Prefacio.

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 Está hermosa. Ya no es la joven atrevida que me enamoró hace ocho años. Ahora es una mujer, con actitud, segura de sí misma.

Ahora es mucho más sexy.

Y feliz. Está muy a gusto con su pareja, comprometida. Tiene todo lo que siempre quiso, su música ha atravesado el mundo entero y lo ha sacudido.
Sus baladas me recuerdan a la época de los 80, cuando Celine Dion, Mariah Carey y Toni Braxton eran lo más escuchado. Trajo esa época al 2030 y la revivió.

Tengo que admitir que me molesta un poco verla con Clark Montenegro, además, sé que no soy precisamente de su agrado.

Mi corazón se derrite cuando la veo jugar con Alessia y me imagino como serían nuestras vidas ahora si tan solo hubiese esperado por ella unos siete años más. Si hubiese sabido que nos reencontraríamos y que algo entre nosotros siguiera intacto.

Porque lo noto. Su nerviosismo, su mirada y su distanciamiento me lo dicen. Tengo que contenerme para no probar sus labios y saber que sentiré al hacerlo.

Sin embargo, es mejor así. Nuestros recuerdos están intactos y tenemos algo del otro que nadie puede tener. Ocupamos un lugar en el corazón del otro que nadie puede ocupar.

Y ambos lo sabemos.

La puerta de su habitación se abre y se detiene al verme. Luce algo agitada y frustrada, su mano viaja a su cuello y comienza a sobarlo frenéticamente. Sus mejillas se tornan rojas.

―Hola ―saluda. Su respiración es agitada y su voz suena un poco jadeante.

―Hola ―respondo―. ¿Te sientes bien? Luces un poco... No lo sé, ¿estás bien?

―Sí, sí ―mueve la mano en el aire, restándole importancia. No me mira―. Necesito, uhm, aire fresco solamente.

―Está bien.

Ella empieza a caminar hacia las escaleras, yo la sigo porque es mi trabajo. Se detiene de golpe antes de alcanzar el primer escalón y me encara.

―No necesito que me escoltes en mi propia casa —murmura con nerviosismo evidente.

―Me enseñaron que cualquier descuido puede ser crucial para una agresión.

―Claro, tienes razón. Sin embargo, necesito un respiro. Quiero estar sola ―pide.

―Te escoltaré de lejos entonces.

―Gracias ―responde y baja las escaleras.

Tiene un vestido de seda lila y una bata del mismo material de color negro. El cabello lo tiene suelto, no tiene ni una gota de maquillaje. Solo puedo pensar que en serio la edad solo la hizo más hermosa. La sigo, escoltándola desde la distancia y sale al jardín.

Se queda de pie, viendo el cielo. El viento baila con su ropa y su cabello, se abraza a sí misma para darse calor. Todo está oscuro y la luz de la luna es lo único que alumbra aquel lugar.

Me acerco, quitándome el saco del traje y lo coloco sobre sus hombros. Ella se sobresalta, pero no me encara.

―Gracias ―susurra.

―No hay de qué.

Su respiración hace que su espalda choque contra mi pecho. Enrollo mis brazos en su cintura y la apego a mí. Ella suspira.

― ¿Qué te tiene mal? ―pregunto.

No responde. Se vira hacia mí un poco y alza el rostro, mirándome. El corazón se me desboca ante su cercanía.

―El pasado ―responde.

Y solo eso basta. Sin importar nada ni nadie, la volteo hacia mí y la beso. Sus manos acunan mi rostro y me devuelve el beso con intensidad. Mi corazón responde al tacto como si no hubo ocho años de por medio entre nosotros. Mi piel reacciona tal cual como la primera vez que le hice el amor.

Una trampa del destino | LJDL #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora