Antigua Guerra.

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Fue en invierno, cuando la nieve ya había endurecido y la neblina se había vuelto densa, había coincidido con uno de los periodos de agonía de Kurama, por lo que Tsuki se mantenía a su lado intentando aliviar su dolor y reprimiendo toda la energía que el primigenio liberaba, fue por ello que la diosa no se había percatado de la energía que había llegado al monte.

Las alas negras de Madara arrastraban por la nieve, detrás de él estaban sus hijos Shisui y Obito, observaron con atención cada detalle del monte al que habían llegado, podía sentir el vigor de la energía que ahí emanaba, con tan sólo pisar la tierra de aquel lugar sus alas parecían haberse vuelto más fuertes. Tomó una decisión que marcó el inicio de la profecía de Tsunade.

— Convertiremos este lugar en nuestro hogar... .- Declaró Madara.

Por supuesto, los Kitsune tenían centinelas por todo el lugar, por lo que su llegada al lugar fue avisada rápidamente al palacio el cual lo mantenían a las faldas del Monte, de ese modo vigilaban la entrada a las entrañas donde descansaba el ser primigenio, Hashirama yacía en su lecho junto a su mujer, abrazaba su cálido cuerpo mientras ocultaba su nariz en su nuca, amaba su aroma, por lo que olerlo durante las noches le daba cierta paz. Dicha paz fue rota gracias a Sakumo quien había alterado el silencio de la habitación con su presencia.

— Hashirama-sama.- Su voz era grave.- Han llegado.

Hashirama suspiró y cerró los ojos resignado al saber que debía levantarse, no respondió simplemente fue cuidadoso de no despertar a Mito, una vez fuera de su lecho se puso sus ropas, un haori blanco adornado con listones rojos y un hakama rojo, deslizó con mucho cuidado la fusuma, en el pasillo de madera ya esperaban su yerno Jiraiya, su nieto Minato y por supuesto, su hermano Tobirama. No dijo nada, sólo hizo un movimiento de cabeza para que todos ellos, junto a Sakumo, lo siguieran, entraron en su antigua sala de consejo, dentro estaban Tsunade y Kushina quienes hablaban preocupadas.

— Bien, cuéntenme de una vez ¿Quién o qué son?- Hashirama tomó asiento en uno de los cojines y fue seguido por el resto de personas.

Sakumo se aclaró la garganta, comenzó a informar que aquellas criaturas habían descendido del oscuro cielo nocturno, sus máscaras representaban cuervos y las alas de sus plumas eran tan negras como sus propios ojos, uno de ellos era quien parecía llevar al desplegado sus alas poco después de haber llegado para subir un poco más al monte, estaban muy cerca del templo de Tsuki, por lo que aquello hizo a todos preocupar, si bien, la diosa se encontraba al lado de Kurama ¿Quién les aseguraba que no estarían interesados en tomarla para alimentarse de ella?

— No sacaremos conclusiones apresuradas.- Afirmó Hashirama.

— ¿Qué quieres decir con eso, hermano? Tenemos que expulsarlos inmediatamente. 

— No, Tobirama, primero conoceremos sus intenciones, yo mismo iré a visitar el lugar en el que se asienten.

— No creerás que apoyaremos esto ¿Verdad, Otoosan?- Tsunade estaba inquieta por la propuesta de su padre.

— Por supuesto que sí, Tsuna, es lo menos que esperaría de ustedes, porque con o sin su apoyo lo haré.- Sonrío con dulzura para su hija.

Jiraiya colocó su mano en el hombro de su esposa para intentar tranquilizarla, para él era obvio que estaba furiosa.

— Tú sabes mejor que nadie mi visión, ellos tienen detrás de sí muerte, allá donde van llevan destrucción...

— Y por eso mismo, lo mejor sería evitar cualquier conflicto... Tobirama, tú podrías entenderlo...

— Por supuesto que no, pero supongo que te acompañaré, eres lo suficientemente estúpido para pensar que podemos evitar que la visión de tu hija sea cumplida, yo no, pero te guardaré la espalda tanto como me sea posible.

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