Si Fuera A Morir Mañana

La Luna Asesina

La luna brillaba sobre su cabeza y era tan absurdamente grande.

Peter se encontraba sentado en la cornisa de un edificio, observando el firmamento mientras una mano tomaba la suya, cálida a través de la tela de sus guantes. Por algún motivo no podía dejarla ir, tenían la sensación de que si aquel calor lo abandonaba, así fuese por tan solo un segundo, su mundo se iría en picada.

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Los dedos de Peter se movían ligeramente bajo los suyos con el reflejo de un sueño completamente ajeno a lo que sucedía en la habitación, Wade agudizó el agarre de su mano sobre la del chico.

—Está listo. Sostenlo con fuerza, esta vez va a ser peor que la anterior —La sepulcral voz de Al parecía emanar de las mismas paredes de la choza.

—Lo tengo.

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El viento soplaba violentamente, Peter lo sabía por el estruendo que provocaba en sus oídos al pasar, pues no sentía frío en lo absoluto, aquella tibia mano lo mantenía caliente. Se inclinó para observar el mundo que yacía a sus pies, el escenario era un cuadro de paz y quietud, una noche tranquila en la ciudad.

De repente un sonido seco penetró en el aire a su alrededor, provenía de arriba. El chico desvió su mirada de las calles, centrando de nuevo su atención en la enorme luna que brillaba en medio del firmamento. Peter contempló como una línea negra se extendía por la imponente luna, ramificándose y consumiéndola. La luna se estaba agrietando.

El viento comenzó a hacerse más violento, como si huyera con excesiva prisa de la luna que se quebraba en el cielo.

Peter agudizó su agarre sobre la mano que sostenía la suya, buscando su suave y reconfortante calidez. Sus ojos estaban clavados en aquella amenazante luna quebradiza.

Las grietas se hacían cada vez más grandes y el viento soplaba cada vez más fuerte.

Finalmente, la luna explotó.

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El agarre de Peter se hacía más y más intenso con cada segundo, Wade podía sentir como los huesos de sus dedos se empezaban a romper bajo la fuerza del chico.

Las penumbras habían invadido la habitación, un fuerte olor a azufre y cenizas cargaban el ambiente a su alrededor, tan intenso que casi podía saborearlo. El único sonido en el lugar era la voz de Al, que con un tono ronco y de ultratumba invocaba algún tipo de fuerza del abismo.

Los cantos de Al se amplificaban, volviéndose más ensordecedores con cada instante que pasaba, Wade podía sentir su poderoso estruendo reverberando en sus costillas.

De repente la habitación se quedó en silencio, un momento después, comenzaron los gritos.

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El mundo a su alrededor se sumió en el caos. Peter observaba, aferrándose fuertemente a aquella firme mano, buscando consuelo en su reconfortante calor. Pero eso no fue suficiente cuando el cruel beso de aquella despiadada luna por fin lo alcanzó.

Peter cayó de la cornisa, sumergiéndose en aquel mundo enloquecido que hace tan solo un momento reposaba bajo sus pies. Lo único que permaneció fue el dolor, quebrando su cordura poco a poco, hasta que todo lo que quedó fueron los gritos de Peter, rogando por piedad a aquella luna asesina.