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Cada corte trazado en su magnífica piel de seda libera pequeñas gotas de sangre, sangre rojiza y brillante como el más puro rubí, porque para él cada gota de sangre que era extraída del cuerpo de sus víctimas valía como un rubí, un rubí que pase lo que pase jamás será alejado de él, pues lo tiene dentro de su cuerpo...esparciéndose en el, liberándose, fluyendo. Apoderándose.

-Válgame, soy un iluso

Dejo de lado el cuerpo del delgado y pequeño chico castaño, se levantó dejando la marca de sus rodillas sobre el suelo manchado de sangre y camino lentamente hasta la ventana de la habitación observando las paredes decoradas con posters y pegatinas. Soltó una risita y arranco de un jalón la cortina colon marrón, dejando que la tenue luz de la luna se propagara por la habitación, iluminando cada rincón. La sangre se hizo más brillante debido al reflejo de luz, podía sentir sudor corriendo por toda su frente. Paso la mano por su boca, recorriendo su labio inferior con su dedo anular limpiando y quitando restos de sangre del contrario. Con sumo cuidado de sus pisadas, regreso al cuerpo sin vida que yacía sobre el suelo. Tomo entre sus manos el filoso cuchillo de punta plana y lo coloco en la mano del cadáver, tratando de sostenerlo con los duros dedos.

-Una mano te corta la otra~

Sin el mínimo remordimiento guió la fría mano hasta la muñeca del mismo cuerpo y restregó el metal sobre el brazo, dejando más cortadas sobre el cuerpo, podía sentir el placer visual al ver de nuevo sangre salir de esa suave piel. El líquido no tan espeso y rojo se deslizaba por el brazo, llegando hasta el suelo. No podía despegar su vista, quería más, necesitaba ver más sangre.
Aparto el cuchillo de la mano ajena y empuño entre sus dos manos la espiga del objeto, levanto sus brazos al nivel y lugar donde quería marcar su obra de arte y dejo caer sus brazos con todo el peso de su cuerpo sobre el pecho de aquel lindo chico, cerró los ojos sintiendo como la punta de su arma perforaba los músculos y tejidos del cuerpo. Acribillo el cuerpo del chico una y otra vez hasta que sintió una leve punzada de cansancio en su brazo.
Sin más, se puso de pie y tomo el pequeño contenedor de píldoras para dormir que estaba sobre la mesita de noche. Dio vuelta a la tapa hasta lograr abrirla y vacío unas cuantas píldoras sobre la palma de su mano, con su mano izquierda –la cual estaba resguardada por 4 guantes de látex empapados de sangre– abrió la boca del cadáver e introdujo las píldoras en su boca empujándolas con dos de sus dedos para que resbalaran por su garganta. Una vez terminado su trabajo, acomodo todos los utensilios que utilizo y se dispuso a marcharse del lugar, dejando la puerta abierta para que sea más fácil encontrar su nueva "Obra de arte".

ESTOCOLMO -YoonJin-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora