⓪⓪①

207 28 2
                                    

Su cabeza dolía horriblemente... si alguien le preguntase sobre lo que sucedió anoche, él simplemente no sabría que responder; entre abrió lentamente los ojos y se percató de que esa noche no habia dormido sólo... trató de hacer memoria y como si fuese un bombardeo de recuerdos, cortos flashbacks sobre la noche hicieron su presencia en su mente, aturdido colocó su mano sobre su rostro, sus mejillas se tiñeron de un sutil rosáceo; Horacio estaba avergonzado de recordar... no porque hubiese sido un mal rato, sino porque recordó como le rogó a esa persona que le dijiese frases dignas de un "otaku"; suspiro de manera amarga y mordió su labio inferior, giró su vista hacia la persona que aun estaba dormitando a su lado... Horacio sonrió satisfecho al percatarse que le habia dejado marcas de chupetones en su espalda y algunas en el cuello, Horacio sonrió satisfecho porque sentía que tenia a ese chico en sus manos incluso si su corazón estaba siendo un caos.
Poco le importó la resaca, se puso de pie, buscó con la mirada su boxer y cuando lo visualizo se dispuso a colocarselo, después se dirigió a la cocina y tomó dos bowls, se dispuso a servir cereal en ambos y despues sacando la leche del frigorífico sirvió un poco de esta a cada uno, tomó una bandeja y colocó cuidadosamente ambos bowls, despues se dispuso a llevar "el desayuno" a la habitación. al cruzar por la puerta fue recibido por una cálida sonrisa, su compañero sexual estaba despierto, se veía un poco adormilado, pero a Horacio le pareció incluso mas sexy que cuando estaba totalmente despierto.

-Buen día Horacio~-

murmuró bajito pero totalmente audible para el de cresta.

-Excelente día señor doctor-

acercó la bandeja ofreciéndole uno de los bowls para despues disponerse a tomar un lugar cercano a su ajeno en aquella cama, el apodado doctor muerte sonrió ampliamente y observó curioso.

-No trajiste cucharas-

cubrió su boca con su mano izquierda para ocultar un bostezo.

-No las necesitamos-

se defendió el de cresta, tomó uno de los bowls de la bandeja con ambas manos y acercándolo a su boca dió un sorbo.

-hmmm Horacio... la persona que nombraste mientras lo haciamos... ¿era el comisario Volkov?-

Horacio retiró lentamente el bowl de sus labios y observó fijamente hacia la nada.

-Lo es-

el médico sonrió de manera comprensiva y colocó su mano en el hombro ajeno, quería que supiera que realmente lo entendía.

-tratalo con lentitud, si lo presionas simplemente harás que se forme un grueso muro entre ustedes, creo que Horacio es simplemente Horacio, pero si le das tiempo y espacio al final el comisario verá lo increíble que eres-

Horacio le dedico una enorme y cálida sonrisa, estaba apunto de abrir sus labios para decirle lo mucho que agradecía su compañía cuando el teléfono del médico interrumpió el momento, sólo le bastó ver la pantalla para que se pusiera rápidamente de pie, busco sus prendas de ropa y se vistió en un santiamén, Horacio observó todo ese proceso con suma atención

-se me hizo un poco tarde, por eso debo irme ya, lamento no comer contigo-

murmuró él médico mientras se arreglaba el cuello de la camisa, a decir verdad esta era la primera vez que no tuvo tiempo para comer junto a Horacio, pero a este último mencionado no le pareció en absoluto extraño... el tiempo paso y de un momento a otro ya se encontraba solo en aquella habitación, se estiró perezosamente y se dispuso a vestirse también... despues de todo... Los Santos aun necesitaba de su héroe.

𝓥𝓪𝔂𝓪... 𝓣𝓾Donde viven las historias. Descúbrelo ahora