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    Se quedó petrificada mientras lo contemplaba en silencio.

    Una sensación de frialdad, de abatimiento, de malestar en su corazón, de una irremediable tristeza mental que ningún estimulo positivo de la imaginación podía desviar hacia forma alguna de lo sublime. Aquel hombre sin dudas alguna podía quitarle el aliento a cualquiera, hipnotizarte con sus preciosos zafiros que tenía de ojos y hechizarte con su sonrisa casi diabólica y sin embargo, que poseía cierto encanto debido a sus hoyuelos juguetones.

    A pesar de dichas cualidades atractivas, por alguna razón, Rin solo quiso llorar desconsoladamente.

—Noté la puerta abierta y pensé que podría hablar con la propietaria del lugar—explica y su voz es como un bálsamo cálido que te otorga refugio.

    Resultaba extraño.

—¿Q-Qué?

—Bueno, ¿no piensan vender la casa?—Pregunta medio confundido, haciendo un rostro casi adorable, frunciendo su nariz casi diseñada que transmitía una perfección escalofriante. Es bello, piensa Rin, propiamente bello.

    De estatura alta, y delgado, muy delgado. Ningún hombre podría igualar la belleza que éste poseía. Sus expresiones eran suaves, quizás tenía veinte años, o quizás incluso menos. "No hay belleza exquisita sin algo de extrañeza en las proporciones"; recordó fugazmente mientras contemplaba casi con demasiada profundidad al hombre frente suyo, casi atravesándolo con su insaciable mirada.

    Es bello, eso era cierto, pero había algo en sus proporciones que le daban un deje extraño, algo que te advertía no acercarte demasiado. Al igual que una rosa, podía hincarte con sus afiladas espinas.

—Y-Yo... um, sí, perdona por... por gritar—se disculpa en un balbuceo, jugando con sus frías manos de forma nerviosa mientras siente sus mejillas ruborizarse.

—Está bien, en parte fue culpa mía por entrar sin avisar pero, bueno, la puerta estaba abierta y fue una tentación que no pude evitar cometer—dice con serenidad. Su voz suave y profunda goteaba tranquilidad, podía dejarte adormecido con tan simples palabras.

—Uh, bueno, ¿qué te gustaría saber?—Inquiere mientras se abraza así misma, vibrando debido al frío que entra por la puerta abierta tras suyo, sintiendo al viento azotarle la espalda cubierta de forma cruel y despiadada.

—¿En serio venderán la casa?—Parece querer afirmar, frunciendo su ceño mientras inclina su cabeza hacia un lado, luciendo injustamente celestial.

    Pero Rin no se deja engatusar fácilmente, como si saliera de un ensueño, cabecea y ordena sus ideas.

—Disculpa, como siquiera... ¿cómo siguiera sabes sobre eso? La propiedad se encuentra muy alejada y estamos como a casi cinco kilómetros de la ciudad—señala con desconfianza y sospecha, entrecerrando sus ojos mientras el hombre pasa a ignorarla.

    Desvía la mirada y parece mirar con detalle cada rincón y superficie del lugar. Luciendo atrapado con la decoración y la ornamentación, sus ojos lucían casi maravillados por cosas que Rin consideraba ordinarias.

—Una vez viajando pasé por aquí y la noté, realmente está bien escondida pero aún así... —murmura antes de posar su pesada mirada zafiro en su persona—, algo sobre ella logró cautivarme.

    Rin presiona sus labios y entrelaza sus manos, sintiendo sus dedos fríos mientras apreciaba al hombre frente suyo, a solo pasos de su cuerpo. Una parte suya no pudo evitar querer leer entre líneas.

—Bueno, aunque tengamos el cartel de que la casa se vende no estará lista hasta dentro de un mes o dos, por si lo has notado tenemos que sacar algunas cosas y...

when the demon calls | rilenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora