Capítulo 14

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Después de mucho trabajo logro entrar al servidor del internado que conecta todas las computadoras. Fue bastante complejo acceder al servidor por la seguridad, es mi segundo día intentándolo y cabe decir que pase mucho tiempo dando vueltas frente a las computadoras del lobby del edificio.

Estoy sentado en el suelo del baño en espera de que la pantalla de la laptop muestre el mensaje de 100% indicando que puedo acceder a las cámaras de seguridad.

¡Bam! Súbitamente la puerta de la habitación es abierta, mi corazón bombea sangre con rapidez debido al susto. Estiro mi mano al pestillo de la puerta del baño y aseguro la misma, apago la laptop luego que esta marca por fin el número cien. Me levanto mientras guardo el aparato en el bolso, meto dicho objeto por el hueco de la lampara, la cual luego recojo del suelo y la atornillo con prisa al techo. Suspiro.

Mierda.

— ¡Ferrara! ¡Sal de ahí! ¿Qué haces? — cuestiona la voz desconocida de un hombre.

Probablemente sea un enfermero o algún guardia.

Salgo del baño chocando con el enfermero moreno, el gruñe y se aparta rumbo a un atril que está al lado del carro de medicinas. Lo arrastra hasta el espacio que hay entre la cama y el escritorio. Tal vez es aquel tratamiento que menciono el martes Mariángel "Demente" Flores.

Retrocedo lentamente con el objetivo de huir. El moreno está muy concentrado en colgar la bolsa con medicina que no se da cuenta de lo que estoy haciendo. Salgo de la habitación. Tal vez puedo esconderme en algún armario que me guíe a Narnia y así no tener que seguir en esta realidad.

Pero no he caminado ni diez metros cuando Margaret me toma del brazo y devuelve directo a mi habitación.

— ¡Falta poco para la cena! ¡Es sábado! Hoy sirven el especial— me quejo observándola a los ojos.

Ella me obliga a sentar en la silla del escritorio, para después colocarse en la puerta y evitar mi fuga.

—No te preocupes, Ferrara. El tratamiento no dura mucho— comenta el enfermero.

Él amarra una liga a mi brazo izquierdo y palpa en busca de una vena para poner la vía. El procedimiento es molesto, sin embargo, han estado clavando agujas en mi piel por tantos años que ya no duele.

—No gastes saliva, Eduardo. Él ya ha estado sometido a esta terapia de inmunoglobulina— asegura la traidora.

Luego de conectarme a esa pequeña bolsa hicieron que tomara algunas pastillas y se van dejando la puerta abierta a su paso. Fijo mi vista en aquella aguja bajo mi piel, el aspecto que ofrece da un poco de impresión porque la aguja esta justamente sobre una de las cicatrices horizontales de mi antebrazo.

No me siento a gusto. Sobre todo, porque lo volví a hacer el jueves, no estoy orgulloso ni mucho menos. Recuerdo que ese día me sentí totalmente perdido, no recuerdo cómo logré conseguir algo filoso, pero sí recuerdo la sangre. En algún momento me detuve y lavé como si no hubiese pasado nada.

¿Para qué esforzarse en cambiar?

Me quedo en mi cama toda la semana, solo me levanto para arrastrar mi cuerpo a las clases y hablar con Isak. Tuve esperanza en lograr consolidar una relación con Thalia, pero ella me rechazo completamente. No la culpo, después de todo sigo siendo el miserable Axel Ferrara; el pobre, el enfermo, el discapacitado, el rarito, el perdido, el llorón, el...

Suelto un suspiro, me volteo hacia el escritorio y tomo una hoja para hacer garabatos mientras la terapia se acaba. Papá llegó a comprar estás terapias, pero eran muy caras cómo para seguirlas, a pesar de que son necesarias. Recuerdo a mamá llorando en aquel sillón incómodo del hospital; siempre supo que yo no iba a mejorar, lo cual la afecto un montón.

HurtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora