«Destinados» Capítulo II

579 73 19
                                    

Su día comenzó a las cinco de la mañana, con un baño y un desayuno ligero. Los primeros rayos de sol se colaban por su ventana, iluminando todo en su habitación con tonalidades naranjas mientras él trabajaba con su equipo de pesas.

A medida de que el sol inundaba todo a su paso, el canto de los pájaros resonaba a la distancia y se podía escuchar los vestigios de la tranquilidad perderse entre los autos y la gente que salía de sus casas para llegar al trabajo. En su propia casa, la conversación de sus padres comenzaba a llegar a sus oídos. 

Dejó las pesas en el piso, para luego secarse las manos con el cobertor de su cama y agarrar su celular, el brillo de la pantalla iluminando levemente su rostro. El reloj en ése momento cambió para marcar las 06:03 de la mañana, el rubio le dedicó un par de segundos de su atención para poder decidir qué haría a continuación. Deslizó su dedo por el celular, saliendo de la pantalla de bloqueo. No tenía ninguna notificación nueva, lo que descartaba la idea de quedarse unos minutos navegando y distrayéndose. Suspiró y dejó el celular sobre su mesa de noche. 

Realmente esperaba tener aunque sea un mensaje de una nueva actualización de alguna de todas las aplicaciones que descargó para entretenerse cuando sus amigos no querían juntarse con él. Respiró hondo y, resignándose, se puso de pie para sentarse ahora frente a su escritorio, pasaría el resto de la mañana realizando sus tareas pendientes, hasta que sea una hora prudente para salir de la casa y poder visitar un árcade, café o cualquier lugar al que lo guíen sus pies. Tomó el primer cuaderno que encontró, historia, y lo abrió con desgano. 

El proceso se repitió varias veces con literatura, matemática e inglés, las cuales le tomaron menos de cuarenta minutos en ser completadas. Tal parecía que ése día iba a ser más largo de lo que creía. Chistó mientras se recargaba en el respaldo de su silla, en ese momento si que despreciaba sus hábitos de despertarse con la mañana y hacer la mayoría de sus deberes antes de la llegada del fin de semana. Ahora no tendría nada que hacer y, a juzgar por el tiempo que pasó trabajando, aún era muy temprano para ir algún lado, aunque saliera no encontraría ningún lugar abierto, y se vería obligado a regresar a su hogar.

Echó para atrás su cuello, golpeando su mirada con el aburrido techo blanco  y comenzando a contar las marcas en él. O al menos eso intentaba hacer cuando alguien abrió la puerta de su habitación sin tocar primero. El susto hizo que se cayera con todo y la silla.

— Uno pensaría que con catorce años ya sabrías cómo sentarte correctamente en una silla, Katsuki. — Dijo Mitsuki desde el marco de la puerta, luego de reírse por varios segundos de él. — Como sea, pondré a lavar la ropa antes de irme, así que espero que no tengas nada tirado por ahí, mocoso. — Pasó su mirada por todo el cuarto mientras entraba con ambas manos en su cadera. 

Katsuki chistó mientras se levantaba del suelo frotando su cabeza por el golpe. Colocó la silla nuevamente en su lugar rodeando los ojos. — Sí, sí, vieja. — Murmuró, tomando el pijama que se quitó antes de bañarse y tendiéndoselo a su madre, quien ahora se encontraba revisando los cuadernos que dejó sobre su escritorio.

— Podrías aprovechar todo el tiempo libre que tienes al despertarte tan temprano para mejorar un poco tu caligrafía. Estoy segura de que aún tenemos el set que usabas cuando eras pequeño, puedes buscarlo y comenzar a practicar. — Lo regañó, volviendo a dejar el cuaderno sobre el escritorio para poder tomar la ropa que le estaba tendiendo y caminar fuera de su cuarto. 

En un día normal, hubiera lanzado un par de maldiciones al escucharla, pero dado su actual aburrimiento, y que el reloj parecía mover sus manecillas con la lentitud de un caracol, decidió que tal vez era una buena idea hacerle caso.  

Tardó menos de diez minutos encontrar el viejo cuaderno y los pinceles que alguna vez usó para aprender a escribir. Paseó sus ojos por las primeras páginas, llenas de manchas de dedos llenos de tinta, y palabras repetidas por todos lados. "Perro", "Gato", "Mamá", "Papá" aparecían una y otra vez, antes de ser reemplazados por palabras más complejas y oraciones enteras. En la última hoja, con trazos mucho más firmes y estilizados que aquellos del principio, estaban pintadas dos palabras simples, que le resultaron extrañas después de otras con mayor dificultad. Buenos días. Solo dios sabrá porqué había decidido escribirlas en aquel momento, pensaba mientras tomaba el pincel y mojaba su punta en el tinta negra. Aun así, al Katsuki del presente le parecían las palabras correctas para practicar. 

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jun 08, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Ohayou  | BakuTodo |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora