P R Ó L O G O

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Aún seguía viajando cuando recibí un email. Era una invitación de parte de la escuela Pico de Esperanza para acudir a sus clases del curso principal como el aventurero definitivo en el siguiente año escolar.

    Según tenía entendido, Pico de Esperanza tenía reclutadores que registraban de cabo a rabo todos los lugares más recónditos del planeta para encontrar jóvenes talentosos a los que abrirles sus puertas. Tras El Suceso Más Trágico, Más Grotesco Y Más Terrible de la Historia de la Humanidad, aquella escuela abrió sus puertas de nuevo con Makoto Naegi como director, Kyoko Kirigiri de subdirectora y muchos más partícipes de la salvación del la tierra ante La Tragedia.

    Fue noticia mundial. Toda mi familia y yo logramos sobrevivir a esa hecatombe gracias a que nos pilló en barco y pudimos hacernos con suficientes víveres para aguantar en alta mar durante bastante tiempo. Cada vez que se nos acababan al cabo de algunos meses, teníamos que reponerlos. Esos fueron los únicos peligros que vivimos.

    Después de todo ese tiempo seguimos navegando por el mundo para hacer negocios. Allí fue cuando una a una, perdí a todas mis hermanas. No es que fallecieran; es que desaparecieron. Pasé esos tres años tras La Tragedia en su busca hasta que terminé por encontrarlas. Estaba volviendo a casa cuando recibí aquel mensaje. Tuve la suerte de que la escuela se encontraba en la misma ciudad que mi casa.

    Estaba en un barco con dirección a Asia. Venía desde Grecia. Cuando por fin encontré a mis hermanas, decidí viajar algo más por los países que aún no había visitado.

    En ese preciso instante me encontraba en proa. Observaba el horizonte, del cual tan solo podía apreciar agua y más agua. Entonces ocurrió. Un marinero acompañaba —casi a rastras— a una joven. Parecía estar mareada. La dejó sentada con un balde en uno de los asientos que había. Tenía la cara enfermizamente pálida, probablemente por el mareo. Tenía un pañuelo de tela tapando su boca, evitando así que vomitara, aunque era dudoso que eso tuviera algún buen efecto. Con cada movimiento más brusco de lo habitual del barco, una nueva gota de sudor resbalaba por su frente. Sentí lástima hacia ella, así que me acerqué dispuesto a ofrecerle mi ayuda.

    —Disculpa, ¿te encuentras bien? —inquerí lo obvio.

    La chica me miró con los ojos llorosos. Me di cuenta entonces de que ella era más joven de lo que pensaba. Y bastante bonita.

    —¿Usted qué cree? —Se encogió de hombros y desvió su mirada hacia el mar.

    ¿Por qué me tuteaba, si tendríamos edades parecidas?

    —Es hermoso, ¿verdad? —dije mirando el mar también—. Es una pena que no puedas apreciarlo sin tener ganas de vomitar.

    —¡No diga eso! —exclamó soltando una suave risa después—. No es mi culpa. Nunca antes había montado en barco...

    —Las primeras veces siempre son las peores en todo —bromeé apoyando la cabeza en una de mis manos. Al mirarme sorprendida se sonrojó.

    —Y que lo diga...

    —¿Adónde se dirige?

    —Mmm... Pues muy lejos de aquí, la verdad —respondió pensativa—. Nacida en Grecia y dirigiéndome a Japón. Qué cosas, ¿no?

    —Oh, ¿tú también? —inquerí sorprendido. Me contempló—. Yo también me dirijo a Japón. Voy a acudir a Pico de Esperanza, ¿sabes?

    —Yo también. Qué coincidencia —contestó sonriendo levemente.

    —¿Cuál es tu especialidad? O sea tu talento.

    —Mi talento... —Se quedó callada—. Digamos que se me dan bien las operaciones —insinuó enigmática.

    En aquel momento no comprendía muy bien el calibre y la responsabilidad de la labor que ejercía su talento. Era simplemente admirable.

    —¿Qué tipo de operaciones? —inquerí.

    —Ya lo descubrirá. Hábleme de el suyo. Su talento.

    Se la veía algo menos pálida.

    "Menos mal. Habría sido malo que vomitara más veces", me dije aliviado.

    —Pues he viajado mucho —dije sin desvelarle el hecho de que en un principio iba en busca de mis hermanas.

    —¿Es usted Willy Fog? —cuestionó burlesca.

    —No, por supuesto que no. —La chica cuyo nombre desconocía pestañeó marcadamente y sonrió de nuevo. No sé por qué, pero me gustó ver cómo sonreía.

    Las largas ondas de su pelo se movían arrítmicamente con la brisa marina. Era hechizante mirar sus grandes ojos de un color rosa fuerte adornados de unas largas pestañas. Tenía un rostro angelical, no cabía duda.

    —¿Cómo es que nunca había viajado en barco?

    —Nunca se me dio la oportunidad. Comencé a trabajar después de La Tragedia para poder mantenernos.

    —¿Mantenernos? —repetí.

    —Sí, mantenernos —confirmó sonriendo.

    —A mí La Tragedia me pilló navegando con mi familia —le conté—. Solamente vivimos verdadero peligro a la hora de reponer víveres.

    —Qué afortunado. ¿Contrajiste escorbuto? —bromeó.

    —Extrañamente, ni yo ni nadie de mi familia lo contrajo. Tuvimos bastante suerte durante ese tiempo.

    Ella me dirigió una mirada algo triste. Supuse que fue porque lo pasó mal. La Tragedia se cobró bastante vidas. Me pregunté qué clase de situación vivió ella.

    Me percaté de que la chica con nombre desconocido se encontraba bastante mejor. Su piel ya había adquirido un tono más humano y menos fantasmal. Sus mejillas tenían un sutil tono rosado que la hacía ver bastante guapa. Sentí una rara sensación en mi estómago cuando sus ojos chocaron con los míos.

    "¿Qué es esto?", pensé.

    Ladeó su cabeza. Claro, no es muy normal que un extraño se te quede mirando.

    —Veo que te has mejorado... Me tengo que ir. En breves atracaremos.

    Me levanté y me metí en el interior del barco. Fui al lavabo y lavé mis manos sudorosas. Me miré en el espejo y... ¿estaba sonrojado? No, esa chica me había caído bien, nada más. A mí nunca me había gustado nadie. Es cierto que durante mis viajes conocí a bastantes chicas atractivas, pero nunca conocí a ninguna como ella. Si acudía al primer año de Pico de Esperanza significaba que tenía mi edad. Siempre había estado con mujeres mayores que yo. De cuerpos formados; con cinturas angostas que hacían el contraste con sus anchas caderas. O con pechos grandes y expresiones faciales bien marcadas. Ella era distinta. Tenía un cuerpo bastante fino —pude adivinarlo ya que llevaba una camisola de tirantes con unos pantalones cortos y eso remarcaba su delgadez. Su cara se veía bastante más joven. No al punto de parecerse a la de una niña pequeña, pero se notaba su juventud.

     Al bajar del barco comprobé que ella también bajaba hasta llegar al suelo del puerto. Me percaté de que viajaba sola.

    "¿A qué desgracias habrá sobrevivido durante La Tragedia?", me pregunté.

    No había llegado a Japón. Todavía faltaba tomar un vuelo hasta llegar allí. Sería un viaje agotador. Lo único que quería era llegar a casa y ver a mis hermanas de nuevo en casa.

    Durante el resto del viaje pensé en esa chica. ¿La vería por la escuela?, ¿o quizás se estaba quedando conmigo? No lo tenía claro. Por alguna razón, quería que la respuesta de la primera cuestión fuera "sí". Quería conocerla más a fondo fuera del contexto del desconocido que ayuda a otra persona por mera casualidad y cortesía. Si de verdad existía la posibilidad de que pudiéramos conocernos mejor procuraría aprovecharla bien, porque ella ni siquiera me había tratado de tú, sino de usted. Y la razón de aquello era el misterio que emanaba de ella. Parecía querer guardar un secreto...

    O varios.

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⏰ Última actualización: Sep 21, 2021 ⏰

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