A flor de piel

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Acostumbrarse a la rutina después de las vacaciones de Navidad, es un proceso que les lleva un par de semanas. Alba se levanta muy cansada e irritable y la banda sonora que acompaña al desayuno suele ser el llanto de la niña y su negativa a vestirse para ir al colegio.

Así que Luis y Aitana llegan a trabajar la mitad de los días con dolor de cabeza.

El programa de Aitana en breves hará un año en antena y están planeando unos especiales con invitados representantes de distintas disciplinas y organizarlo ya han descubierto que va a ser complicado, pero todo el equipo está muy motivado con la idea.

Por otro lado, entre Luis y su jefe crecen cada día más desavenencias y en más de una ocasión, Luis ha tenido que sacarle las castañas del fuego para que no se fuera a pique el trabajo de todo el equipo por culpa de un incompetente que ocupa el despacho de Aitana después de haber sido elegido a dedo.

En las últimas semanas, Aitana no hace más que plantearle que quizá sea su momento para dejar la revista y dedicarse a hacer reportajes para distintas publicaciones como hacía antes de entrar en su departamento y como está haciendo Aitana.

Pero bastante tiene Luis con que el imbécil del redactor jefe no deje en ridículo al resto del equipo como para plantearse cambiar de trabajo.

En la revista está a gusto, tiene un horario que le permite tener un horario que se adapta a las necesidades de Alba y apenas se lleva trabajo a casa.

Aitana también está encantada con la flexibilidad que le dan las publicaciones para las que trabaja, permitiéndole pasar un par de mañanas a la semana trabajando desde casa, en ese despacho que han preparado en la habitación sobrante y el que ha invadido silenciosamente sin que Luis haya puesto queja alguna.

El piso es amplio y lleno de luz. Aitana camina con un jersey de Luis y unos calcetines gordos con un té caliente entre las manos en dirección al despacho.

En cuanto cruzó el umbral de la puerta el día que fueron a ver ese piso después de un par de semanas paseándose de una inmobiliaria a otra, supo que era ese el lugar en el que empezar a escribir su historia desde cero juntos.

Entró en el luminoso salón apenas adornado y se enamoró de las vistas de la ciudad desde allí. Al girarse, su mirada se cruzó con la de Luis, que sonrió débilmente al darse cuenta de que ambos estaban pensando lo mismo.

Aitana se hace más la remolona esa mañana nublada de enero. Luis ya ha salido de la ducha y a ella le tienta la idea de quedarse en la cama un par de horas más.

Aunque en realidad debería levantarse para preparar todo el material para la reunión al día siguiente en Barcelona a la que tiene que ir con Iván. Ha decidido que para compensar a sus padres, pasará el fin de semana también con ellos.

Esconde la cabeza debajo de la almohada fingiendo que aún no ha amanecido mientras Luis sonríe débilmente ante su gesto, dejando una caricia en su pierna desnuda antes de dirigirse a la nueva habitación de Alba, con la que la pequeña está encantada.

Aunque a Alba le hizo ilusión eso de cambiar de casa e vivir los tres juntos, las primeras noches las pasó durmiendo entre Luis y Aitana porque aún estaba adaptándose al nuevo piso y se despertaba llorando en mitad de la noche.

Esa mañana parece que tampoco se lo va a poner fácil a Luis, tal y como Aitana puede escuchar aún escondida debajo de la almohada. Finalmente, se obliga a sí misma a levantarse para echarle un cable a Luis y desayunar con ellos que, a pesar de todo, es una de las rutinas que más le gustan y le cargan las pilas.

A decir verdad, no se encuentra muy bien y lo más probable es que esté incubando algo. Siguiendo el sollozo de Alba, llega hasta la cocina donde encuentra a Luis suspirando con la niña llorando escondida en su pecho.

Canción Desesperada (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora