73 - PAREDES

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—Mamá, por favor, detenlo ya. Mis chicos estarán sufriendo mucho.

Le dedico una sonrisa de circunstancias. Tiene toda la razón del mundo, pero debo asegurarme de que todos los habitantes del castillo acaban aturdidos. Es algo que tendrá que aceptar.

—Cris. Creo que ya es suficiente.

Asiento resignada ante las palabras de Drogo y me dispongo a actuar. Sólo espero no haberme quedado corta.

Deshago el conjuro en mí y comienzo a escuchar un montón de voces gritando. El ruido es tan grande y ensordecedor que empiezo a arrepentirme de lo que ha hecho. Decido cortar por lo sano antes de volverme loca.

—SILENCIO —grito con voz potente provocando que todos se tensen.

Un silencio sepulcral invade la estancia y yo sonrío orgullosa.

—Escuchadme, almas en pena —digo con tono firme —. Os ofrezco la oportunidad de acabar con vuestro sufrimiento. Tenemos el poder suficiente para que dejéis de vagar por tierra de nadie y podáis por fin descansar en paz. Decidme, ¿estaríais de acuerdo?

No se escucha nada por unos segundos hasta que, poco a poco, comienza un murmullo, como si las paredes estuvieran hablando entre ellas estudiando mi opción.

—¿Realmente puedes hacerlo? —pregunta la pared tras el trono. Yo asiento. —¿Y qué querrías a cambio?

Mi sonrisa se agranda. Sabía que esto iba a funcionar.

—Poca cosa —respondo tranquila —. Tan sólo que el castillo desaparezca.

Nuevamente se escucha el murmullo, como si estuvieran sopesando los pros y los contras de mi proposición. Eso me pone nerviosa. Me lo estoy jugando todo a una carta y sé que es una apuesta muy arriesgada. Sólo espero que funcione. Por nuestro propio bien.

—¿Por qué quieres que el castillo desparezca?

Reacciono al escuchar esa pregunta y, adoptando una pose muy digna, comienzo a estudiar mis palabras. Debo ser muy prudente y no decir nada que les pueda ofender. No sé cómo van a reaccionar cuando se lo cuente.

Espera... ¿Por qué tengo que contárselo? Lo saben de sobras. Ellas ven y escuchan todo lo que pasa a su alrededor.

Una maléfica sonrisa se dibuja en mi rostro. Si lo que quieren es jugar, juguemos. A ver quien puede más.

—¿Por qué crees que quiero?

—No sé. Dímelo tú.

—¿Acaso pretendes hacerme perder el tiempo? —respondo cruzándome de brazos —. Sabes de sobras porque lo quiero. Tú lo ves y escuchas todo.

La pared tiembla. Se está riendo. Está claro que he dado justo en el clavo.

—Hades tenía razón con respecto a ti. Eres muy lista. Por desgracia, no podemos ayudarte.

Mis ojos se abren como platos. ¿Acaso he escuchado bien?

—¿Por qué no podéis, si puede saberse? ¿Es que no queréis ser libres?

—No se trata de eso —me explica —. Por supuesto que queremos ser libres, pero, por desgracia, todos nosotros estamos conectados a Hades. Lleva demasiado tiempo usándonos y, aunque nos concedieras la libertad, acabaría por encontrarnos y enviarnos al inframundo para someternos a una eterna tortura.

Dejo caer la cabeza derrotada ante este nuevo obstáculo mientras siento cómo Drogo aprieta mi mano en señal de apoyo.

—No ha funcionado, ¿no? —pregunta preocupado, ya que por el conjuro no puede escuchar nada. Yo asiento. —Tranquila, cosita. Otra manera habrá.

DC XII:LA REINA DEL MUNDO √Donde viven las historias. Descúbrelo ahora