentara pensar en otra cosa.

No entendía por qué su atracción ahora por la chica.

.

Muchos creían que la primera chica en ganarse su respeto había sido cara redonda. Sin embargo, el mismo Katsuki sabía que había sido Mina.

Katsuki ahora en su maduración, comprendía que tenía compañeras verdaderamente poderosas e inteligentes. Y en su inmadurez en el festival de deportes de su primer año había visto el quirk de Mina como una ventaja. Sin embargo, también la había visto a ella, se había fijado en sus brazos fuertes y sus piernas gruesas y ágiles para sostenerlo.

Katsuki no le habría dado su valioso culo a nadie más que ellos tres.

Su cabeza golpeó la colchoneta y el cuerpo flexible de Mina se pegó al de él. Katsuki luchó contra todo pensamiento pecaminoso.

—¿Que pasa, Bakugō? —Le dijo la chica agitada. El sudor le recorría el cuello y se metía debajo de su camisa de entrenamiento—. Usualmente das más pelea.

—Tal vez has mejorado —respondió Katsuki. Era mejor hacerle creer que había mejorado a revelarle que estaba jodidamente distraído por ella. Mina enarcó una ceja y se quitó sobre él, dándole a Katsuki una sensación de vacío, pero a la vez alivio porque estaba seguro que si tenía unos segundos más el calor del cuerpo de Mina sobre él, su propio cuerpo lo habría traicionado.

Mina tomó una toalla y comenzó a secarse el cuello y Katsuki se odió. Odió su cuerpo adolescente y sus malditas hormonas que solo le hacían ver sexualmente a Mina.

Odiaba que Mina fuera tan desvergonzada y liberal como para usar ropa corta y ajustada en su entrenamiento.

Mina tomó agua de su termo y luego lo miró.

Como una drogaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora