31. Mente calcinada

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Las habitaciones por fin se encontraban en orden, el hospital había regresado a la normalidad después de que regresarán la electricidad y los suministros, nadie sospechaba de la familia que se encontraba en la sala de estar bebiendo un café para no quedarse dormidos, nadie quería retirarse.

—Bien, ¿Que has hecho con ella? —preguntó Stanford.

—Pacifica accedió a sacarle respuestas mientras nosotros seguimos con esto, confío en ella así que tenemos algo menos de que preocuparnos —dijo Mabel con amplia felicidad de hacer su parte.

Stanford respiro profundamente, mirando su cuarta taza de café vacía.

—¿Stanley?

—Nada a pasado, revise las cámaras junto con Dipper después y tenía varias jeringas clavadas además de las pupilas extrañas... El cerebrito confirma que fue abducida por esa cosa.

—¡Abducir es completamente diferente a lo que Bill hace con las personas! —dijo Dipper molesto, le había explicado demaciada veces lo que la palabra significaba y sumándole la falta de sueño de hace casi dos semanas por estar ayudando a su tío, la paciencia se le agotaba bastante fácil.

Todos habían regresado a dónde Stanford les había indicado, había pensando cada detalles y haciendo variables por si acaso pero aún así todo le preocupaba.

Cuando recaía siempre estaba su esposa para apoyarlos y ayudarle a olvidarse de sus paranoia, pero ahora que estaba solo no le quedaba otra opción que quedarse con sus problemas para si mismo. Pero como el ególatra que es tenía que recurrir a alguien.

—Traje algo para ti —susurro Stanford al sentarse junto a él.

Stanley se encontraba en la silla afuera de las habitaciones, concisamente de la de su cuñada la cual seguía inmersa en sus sueños.

Extrañado, tomo la bolsa de manis dulces. —¿Y esto? ¿Los haz envenenado? —preguntó con burla.

—No, no lo están —dijo quitándole importancia a la broma.

Un pequeño silencio había llegado a ambos, había sido un poco cruel con él tomando en cuenta la situación.

—Lo siento, todo esto de dormir seis horas no me agrada para nada —dijo abriendo la bolsa, tomando un puño de cacahuates directo hacia su boca—. Digo, comparando a que tú no duermes nada desde hace tiempo... Puedes morir más pronto por no dormir que por no comer.

—Ya veremos —dijo Stanford bajando la tensión—. Se que estoy exigiéndoles mucho, en especial a los niños. Pero no puedo tomar esto a la ligera... Jamás terminará esta guerra contra los Pines y Bill Cipher. Sé que todo esto puso en peligro la madre de mis hijos y eso es lo que más me está matando ¿Que debo hacer? Me estoy arriesgando demaciado y siquiera sabemos dónde está Bill.

Sus palabras eran fuertes, con algo de dolor mientras dejaba caer sus hombros con frustración.

—¿Que tal si te vas a dormir a la cabaña unas horas? Mabel te llevaría en tu auto...

—No, no es una opción irme a dormir Stanley. Te dije que mi vida depende de todo esto.

—Pero nadie tiene peligro de morir, estamos a salvó.

—¿Quien dice eso? —susurro molesto—. Estoy constantemente revisando los cuneros, revisando que tus sobrinos estén bien, estoy revisando a mi esposa en busca de señales de que se recupere y estoy en comunicación con los gemelos por pistas. No puedo dejarte todo a ti y mucho menos a Dipper.

Dejo caer su cara directo a sus rodillas, realmente agotado y delirando con todo lo que pasaba, dándole demasiadas vueltas a todo. Se sentía vulnerable.

—¿Estás llorando? —preguntó Stanley al escucharle sollozar una vez más, lo había hecho mientras trataban de mantener estable a su cuñada con el bajo de luz, pero no había querido comprobarlo.— ¿Stanford...

—Si, estoy llorando Stanley. N-No tienes idea, siquiera sabes... ¡No p-puedes comprender lo que está sucediendo y lo mucho que me aterra! —dijo dándole la cara. Su cabello desalineado y largo junto con las manchas de café en la camisa le hacía saber que realmente se encontraba mal.

Sentía pena por su hermano, por toda su familia. Pero él no sabía que hacer en esas situaciones. Cuando eran niños solo le hacía cosquillas y eso ayudaba, pero ahora de adultos era ella quien lideaba con las emociones de su hermano... Vaya situación.

Dudando un poco lo tomo de los hombros y lo obligó a recostarse en su regazo en la incómoda silla de hospital. Dio un par de palmadas en sus hombros y tal y como su madre decía comenzó a recitarle;

—Jamás sabré comprenderte, Stanford. Pero sabes que estoy aquí para ti, te amo mucho hermano —dijo finalmente para quitarle los anteojos ayudándole a qué descansase un poco.

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Su juego había comenzado, me había pedido tanta información sobre los "planes" de Stanford. Evidentemente le había dado pistas más que errorenas pero con el tiempo lo descubriría y eso me tenía con constante miedo.

¿Y si alguien regresaba a intentar matarme como Stanford había dicho? ¿Por qué su vida estaba en las manos de Stanley? ¿Que planeaban ahora? Por qué todo lo que hacía o creía saber que hacía estaba hecho como plan D: Destinado a fracasar.

Jamás dudaba de los planes de Stanford, al contrario, siempre le ayudaba a perfeccionarlos. Pero estoy más que segura que con toda la conmocion estaba vuelto un manojo de nervios gritándole a medio mundo, sería el fin del mundo si no fuera así.

Amaba cuando intentaba mostrarse tranquilo ante todo pero al pasar tanto tiempo con él sabía esos típicos tic nerviosos que afectaba al estar bajo presión.

Un fuerte golpe dió directo a mi corazón, no fue físico si no que así lo sentía.

—¡Enfermera! —grito un doctor mientras el dolor me consumía— ¡Está sufriendo un paro cardíaco, trae el desfrilador y praticarle RCP!

¿¡Un paro cardíaco?!

ᴄᴜᴍᴘʟɪʀᴇ ᴍɪ ᴘʀᴏᴍᴇsᴀ [ғᴏʀᴅ x ____]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora