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El rostro de las gemelas indicaban que tan molestas podían estar con mamá y al mismo tiempo conmigo, desde lo lejos observaba como eran obligadas a entrar al auto color crema y a permanecer alrededor de dos semanas en casa de la abuela. Una vez desaparecieron ante nuestros ojos la puerta principal se cerró y volvimos a nuestra cotidianidad. Subí las escaleras en silencio para encerrarme en mi habitación y ser paciente hasta la hora del almuerzo, no había acatado las ordenes de mi madre quien me había pedido luciera elegante, motivo por el cual también lucía tan seria en horas de la mañana. Me dejé caer sobre la cama y sentí la tranquilidad que poco era presente en mi vida al no tener al dúo molestando a mi lado, pero empezaba también a sentir el vació como si se hubiesen ido para siempre.

La voz de mi madre hizo presencia en la habitación una vez entró sin pedir permiso, su rostro mantenía el semblante serio pero a los pocos segundos desapareció dejando ver su sonrisa blanca y perfecta. Me incorporé mejor en la cama y esperé a que hablara, por su mirada sabía que tenía algo importante para decirme. Dejé que acariciara mi cabello y besara mi frente como solía hacerlo cuando era pequeña y me abrazó. Era su forma de demostrar el cariño y lo sola que se ha sentido desde la partida de papá.

—Iremos al salón de belleza —comentó al mismo tiempo que peinaba algunos mechones de cabello sin quitar la sonrisa de su rostro. —Necesitas un cambio, te ves fatal —la sinceridad era una característica y algo que destacaba en su persona, siempre fue demasiado directa.

—Agradezco el que me digas la verdad pero me siento cómoda como estoy, te acompañaré si quieres, pero no dejaré que me hagan nada en el rostro —sonreí a medias mientras me deshacía de sus toques y rápidamente me levanté de la cama para indicarle que debía marcharse.

—No necesitas de maquillaje, eres hermosa como eres —golpeó suavemente mi cabeza y prosiguió. —La madre del chico ha sugerido ir después tomemos un descanso una vez terminado el almuerzo, ¿no te emociona la idea?

—Para nada, quisiera no tener el más mínimo contacto con esa familia. Son unos impostores, mamá —susurré en su oído temiendo de se escuchada pese a estar solamente las dos. Aquello hizo soltar unas risas en ella y sin decir nada abandonó la habitación.

Las manecillas del reloj indicaban que debía hacerme presente en la sala, el saludo y murmullos manifestaban la llegada de la familia prestigiosa y de buen carácter, un modelo a seguir. Dejé salir el aire comprimido y bajé las escaleras para saludar como mi madre me lo había pedido. La forma de caminar e incluso hablar dejaba a la luz lo arrogante que podía llegar a ser el chico, incluyendo también lo molesto que fue la noche anterior, estreché la mano del padre quien se ofreció gustoso en saludar y evité a toda costa intercambiar palabras con el pelinegro.

—Es un placer que hayan venido, lamento mucho el inconveniente provocado por mi hija —observé a mi madre quien lucía más amigable que nunca y maldije al ser el centro de atención.

—No te preocupes, mi hijo también fue grosero al haber tratado a una chica tan hermosa como lo es ella. ¿Puedes darle lo que has comprado para ella? —estuve atenta a sus movimientos y no me percaté de que en sus manos sostenía una pequeña caja a lo cual era ajena a su interior. Con molestia acercó lo mencionado y dudé en aceptarlo hasta sentir la mirada escalofriante de mi madre.

—¿Algodón? —fruncí el ceño una vez di con su contenido, el pelinegro asintió y todos los presentes menos él parecían estar igual de desconcertados a mí. —¿Por qué me das algodón?

—Leí que algunas chicas suelen usarlo como relleno para que el busto se vea más grande, quise dártelo porque vi que lo necesitabas —su sonrisa era lo más molesto que pude haber visto en todo el día, su madre al igual que su padre lucían avergonzados ante el comportamiento de su hijo. Mi madre quien sólo se mantenía en silencio dejaba ver su inconformidad.

—¿Dónde está el postre que compramos para ella? —pellizcó su brazo y se escuchó un chillido de su parte. —Ya estás grande para que sigas con esos comportamientos, Jungkook.

—El postre lucía exquisito, así que me lo comí —sobó la parte afectada de su brazo y encogiéndose de hombros, como si estuviese en su propia casa, tomó asiento en el sofá al lado de la ventana.

—¿Por qué no hablamos de otra cosa? Dejemos que los chicos se conozcan mejor —la sugerencia de mi madre era lo poco adecuado para la situación, sin embargo, no pareció molestarle la actitud del chico, más sus padres sentían toda la vergüenza del mundo entero.

Tras desaparecer por la cocina y no dejar rastro alguno de sus presencias, observé a quien lucía bastante cómodo en la sala y jugaba con su teléfono móvil. Me observó por el rabillo del ojo y sin importar que estuviera frente a él fingió no reconocerme y actuar como si nunca hubiese pasado lo de hace minutos. Arrebaté su teléfono y vi su semblante cambiar. No iba a permitir que hiciese lo que quisiera en mi casa.

—Devuélvemelo -su voz salió más ronca de lo poco que había podido escuchar y parecía haberse molestado por mi acción. —He venido hasta acá, has arruinado mis planes, de no ser por ti estaría disfrutando mi día con...-quise interrumpirlo observando la pantalla y nombre de la chica.

—Haneul, ¿verdad? —enarqué mi ceja. —¿Es tu novia? ¿A ella también le regalas algodón? —por alguna extraña razón resultaba emocionante verlo refunfuñar, mis palabras tenían efecto en él motivo por el cual quise provocarlo.

—Ella sí tiene senos —atacó apoyando su rostro en su mano derecha. —Puedes comprobarlo, si si sigues subiendo encontrarás algunas fotos, excitante, ¿verdad? —elevó sus dos cejas y sin darme cuenta su rostro estaba cerca al mío, lo suficiente para sentir como nuestras respiraciones se mezclaran.

—Eres un pervertido —tiré el teléfono sobre el sofá y ambos nos percatamos de la presencia de los adultos. Ante mis ojos se encontraba un chico ajeno al que tuve hace segundos y como si fuese un ángel amado por todos escuchó atentamente a las palabras de mi madre.

Todo era silencio, la imagen que tenía mi madre visualizaba en su mente se vio caer a los pocos segundos en que supo que había sido mala idea invitar a la familia Jeon. Sus ojos se encontraban fijos en cada acción que realizara como yo en él, el ambiente era pesado y ansiaba en que todo esto diera fin a mi día; desearía estar con las gemelas justo ahora. Me levanté y caminé hacia la cocina, acto que imitó también el pelinegro y como si fuese un animal pequeño, me encontraba acorralada por un tigre quien me mostraba sus dientes y estaba a punto de comerme.

—Tu madre cocina bien -comentó recostando su cuerpo sobre la fría pared. —¿Dónde están las chicas que te acompañaban esa noche? —parecía haberse interesado por las gemelas. Me mantuve en silencio y sin responder ante su pregunta desaparecí.

—¿Irás con nosotros al salón de belleza? —su voz fue bastante dulce y cálida a comparación de esta mañana. Observé sus manos y deduje lo vanidosa que podría ser, resaltaba el anillo de compromiso y parecía estar viendo a una muñeca de porcelana.

—Me encantaría, pero prefiero quedarme en casa —hice una reverencia y agradecí el hecho de no haberme hecho cambiar de parecer.

—¿Puedo quedarme también? —interrogó el pelinegro al otro extremo de la mesa. —Estoy exhausto y quisiera descansar.

—¿Qué hay de tu hidrogenación facial? —mantuve las ganas de reírme al escucharla y vi como un sonrojo en sus mejillas aparecía.

—Mamá, no hace falta que lo menciones —rodó los ojos y me analizó con la mirada, como si supiera que estaba a punto de burlarme de él. —Iré otro día, no te preocupes.

Había una pequeña diferencia entre familias, la ingenuidad de su madre dejaba a luz lo confiada que podía llegar a ser cuando se trataba de su hijo. Su padre, quien se mantuvo en silencio la mayor parte del tiempo, sólo reflejaba el nivel de superioridad y la misma actitud del pelinegro, siendo el único cambio lo generoso que era. Vivían bajo la idea de que era un buen hijo y no desafiaba a nadie y, aunque llevaba sólo días de conocerlo, sabía perfectamente lo malcriado, caprichoso y manipulador que suele ser.

Quedarme a solas con él por un par de horas no era una buena idea, más cuando su mirada me dijo que planeaba molestar hasta que sus padres estuvieran de nuevo en casa.

mr dick ©jeon jungkook.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora