Seguimos caminando alrededor de cuatro horas protestando hasta que llegó el atardecer y las cosas se pusieron algo turbias, los policías empezaron a atacarnos con gas lacrimógeno y balas de goma del tamaño de mi pulgar, hacían mucho daño si tenías la mala suerte de que te golpeara una.
Yo tuve mala suerte.
No pude ver quien me la tiró exactamente y lo único que pude sentir fue el impacto que tuvo en mi pierna derecha.
Traté de correr como pude antes que me alcanzaran pero con la pierna herida no pude hacer mucho y cuando estuve por caerme unos brazos me sostuvieron por la cintura evitando el impacto de mi cuerpo contra el asfalto.
Esos brazos me pusieron lentamente en la acera sentándome y por fin pude ver a quien le debía mi gratitud.
Era pelinegra y tenía un piercing en la nariz, puedo decir que tenía las facciones de una diosa griega, luego vi sus ojos y me perdí en ellos, todo a mi alrededor desapareció y me concentré solo en ella. Tenía los ojos de un color verde esmeralda combinado con avellana y azul que te quitaban el aliento y eso mismo pasó conmigo.
Salí de mis pensamientos mientras ella me miraba expectante mientras yo no sabía que decir.
—Uh, ¿te encuentras bien?— habló la chica más hermosa que he conocido.
—S-si y gracias por cierto, de no haber sido por ti me hubiera dado un golpe tremendo además de la herida que tengo— le respondí tartamudeando porque había olvidado como hablar.
Me acordé de la herida en mi pierna e inmediatamente bajé a mirarla y efectivamente había mucha sangre alrededor de ella. La chica pelinegra siguió mi mirada e hizo una mueca al ver lo grave que era.
—No te preocupes, curaré tu herida para que no te duela más, ¿si?—respondió dándome una sonrisa genuina, sacando la mochila de su espalda y abriéndola para sacar algunas vendas, alcohol, entre otras cosas que no pude identificar.
—¿Es tu primera vez?—preguntó mientras desinfectaba la herida.
—¿En un protesta? Si. Se nota bastante ¿verdad?—respondí sintiéndome tonta por no haber sido precavida al traer cosas de primeros auxilios.
—Tranquila, se aprende más con el tiempo. ¿Cuál es tu nombre?—exclamó terminando de sacar la bala—No recuerdo haberlo escuchado.
—Me llamó Camila ¿Y tú?—respondí mientras sentía el dolor de la bala extraída de mi pierna.
—Lindo nombre Camila, soy Lauren. Ya casi terminamos, solo me hace falta vendarte—pasó la venda alrededor de mi pierna ajustandola con un poco de cinta—Listo, estás como nueva.
—Muchísimas gracias, no sé que habría pasado si no hubieras aparecido.—le dije mostrando mi gratitud—Te pagaría o algo pero no traje dinero, pero me puedes dar tu número y lo haré cuando esté en casa.
—No, no aceptaré tu dinero—negó mientras recogía sus cosas y se paraba—¿Tienes como irte? Estacioné mi auto unas calles abajo. De todas formas ya estaba por irme.
—Esperaba tomar el metro, pero ya no creo alcanzarlo—respondí mientras trataba de pensar como volvería a casa.
—Yo puedo llevarte—dijo sacándome de mis pensamientos—No estaré tranquila hasta saber que llegaste a tu casa. ¿Crees que puedas caminar un poco? —asentí respondiendo a su pregunta.
Traté de pararme para hacerle saber que si podía pero fallé y casi caigo pero nuevamente sus brazos lo evitaron.
—¿Esta bien si te cargo?—me tomó por sorpresa que dijera eso, algo en mi revoloteó de alegría al saber que estaría en sus brazos.
—No quiero molestarte más, puedo pararme en un pie y caminar así—negué pero en mis adentros quería que me tomara en sus brazos.
—Te cargaré hasta llegar a mi auto, ¿si? —fue lo último que escuché antes de ser alzada por ella, me cargó de forma nupcial hacia su auto pero debíamos ser rápidas ya que todavía seguían policías merodeando la zona.
Mientras me cargaba no pude evitar ver su hermoso rostro y sus ojos hipnotizantes, sentía un zoológico en mí. Lamentablemente llegamos a su auto y tuve que bajarme de ella perdiendo la oportunidad de tocar la suave piel de su cuello.
Me abrió la puerta y con cuidado me agarró de la cintura para poder sentarme en el asiento pasajero. Cerró la puerta y se dirigió hacia su asiento rodeando el auto, una vez adentro me preguntó dónde vivía y afortunadamente el camino iba a ser un poco largo, algo dentro de mi quería tenerla cerca de todas las maneras posibles el tiempo que pudiera.