Capítulo 55.

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—¿¡Te puedes relajar de una vez!? —le grité con frustración, arrastrando las pesadas maletas por las escaleras de la mansión.

—¡No, joder! ¡No puedo! —Castiel gritó histérico delante de mí llevando también unas cuantas maletas en sus manos.

No podía más. Las maletas eran muy pesadas, no recordaba cuanto hasta que las llené de la ropa desordenada que apenas me dejaba cerrar la cremallera y las cargué en peso junto al otro bolso. No me cuadraba como es qué todavía no me había caído por las escaleras porque la postura en las que arrastraba todo el armamento no era la mejor.

El moño en lo alto de mi cabeza estaba más suelto que sujeto. No me culpéis, estaba de los nervios y ganas de tirarme por los escalones de cabeza y desnucarme no me faltaban.

—Tel, por favor, no es bueno que conduzcas en ese estado —dijo el abuelo apareciendo en la escena con una expresión llena de preocupación y miedo. No iba a engañar a nadie, yo también estaba aterrorizada en esos momentos.

Castiel lo ignoró completamente.

Cuando llegamos abajo Castiel ya se había asegurado de que el coche estuviera en la mismísima puerta preparado para ser arrancado. Corrió con prisa hacia este y sacó sus llaves del bolsillo trasero, pero al temblarle tanto las manos se le cayeron al suelo.

—¡Joder! ¡Joder! ¡Joder! —murmuró agachándose para cogerlas de nuevo.

Pulsó un botón abriendo el maletero y metió sus maletas.

Yo en ese momento seguía en mi cometido de bajar los escalones que había bajo el porche, no eran muchos, pero estaba agotada.

Como si Castiel hubiera notado eso o escuchado mis llamados internos se dio la vuelta y no tardó ni un segundo efímero en acercarse a mí y arrancarme las maletas de las manos para llevarlas él al coche y guardarlas también.

—¡Vamos, Maddie! —me gritó metiéndome prisa chocando sus manos y haciéndome arrugar la nariz en desaprobación.

Lo obedecí corriendo hacia el coche.

—¡Tel!

—¡Cassy!

Me giré mirando a las dos personas que venían corriendo como podían hacía nosotros. Castiel los miró con las facciones endurecidas, estaba completamente tenso. ¿Por qué se comportaba así con ellos?

—No te vayas así, por favor —le rogó su abuelo con sus manos juntas en suplica. Me daba lastima verlo de esa manera, parecía tan desesperado...

—Tengo que irme abuelo, Victoria va a dar a luz ¡sola! —exclamó intentando que entendiera.

Miré a la pequeña niña que miraba a su hermano haciendo un puchero con el labio inferior. Me acerqué a ella sin dudarlo más mientras escuchaba la discusión que comenzaban Castiel y su abuelo a mis espaldas, posé una mano en su hombro.

—No llores, ¿vale? —le dije mirándola con comprensión, ella asintió arrugando la barbilla con tristeza. Solamente era un bebé, por así decirlo, ella no tenía por qué presenciar estas cosas.

—¿Volveréis? —me preguntó con la voz entumecida por el llanto, contrayendo sus pequeños hombros.

—Claro que sí —contesté con una sonrisa intentando tranquilizarla.

Una mano se posó en mi espalda, obligándome a separarme de la niña y girarme hacia el intruso.

—Nos vamos —me dijo Castiel con una voz que no estaba dispuesta a recibir quejas, asentí levemente sabiendo que en estos momentos era mejor hacerle caso.

Un perfecto verano © (Completa, en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora