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Day 1: Blake's Ring/Sunflower Pop Cap

En Menagerie existe una historia trágica y romántica como ninguna, habla sobre una joven princesa que era fauno, que un día se enamoró de un noble humano. Las versiones varían al igual que su desenlace, dependiendo del orador que la diga será lo que les ocurrió en realidad, pero todas relatan que ese humano era alguien a quien la princesa no podía tener.

Según un libro en la estantería de Blake, no podía tenerlo porque estaba emparejado con otra noble humana, mientras que según el envejecido vendedor de hierbas del pueblo, la verdad era que no podía poseerlo porque era ella quien estaba comprometida con un fauno.

En realidad, no es que importará mucho quien fuera el emparejado o no, las historias cuentan que una noche de luna llena ambos se juntaron en la cima de una montaña a prometerse amor eterno, jurándose el uno al otro amarse pesé a sus razas y diferencias. Ella como muestra de su amor, se sacó de su dedo meñique un anillo que había sido entregado de amante a amante en su familia, parejas que siempre quedaron unidas hasta el final de sus días.

Tan sagrado como era la reliquia, el noble fue reacio a conservarlo en un inicio, debido a lo mucho que debía significar para la princesa, siendo ella, la que tuvo que insistirle en que lo conservara, comentándole que el anillo lo protegería y que dé esa forma, y sin importar lo que les pasará en un futuro, su corazón siempre sería suyo. El noble aceptó dicho obsequio, reafirmando con ella sus sentimientos y jurándole que, ante cualquier suceso, su vida y la de ella estarían unidas hasta que la muerte exigiera su último aliento.

Nada más al volver con los suyos, el noble se vio embarcado en una batalla, de la cual no salió con vida.

La princesa lo espero, las lunas pasaron, la angustia y desvelo que sentía tiñendo antes de tiempo su cabello, hasta cierto día, cuando un sospechoso extraño se presento ante ella, oculto bajo una capucha, en ningún momento rebeló su identidad ni sus intenciones pero antes de que la princesa llamara a sus guardias extendió sus manos y de su manga saco un objeto que silencio la garganta de la princesa.

En la punta de sus dedos se encontraba un anillo, no cualquier anillo, ella a pesar de la distancia podía identificar el tallado tan especifico que presentaba, reconociéndole. Inmediatamente después, de sus ojos comenzaron a caer lágrimas que no podía detener. El extraño deposito el objeto en sus manos con cuidado, retrocedió un paso, se inclino con respeto y se retiró.

La fauno, decidida y sin comentarle a nadie de adónde iba o sus razones, abandono su hogar para salir corriendo a la montaña, ignorando el frío de la noche y la estación en la que se encontraban. Agotada, llegó a la cima de dicha montaña, apretando en su pecho la joyería recién entregada, miró el despejado cielo y la brillante luna que la iluminaba...

Todas las historias terminan de la misma forma, de ella arrojándose al implacable mar de esa noche. Falleciendo antes de ser golpeada por las olas por un corazón roto. Y dando paso a una leyenda que nació con el anillo que se volvió sagrado.

Años más tarde, Blake Belladonna se encontraba en su hogar comiendo lo que había pescado con su madre esa tarde, disfrutando de la velada junto a sus padres. Ella, se había perdido un minuto en si misma, observando únicamente su plato, en el cual pronto divisó de él un bulto que sobresalía de su comida, inicialmente, creyó y tuvo la esperanza de que fuera la tapa de cierta botella que había tirado al mar tantos días atrás. La posesión que más lamentaba haber arrojado de su anterior vida, un recordatorio de momentos que ahora ella atesoraría únicamente en su corazón.

Pero no, lo que descubrió la sorprendió muchísimo más, pues esa misma tarde –antes de pescar– su madre le había contado parte de la historia de la princesa y el noble.

Pensando en voz alta, miró el anillo con curiosidad y antes de que su madre notará lo perdida que se encontraba, lo guardo en su ropa, comiendo con una sonrisa en el rostro mientras, dentro de ella, recuerdos de su compañera surgían, su sonrisa, sus gestos, la voz de ella que la acompañaba en su mente diciendo su nombre, llamándola en distintas tonalidades.