Lágrimas que caen en sangre.

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No era de extrañar que el ambiente de un funeral fuese lúgubre, sombrío y deprimente. Era normal que muchos lloraran, se lamentaran y sufrieran. Dejaran correr sus lágrimas, quemar sus gargantas y ahogar sollozos y gritos que rogaban por escapar de sus bocas dispuestos a exponer la miseria en la que se encontraban. 

Xiao Zhan se adaptó a la atmósfera enseguida porque compartía la pena de los presentes, quizá incluso la vivía de peor forma que otros allí. Al fin y al cabo, él era el más cercano en el lugar a la persona dentro del ataúd.

Su rostro era una obra de arte, la perfecta representación del vacío que llena a un hombre al perder a un ser amado. Su expresión era una clara muestra del sufrimiento y la angustia que atravesaba un viudo o algo cercano a ello; si —por el contrario— estuviese sonriendo, sería escalofriante y daría una imagen desquiciada. Aquella no era la forma correcta de afrontar una pérdida. 

A muchos de los presentes les dolía la partida de Wang Yibo, el joven en el ataúd, pero eran capaces de mantener dentro de sí la tristeza y su rostro no denotaba emoción alguna. Sin embargo, Xiao Zhan estaba dejándolo salir todo, dándole una imagen deplorable que observar a los espectadores. 

Nadie podía culparlo, perder a tu prometido, a quien juraste amor eterno y prometiste una larga vida juntos, era devastador. La forma en que sus lágrimas caían por su cara en grandes gotas y la mucosidad dejándose ver por el borde de sus fosas nasales, no era algo que debiera ser fotografiado, más bien se trataba de un recuerdo que muchos querrían esconder en un rincón de su memoria para nunca tener que revivir. La terrible desgracia que estaba atravesando podía comprenderse, los desgarradores gemidos que se le escapaban de vez en cuando por más que intentase esconderlos detrás de su palma eran ensordecedores y la forma en que su cuerpo temblaba usando toda su fuerza de voluntad para no abalanzarse sobre el cajón de madera que contenía el cuerpo inerte de su amado provocaba, que quienes lo veían quisieran darle un abrazo para ayudarlo a contenerse. 

Hoy Xiao Zhan era miserable. 

Quiso calmarse; limpió sus ojos húmedos con fuerza e inhaló profundamente para regular su aturdida respiración. Miró al cielo para aclarar su vista y permitir que las lágrimas acumuladas salieran. No obstante, y aunque logró tranquilizar un poco su mente, en cuanto bajó la mirada de regreso al ataúd cubierto en flores frente a él, su corazón se aceleró con brusquedad y dio un traspié hacia atrás. Dejó de respirar y agitó la cabeza, creyendo que lo que acababa de contemplar solo era producto de su imaginación, mas poco después la acción se repitió. 

Lo vio con claridad, estaba seguro: a través del vidrio que cubría el cuerpo de Yibo dentro del cajón, el cual estaba ligeramente abierto, pudo visualizar una conocida mano elevarse y golpear el cristal tres veces. 

Un. Dos. Tres. No muy rápido, no demasiado lento. Tres golpes consecutivos que se repitieron un par de veces y lo sacaron momentáneamente de su melancolía. 

Asustado, volteó de un lado a otro buscando a alguien más que hubiese notado aquello, pero todo el mundo tenía la vista fija en el suelo, llorando o evitando el contacto visual con los afectados. Nadie lo vio, excepto él. 

El cadáver de Yibo se había movido.

—Señor, necesitamos su autorización para proceder...

Sus ojos seguían abiertos en grande por la perplejidad, apenas fue capaz de subir y bajar la cabeza lentamente en un asentimiento para que la persona de la funeraria comenzara con la ceremonia. Se olvidó por completo de su corazón dolido y ojos hinchados, de la pena que estuvo consumiéndolo desde que puso un pie en el cementerio manteniéndose aferrado al carro de metal que transportaba el ataúd donde estaba encerrado al amor de su vida

TRES LAMENTOS Y UN FUNERAL 葬儀 ZHANYIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora